Ningún compatriota debe ignorar lo que significan las declaraciones del excomandante paramilitar Salvatore Mancuso para las víctimas del largo conflicto, social-armado colombiano; y también para conocer parte de la verdad del mismo, ya que esta es fundamental dentro del Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SVJRNR).
En Colombia los asesinatos por causas políticas son parte natural de nuestra historia, al igual que la impunidad de los mismos. Para la muestra varios “botones”. En ningún país que yo recuerde, han sido asesinados 3 candidatos presidenciales en el transcurso de tan solo 8 meses: El liberal Luis Carlos Galán Sarmiento, el 18 de agosto de 1989, en Soacha (Cundinamarca); Bernardo Jaramillo Ossa el 22 de marzo de 1990, en el aeropuerto El Dorado, en Bogotá; Carlos Pizarro Leongómez, en un avión.
Tres de los candidatos asesinados (en total fueron 4) eran de izquierda: Jaime Pardo Leal, era el candidato de la Unión Patriótica, movimiento amplio surgido de las conversaciones de Paz de La Uribe entre el gobierno presidido por el presidente conservador Belisario Betancourt y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Ejército del Pueblo (FARC-EP). Fue asesinado en La Mesa (Cundinamarca) el 11 de octubre de 1987. Reconocido como un brillante abogado, político y docente en los círculos universitarios y entre los jueces sindicalizados.
Bernardo Jaramillo Ossa, candidato también de La Unión Patriótica a la presidencia, en reemplazo de Jaime Pardo Leal. Fue dirigente agrario en el Urabá antioqueño, ex senador y militante del Partido Comunista Colombiano, asumió la dirección de la Unión Patriótica después del asesinato de Jaime Pardo. Fue asesinado el 22 de marzo de 1990.
Carlos Pizarro Leongómez, candidato a la presidencia por el movimiento M-19, después de haber hecho entrega de armas junto con todos los integrantes de éste Movimiento del cual él era su máximo líder y haber firmado la Paz con el gobierno de Virgilio Barco reintegrándose a la vida civil. Fue asesinado por sicarios que ingresaron al interior del avión que contaba con el itinerario Bogotá – Barranquilla. Hasta el día de hoy, la investigación sobre el magnicidio de Pizarro está lo mismo que el primer día de su muerte. Lo único cierto fue que el arma que disparó contra él, fue fundida sin justificación ni explicación ninguna.
Todo lo anterior ha sido necesario recordarlo para que no se nos olvide que en Colombia los magnicidios y los crímenes políticos, sobre todo de líderes de la oposición a la clase política y económica dominante, constituyen una anormalidad que por lo sistemático y sus diversas expresiones se ha vuelto normal a los ojos de casi todos los colombianos.
Estos crímenes poseen como característica especial que siempre están rodeados de un impermeable e impenetrable grueso colchón de impunidad, parafraseando al escritor francés, detrás de los grandes crímenes hay grandes e importantes cómplices, la mayoría de ellos protegidos por el poder de su propia clase, que es la clase dominante, y son sus ideas, las ideas dominantes, mientras prevalezca la sociedad dividida en clases.
Ninguno de los candidatos de izquierda arriba mencionados y asesinados por la clase política dominante, representaba el peligro que representa el exjefe paramilitar Mancuso para el régimen económico y político colombiano, ya que Mancuso tiene el pedazo de verdad que está haciendo falta para armar el rompecabezas del conflicto colombiano en su época más reciente, porque hasta la fecha, no aparecen, a simple vista, los autores intelectuales, aunque los hechos hablan por el silencio criminal que ellos guardan. Como si los principales hechos cometidos a nombre del Estado y en defensa del Estado se hubieran dado por “generación espontánea”, sin autores intelectuales, sin organizadores, sin financiadores, en fin…
No aparecen los estrechos vínculos de altos dignatarios del Estado con los jefes paramilitares; ni los de esos jefes con los altos mandos militares; ni los de estos mandos con reconocidos políticos, ganaderos, terratenientes, empresarios, narcotraficantes y pare de contar, conformando una gran y fraterna familia cohesionada por intereses de clase, en el que convergen los distintos sectores de la burguesía determinados por su actividad económica.
No se necesita hacer un mayor esfuerzo mental, ni un intensivo curso de “adivino” para concluir, que, si mataron a los precandidatos antes mencionados, sin que ellos significarán una seria amenaza para el régimen y el orden social vigente, con mucha más razón matarán a Mancuso.
Señor presidente Petro tome todas las medidas pertinentes para evitar lo previsible: que asesinen a Mancuso, para que no hable ni cuente las delictivas andanzas de la clase política y económica dominante, o “gente de bien”, como se autodenominan algunos de ellos, porque si se permite por negligencia o por complicidad que asesinen a Mancuso, indiscutiblemente la mortaja del finado estará tejida por los hilos de la tan necesaria Paz Total, y si tenemos en cuenta la injustificada dilación para nombrar a la Fiscal y las sesgadas y tendenciosas actitudes de la Corte Suprema de Justicia, expresadas en los últimos meses; la Corte jugará su papel en este alarmante escenario que pone en vilo la dolorosa esperanza de las víctimas, la frustración de todo un pueblo a quien por más de 50 años ha sido obligado a pagar una cuantiosa cuota de sangre para que la clase política dominante disfrute sin tropiezos de los privilegios, a todos los niveles, que le asegura la organización y control del orden social vigente.
Con el asesinato de Mancuso si se llegare a consumar, quedaríamos en definitiva y perpetuamente condenados, como el rey Sísifo, según la mitología griega, no a cargar eternamente una pesada roca sino en nadar eternamente en un profundo y torrentoso río de sangre, donde no habrá salvavidas y, por lo tanto, nadie se salvará de morir ahogado. Un eventual asesinato de Mancuso, sería el principio de nuestra tragedia sin retorno, donde la lucha armada se convertiría en la principal forma de lucha popular, y se habrá dado lo que muchos de los privilegiados desean que se dé: el “caos controlado”, ¿por quién…?
Presidente Petro, tome todas las medidas para que no sea usted a quien le toque el triste papel de presidir este entierro, que lo es de todas las esperanzas de un pueblo sufrido, que se atreve a soñar con un mundo mejor, donde reine la soberanía y la equidad social, donde él mismo sea el arquitecto de su propio destino y construya su futuro del tamaño de su dignidad.
AETCR “Amaury Rodríguez”. Pondores – Fonseca (La Guajira).