La polarización reinante en la presente campaña electoral está llegando a dimensiones incontrolables. Las agresiones verbales y físicas contra los candidatos y campañas políticas de las diferentes colectividades participantes deben convocar a la dirigencia de los partidos y movimientos políticos, medios de comunicación, pero especialmente a la sociedad colombiana, generadores y multiplicadores de los mensajes a través de las redes sociales, a comprometernos con unos principios que sean la base de una ética de comportamiento ciudadano en la presente campaña electoral.
Seguir alimentando los odios e irrespeto hacia las diferentes propuestas, llámense de izquierda, centro, o derecha, colocan en alto grado de vulnerabilidad y riesgo la campaña hacia la Presidencia de la República, que pueden terminar en hechos violentos, con víctimas mortales, retrocediendo a dolorosos épocas de la violencia por razones políticas.
La conducta ética que deben promover las diferentes campañas políticas, el Estado como garante de la seguridad ciudadana y de la democracia, los medios de comunicación y ciudadanía en general, debe estar basada en unos principios básicos que garanticen unas elecciones libres y justas, de respeto a las normas constitucionales y leyes que regulan la participación ciudadana, generando confianza en la población motivandolos a participar en este proceso democrático. La responsabilidad de la ciudadanía es de actuar con integridad, promoviendo la transparencia e igualdad de garantías.
Una ética debe convocarnos a ser responsables y honestos en nuestras actuaciones, ser confiables en lo que se manifiesta, sin faltar a la verdad, repudiando el uso de la violencia y hechos criminales, no incitar a la misma, respetar el derecho de todas los partidos políticos a realizar eventos de campaña, sin interferir los mismos, eliminando las campañas de desprestigio o ataques personales contra los demás candidatos o promotores de esas propuestas; garantizar el derecho que tiene los ciudadanos a obtener una información verídica de los diferentes candidatos, sin presiones e intimidaciones, o cohesionarlos forzándolos a votar por un partido o candidato determinado; garantizar el derecho de los medios de comunicación a cubrir los eventos de las diferentes campañas políticas, sin restricciones; pero también que la información que suministren a la ciudadanía sea precisa, verídica e imparcial, sin entrar a confundir a la opinión pública, respetando los principios éticos y profesionales de los comunicadores sociales.
No se puede estigmatizar ni generalizar los comportamientos y antecedentes de todos los candidatos al Congreso de la República que inscribieron sus nombres en las listas de partidos políticos cuestionados por tener en sus filas a aspirantes con investigaciones judiciales o ser herederos de familiares condenados por delitos de corrupción, vínculos con grupos ilegales, a los escándalos como el de Odebrecht o el Cartel de la Toga. Tal actitud es simplista con la realidad política, en la que se coloca en la misma balanza a quienes han hecho de los procesos políticos un instrumento para acrecentar sus arcas, a través de la corrupción utilizando sus investiduras, fortaleciendo sus maquinarias y el clientelismo político, con quienes cuentan con hojas de vidas limpias, transparentes, que no están contaminados de la política tradicional y se han caracterizado por trabajar con responsabilidad para buscar una sociedad más justa y equitativa, pero que por coyunturas especiales, encontraron en esas colectividades políticas, la posibilidad de alcanzar una curul en el Congreso.
Las estructuras políticas hoy en día en su composición son heterogéneas, integradas por ciudadanos con diversidad de pensamiento y de actuaciones en el ejercicio de la vida pública; las responsabilidades y comportamientos deben ser evaluados individualmente, sin comprometer al conjunto de los miembros de la organización política, en las que vamos a encontrar buenos lideres, que merecen todo nuestro respaldo y aquellos que deben ser rechazados y castigados negándoles la posibilidad que vuelvan a alcanzar un espacio en esos escenarios de elección popular.