“El Centauro Quirón, siendo un Dios era inmortal, sin embargo, sufrió una herida incurable causada por una flecha que Heracles dirigió contra otro centauro, Elatos. El sufrimiento que la herida le causaba era intolerable, ante lo cual Apolo le concedió el don de la mortalidad. Pero Apolo no terminó con la existencia de Quirón para liberarle de sus dolencias, sino que le dio la libertad de vivir, a pesar del sufrimiento, para que, basado en su propia experiencia, mitigara el dolor de los demás. Más tarde, Quirón ofrendará su vida para liberar a Prometeo, el héroe encadenado por haber pretendido robar el fuego de los dioses”.
La Corte Constitucional Colombiana determinó en reciente fallo que los menores de edad también pueden acceder a la eutanasia o muerte digna. Ahí indicó que actualmente existe un vacío normativo al respecto, el cual debe ser subsanado de manera urgente para evitar que menores de edad sean víctimas de un trato cruel e inhumano, cuando las EPS les nieguen su derecho a morir dignamente.
En consecuencia, la Corte dio cuatro meses al Ministerio de Salud para que expida una nueva reglamentación sobre el derecho fundamental a la muerte digna de menores de edad. Esta debe cumplir con los requisitos que ya especificados sobre muerte digna: que se trate de un enfermo en fase terminal, que haya manifestado su consentimiento de manera libre e informada e inequívoca por parte de los menores cuando su desarrollo se lo permita. Y, si los menores de edad no pueden hacerlo, se evaluará el consentimiento sustituto de una manera estricta.
¿Quitarme la vida o autorizar mi muerte, me será lícito y permitido? ¿Los graves padecimientos de salud, los insoportables dolores, la hediondez de mis carnes y supurantes heridas lo justificarían? ¿Es la vida, milagro divino, dádiva cósmica y espiritual del hacedor celestial, la cual no puedo acabar por mi propia voluntad? ¿Debo esperar a que esta finalice y cumpla su ciclo natural, como el nacimiento?
Seguramente estos interrogantes darían las más variadas y polémicas respuestas, de origen filosófico y religioso, dependiendo de quien viva cada situación en particular y su relación con nuestro padre creador. Para el ateo, aparentemente será más sencilla la toma de la decisión, aunque acobardado y arrinconado por la terrible enfermedad o la cercanía a la muerte llegue a confiar en su interior que en verdad Dios exista y le sane; en medio de su tozudez, arrogancia desafiante y amparado en una postura fundamentalista de negación de la deidad muchos posarán exhibicionistas en público, mientras solo o frente a sus seres queridos temblarán como una hoja.
Los conceptos de autonomía y dignidad son una de las principales banderas de quienes defienden la eutanasia, ya que estas se verían menoscabadas o negadas en casos de pacientes en estado de salud terminal y que padezcan fuertes e intensos dolores, en enfermos que vean limitada su libertad de espontaneidad y desplazamiento, aquellos que pierdan su lucidez o abandonen una determinada calidad de vida, y en general quienes por su condición ven en la muerte la digna retirada ante una existencia miserable. Pero este mismo argumento mirado desde otro punto de vista la condena.
“La eutanasia, que es el acto de poner fin deliberadamente a la vida de un ser humano, es una grave violación a la dignidad de la persona; lleva a los ancianos, a los enfermos y a los que tienen algún tipo de limitación a pensar que su existencia es menos digna y valiosa, y, por lo tanto, a cerrar las puertas de su esperanza”, manifestaron los obispos del país, en oposición a la decisión de la Corte.
Igualmente, agregaron que ello atenta contra el derecho a la vida y abre las puertas para que la sociedad legitime la supresión de las personas y la negación de los más débiles y necesitados; es decir, una especie de eugenesia social, muy cómoda para para las políticas de exterminio sutil, lento e imperceptible de las EPS, similar al modelo que implantó el sistema eutanásico nazi en su modelo político basado en la obra la eliminación de las vidas carentes de valor de Karl Binding y Alfred Hoche.