La educación convencional en Colombia tiene una fuerte tendencia al eurocentrismo epistémico, dicho de una forma simple, se trata de suponer que Europa es el centro y/o la cuna del conocimiento fundamental de la civilización; ejemplos de esta tendencia se pueden encontrar en afirmaciones como aquella que plantea que “toda la filosofía occidental es una serie de notas a pie de página de la filosofía platónica” (Alfred North Whitehead). Si bien es cierto que lo filósofos griegos clásicos (Sócrates, Platón, Aristóteles) han marcado una influencia profunda y prolongada, también se debe reconocer que las culturas de lo que hoy conocemos como Asia, África y Medio Oriente han sido más fuertes de lo que la educación tradicional nos permite reconocer.
Hay muchos ejemplos para controvertir la conveniencia del eurocentrismo: fue en medio oriente donde se ubicaron las primeras comunidades humanas que combinaron la agricultura y la domesticación de animales exitosamente; el primer sistema de imprenta fue desarrollado en China por Bi Sheng, entre 1041 y 1048, el alemán Gutenberg no fue necesariamente el inventor, aunque si mejoró el sistema disponible en el momento; San Agustín retomó a Platón teniendo como centro de divulgación África, aunque también vivió en Europa; la divulgación de Aristóteles en el medioevo en algunas regiones se interpretó como un movimiento hacia oriente y no hacia occidente, por prejuicios contra el origen de su traductor; el Califato Omeya de Córdoba en el siglo X D.C. (también denominado Califato de Occidente) combinó conocimientos de oriente y occidente, cuyo esplendor hoy es admirado en diferentes contextos (estéticos, arquitectónicos, culturales).
También pueden resultar inconvenientes algunas reacciones “radicales” frente al eurocentrismo epistémico, como el indigenismo o el orientalismo. Si bien es cierto que la occidentalización es la tendencia “hegemónica”, puede resultar poco viable asumir la postura que apuesta por contraponer a oriente por encima de occidente; también vale la pena destacar que hay comunidades indígenas con una cosmovisión admirable de la cual muchos “occidentales” debemos aprender, pero también hay ejemplos de comunidades “indígenas” (tal vez resulte mejor otro concepto acá) que tienen “las mismas” “malas” costumbres del capitalismo salvaje (acumulando dientes de perro en lugar de dinero, por ejemplo) o contaminando el medio ambiente (aunque claramente no en el mismo nivel de producciones industriales).
El populismo epistémico propondría que lo que es válido para una comunidad particular debe respetarse como válido en términos de conocimiento, si bien esto puede contradecir la diferencia fundamental que proponía Aristóteles entre doxa (opinión) y episteme (conocimiento real y verdadero), en el fondo podríamos presenciar una tensión entre valores asociados con tradiciones científicas diferentes: un enfoque apostaría por la comprensión y otro por la capacidad de generalización de resultados, es decir, se cuestionaría si se busca comprender cómo una comunidad particular experimenta un fenómeno o si es preferible contar con información generalizable para hacerla “universal”.
También puede resultar viable preguntarnos: ¿la clave de la relación entre el conocimiento y el poder está en el espacio, en el tiempo o en las relaciones personales?
