Conocedores de lo moldeable e influenciable que es la supuesta inteligencia de la mayoría de los seres humanos, incapaces de pensar autónomamente, unos consumados perversos y a la vez sagaces indecentes lanzan al espacio teorías conspirativas sobre lo inexistente y lo inverosímil, buscando obtener, con sus patrañas, la confusión suficiente para generar el caos, y ya con él en ejecución pescar sobre el marasmo producido entre los estúpidos, utilizándolos luego como carnada para después influir en la mentalidad de quienes se dejan conducir hacia la violenta reacción sin entender el por qué.
Es lo que precisamente está ocurriendo con la sentencia de la Corte Constitucional de Colombia sobre la despenalización del aborto, producida como medida de amparo para las mujeres, con sus cuerpos y sus vidas, pues muchas de ellas vienen siendo agredidas y violadas consuetudinariamente en medio de una sociedad machista y patriarcal; porque en ninguna parte de la sentencia se dice o se insinúa que todas las mujeres tienen que abortar, simplemente se pretende con ella garantizar que aquella mujer que lo considere necesario, lo haga sin tener que verse acusada y judicializada, como debe ocurrir en cualquier parte del mundo que considere se debe vivir entre la sensatez, solo que, desgraciadamente, nos encontramos en medio de una sociedad acostumbrada y dispuesta a la influencia de las creencias religiosas sobre las decisiones de índole sociales y políticas.
Lo que está sucediendo en Colombia es simplemente un llamado para que los incapaces para pensar por sí mismos se alebresten, se emberraquen y se enfrenten contra una decisión con tinte social que a la larga solo los beneficia a ellos, como igual ocurre con las teorías que se lanzan en contra de los avances sociales que propenden por una mejor repartición de la riqueza en un país caracterizado por la inequidad y la injusticia social.