“Volveremos y seremos millones”, es la frase repetida sin pausa por Evo Morales, desde que salió de Bolivia tras dimitir a la presidencia el 10 de noviembre pasado, rumbo el exilio. Andrés Manuel López Obrador le concedió el asilo en México, Alberto Fernández la condición de refugiado político en Argentina. Desde que llegó a Buenos Aires el 12 de diciembre, dejando tras sí una Bolivia convulsionada entre protestas y denuncias de fraude electoral, no ha parado de hacer política. Ha sido el artífice de las grandes decisiones de su partido Movimiento al Socialismo (MAS) y del calendario de las elecciones que se realizarán el 6 de septiembre en medio de un clima de grandes tensiones.
En lo personal y en la manera de hacer política el mundo cambió para Evo Morales. Aunque se resista a ello. Aunque siga empezando el día a las cinco y media, haciendo abdominales que cuenta hasta mil, tomando la harina de coca con miel a la media mañana, el reloj en la muñeca izquierda marcando siempre la hora boliviana, sin ver noticieros, pero sí los canales deportivos, sin cine, pero con fútbol los fines de semana.
En política, Morales se ha adaptado a las nuevas circunstancias. El presidente Fernández le ha dado el espacio suficiente, aún con las limitaciones que implica el estatus de refugiado. Solo dos semanas después de su llegada, una representación de la embajada de Estados Unidos se reunió con el canciller Felipe Solá para pedirle que “Morales no abuse de su estatus de refugiado en el país”. El segundo día de su permanencia como refugiado, Evo había presidido en un acto público una concentración de seguidores con discurso incluido.
Desde la oficina que le dio el Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires en la sede del barrio de San Telmo, habla desde las ocho de la mañana con los referentes del MAS, brinda entrevistas a los medios, organiza actos, dialoga con sus abogados Baltasar Garzón y Eugenio Zaffaroni que lo defienden en el proceso penal por sedición y terrorismo que tiene Bolivia. Morales no está solo en Buenos Aires. Su círculo político más cercano reside allí. Con él están el exvicepresidente Álvaro García Linera, el excanciller Diego Pary, la exministra de Salud y expresidenta de la Cámara de Diputados (hasta diciembre 2019), Gabriela Montaño.
Evo impuso en Buenos Aires a "dedazo" la fórmula que encabeza Luis Arce, el arquitecto del milagro económico.
Foto: Sputnik/Ana Delicado
La primera prueba de fuego de poder en el exilio llegó pronto con la selección de los candidatos para las elecciones presidenciales que estaban programadas para el 3 de mayo. Evo se salió con la suya. A “dedazo” impuso la dupla del exministro Luis Arce, el gran arquitecto de la bonanza económica alcanzada en su gobierno, y el excanciller David Choquehuanca, que justificó como “una combinación del conocimiento científico y el conocimiento originario milenario, la unidad del campo y de la ciudad, del cuerpo y del alma”.
No fue fácil. Los primeros síntomas de fractura en el MAS fueron visibles. Horas antes de la reunión convocada a mil representes de 9 departamentos en un céntrico hotel de Buenos Aires, muchos sectores se fueron escabullendo. La presidenta de la Cámara de Senadores de Bolivia, Eva Copa, representante del gran bastión de El Alto, encabezó la ausencia seguida por los campesinos de Chuquisaca y los maestros rurales. En ese momento se estaba hablando de renovación desde Bolivia y había una fórmula: la de Choquehuanca y Andrónico Rodríguez, favorito de las bases jóvenes y de los cocaleros de Cochabamba, tan parecido al líder que le llaman Evito.
Seis meses después, Evo parece haber tenido razón. Luis Arce está de primero en los sondeos. El realizado por la encuestadora Ciesmori a comienzos de la pandemia le da 33,3 % de intención de voto, seguido a gran distancia por el expresidente centrista Carlos Mesa (18,3 %) y la mandataria de derecha Jeanine Áñez (16,9 %).
Luis Arce en plena campaña en medio de la pandemia, encabeza sobrado las encuestas
La pandemia que eliminó los mítines electorales y la política en la calle le dio ventajas a Evo, quien se convirtió en uno de los principales presidentes tuiteros de Sudamérica después de haber dicho que las redes sociales eran “la alcantarilla de la basura”. Hoy es uno de los más grandes influencers de Bolivia, después de haber pedido orientación a China en lo que llama “la guerra digital”. Tiene un millón de seguidores en Twitter, otro tanto en Facebook y 240.000 en Instagram.
No solo a punta de trinos hace la política Morales. El último episodio en que fue protagonista en la sombra fue la selección del día de elecciones: 6 de septiembre. Ese fue un gran pulso con la oposición. Todo empezó con un impasse entre el MAS y el actual oficialismo. La ley que fijaba las elecciones el primer domingo de agosto había sido denunciada ante el Tribunal Constitucional por el gobierno de Áñez, por causa de la pandemia. Las negociaciones en busca de una nueva fecha se realizaron con el auspicio de las Naciones Unidas y la Unión Europea y concluyeron en un acuerdo entre el MAS, Libre 21, que postula al expresidente Jorge Quiroga; y Comunidad Ciudadana (CC), que lidera el expresidente Carlos Mesa. Del acuerdo final se excluyeron la alianza Juntos, de Áñez y el frente Creemos, del derechista Luis Fernando Camacho, cabeza visible de las protestas que terminaron con la renuncia de Evo. Camacho solo tiene 10 % de intención de voto y busca tiempo para reorganizarse. Se rumora con insistencia sobre una conversación telefónica de Morales con el presidente del Tribunal Electoral, Salvador Romero, que habría dado el visto bueno al acuerdo. La existencia de este contacto no se ha confirmado. Pero fue Evo, desde Argentina, y no el candidato del MAS, Luis Arce, quien anunció primero el acuerdo.
Los trinos de Evo con un millón de seguidores en Twitter y otros tantos en Facebook
La campaña electoral está al rojo en medio de la pandemia con 44.113 infectados, entre ellos la presidenta, y 1.638 muertos (11 de julio, OMS). Áñez acusa a Evo de intentar "desestabilizar" el país y desatar una campaña internacional de "desinformación" junto a Nicolás Maduro, de bloquear en el Congreso, donde el MAS es mayoría, créditos internacionales para la pandemia, entre ellos uno del FMI por USD 327 millones y, además, trabar en el Senado, los ascensos a generales propuestos por ella. En este fuego cruzado, la Fiscalía General imputó el lunes pasado a Morales por supuestos delitos de terrorismo y financiamiento del terrorismo, y solicitó nuevamente su detención preventiva.
Mientras tanto, Evo repite como un mantra en las entrevistas que no hubo fraude y se congratula del reciente informe publicado por el New York Times que cuestiona el elaborado por la OEA. Pero los observadores de la política boliviana destacan el desencanto de las clases medias urbanas con el MAS, la falta de autocrítica para ver en qué momento se bajaron las banderas del cambio, y señalan que, de no ganar en primera vuelta, Arce difícilmente lo hará en la segunda. El eventual triunfo del candidato masista, probablemente acercaría a Evo a su regreso a Bolivia para “dedicarme a la chacra, y abrir un restaurante de tambaquí (el mismo pez pacú) en Cochabamba”. Eso dice.