Los griegos antiguos se tomaban la vida muy en serio, por eso se ocuparon del pensar profundo. Aunque los poetas y teatreros de la época escribían sátiras y textos cómicos, los filósofos estaban muy ocupados suponiendo que todos los hombres somos razonables. Por eso no se encuentran textos ¨serios¨ sobre uno de los aspectos más tragicómicos, pero devastadores, del comportamiento humano: la estupidez.
Esto no quiere decir que la estupidez no haya existido desde siempre. La humanidad ha sufrido durante toda su historia grandes tragedias causadas por personas estúpidas, irracionales. Solemos quejarnos de lo mal que están las cosas en nuestros días, pero hay una buena noticia: siempre han estado mal. Si además del noticiero diario hojeáramos libros de historia (o leyéramos la columna de Juan Esteban Constaín o escucháramos a Diana Uribe), sabríamos que así es. Porque a pesar de tener todos la capacidad de pensar, la población siempre se ha dividido en dos: los estúpidos y los no estúpidos.
Otra buena noticia: la estupidez no respeta nivel educativo, condición social, raza, género, profesión, economía de los países, religión... En algunos casos la estupidez es genética, o sea, de transmisión sexual. En otros, aprendida: prejuicios, supersticiones, dogmatismos, poca o nula capacidad de tomar decisiones, proponerse metas estúpidas (no hay nada más peligroso que un estúpido emprendedor). En cualquiera de los casos, es incurable.
Descartes hubiera sido un best-seller si en vez de la publicidad de su enigmático ¨Pienso, luego existo¨, hubiera sido promocionado por esta genialidad: ¨El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo¨. Según este optimista, ningún ser humano puede evitar ser razonable. Es el caso típico de una persona inteligente, pero incauta, que no es capaz de creer que alguien dotado de razón pueda actuar irracionalmente. Por eso se sorprenden ante un estúpido. Quienes ven la serie de TV ¨The Big Bang Theory¨ verán en Sheldon a que me refiero.
Contrario a Descartes, Voltaire dijo: ¨El sentido común no es nada común.¨ Pesimista, pero realista. Ni los filósofos se ponen de acuerdo sobre la naturaleza humana: que si todos tenemos sentido común, que si solo unos pocos, que si somos razonables pero un poquito estúpidos, estúpidos a veces razonables... o todo lo contrario. De cualquier manera, siempre hay estúpidos. Ni aún personas consideradas inteligentes se salvan de hacer cosas estúpidas que pueden estropear sus vidas y dañar a los demás (Nixon, Clinton). A veces, muy raras, hay gente estúpida que hace cosas inteligentes. Lo cual es extraordinario, porque si algo caracteriza a los estúpidos es que lo son de modo constante. ¡Cuando tienen un destello de inteligencia ni cuenta se dan!
Hay estúpidos de estúpidos: los promedio, que con sus actos causan daño a otros, o se atraviesan en la vida de los demás, sin obtener nada para sí mismos. Y los estúpidos sobresalientes, que son un peligro para los demás, hacen daño a diestra y siniestra, inclusive a sí mismos. Estos son estúpidos en grado superlativo. La medalla de oro de la estupidez (un exalcalde de Bogotá en prisión por una montaña rusa de contratación...).
Cualquiera que sea la clase de estúpido, los que llegan al poder tienen la capacidad inmensamente mayor para hacer daño, pues sus acciones repercuten en toda una comunidad, país y hasta en el mundo entero. Pueden convertir en estúpida a toda una sociedad. Y hasta destruirla. Se dan maña para convencer a otros, y encuentran estúpidos e ingenuos que caen en la trampa, llevando a todos a una estupidez generalizada. Los malvados pescan en río revuelto. Hitler (que aún tiene seguidores), Bush hijo, el Maduro presidente, algunos de nuestro país cuyos nombres es mejor olvidar, los incitadores a las guerras (todas las guerras son estúpidas). Para las personas razonables es inexplicable cómo esos estúpidos han llegado hasta allí. Olvidan que la demagogia, burocracia, los partidos políticos, se alimentan de los estúpidos y los incautos, y que encuentran en la romántica democracia la mejor autopista para llevarlos allá.
El estúpido no es consciente de que lo es. Por eso actúa como si nada, nadie puede anticipar con qué irá a salir, y es imposible evadirlo o defenderse. Una persona razonable no puede comprender el modo de actuar del estúpido (y hasta le fastidia), por su irracionalidad.
Alguien razonable puede hacerse pasar por estúpido, pero un estúpido nunca lo podrá disimular. Ya que son fácilmente identificables, ¡huid de los estúpidos! ¡Podría ser contagioso!
