Antes que el reflejo de un sentimiento de desilusión, este es el eco de un grito, un grito compartido, tal vez un grito lejano. Pero al fin y al cabo un grito. Soy del programa Ser Pilo Paga, y no me avergüenzo de ello. Puedo decir orgullosa que vengo de una familia clase media del Huila. Mi abuelo fue maestro, su universidad fueron los libros y sus ganas de enseñar. La universidad de mi abuela fue la práctica, y lo viva que le hace sentir hacer prendas con sus propias manos. Ahora puedo decir que estudio en la Javeriana, pero no soy Javeriana. Y eso es claro.
Cuando llegué a la inducción de mi universidad fue curioso observar que ya algunas personas se conocían, algunos se preguntaban de qué colegio eran. Yo tenía el bolso que me dio mi mamá, el saco rojo que compré en un segundazo a 10.000, y el jean que me había regalado una tía antes del viaje. No me atrevía a hablar con nadie y veía con extrañeza a todas estas personas, muy diferentes a los campesinos y la gente normal de mi colegio.
Me fastidiaba la forma de hablar de algunos y el tutear me era extraño “¿cómo estás?”, “¿cómo te va?”. Añoraba el casi tosco y formal usteado de Garzón (Huila). Extrañaba la voz dulce de mi abuela preguntándome sin tutear, pero con mucho cariño: “¿cómo le fue en colegio?”. ¡Qué cosas estas! De tú a mí y de yo a ti, prefiero el usted a mí y de yo a usted; luego de un antinatural intento en mí, de hablar como tú.
Qué curioso. Alguna vez Jaime Garzón como Heriberto de la Calle le preguntó a una famosa periodista si no estaba aburrida de ver a tantas de ellas mismas en los otros canales, así me ocurrió. Muchas reproducciones, las mismas botas, el mismo pelo. Me pregunté si todas iban al mismo peluquero o al mismo diseñador de sonrisa. También, si los hombres compraban todos en Koaj, o si la barba era una ley para ser javeriano puro.
El día en que entrando a un edificio, dos auténticas javerianas pasaron frente al portero sin mostrar el carné, mientras yo lo buscaba ansiosa en mi maleta para demostrarle a él, a quien libro totalmente de culpas pues no era su intención consciente ejercer estereotipos, que yo, aquella morenita, casi sacada de un personaje de Juan Rulfo, con la piel un poco besada por el calor de la llanura y con el saco de 10.000, estudiaba ahí, legalmente. Ahí me di cuenta que no era javeriana.
No solo en la imagen se nota que uno no es del Marymount, ni del Gimnasio Moderno, ni de algunos que empiezan con San. Al no tener las mismas condiciones, aunque la propaganda mediática del discurso así quiera ocultarlo, no estaba en la misma capacidad ni en el mismo nivel de mis compañeros de discutir los textos. Salí de un colegio donde la literatura era cosa vana y la infraestructura lo primero. No entendía bien los textos y me frustraba al ver a mis compañeros discutiendo, escribiendo y leyendo, en inglés. Fatality. ¡Qué mentira eso que Ser Pilo Paga reduce los niveles de desigualdad!
Se ha pavoneado como reina de belleza con una sonrisa perfecta y los comentarios en internet de algunas personas que nos muestran a nosotros, “los pilos”, en una forma casi servil y obligatoriamente agradecida con el programa por sacarnos de ese mundo de bajos recursos y llevarnos a la universidad, a las caras, porque muchos no pasamos en la Nacional. Allá donde mis compañeros también se presentaron y varios de ellos sí pasaron. Esta misma universidad se ostenta de justa, donde a la hora de presentar el examen estamos en condiciones tremendamente desiguales, aunque muchos se nieguen a admitirlo.
Y así escogimos las caras porque el formulario tocaba llenarlo ya, ahora. No había tiempo de pensar. Lo primordial es la educación y sacar adelante a una familia, pero no enseñan lo mismo los libros que los callos añejos en las manos, las cicatrices en la frente. No enseñan lo mismo los periódicos que el trapiche y el potro brío, que aunque no es fino, es bonito.
Lo que uno no piensa y casi como un engaño por parte del Gobierno es que el ambiente de estas universidades no es color de rosa. Uno sabe con el tiempo que no es auténtico javeriano o javeriana. Tal vez esto no lo piensan los que dirigen el programa pues salieron de esta universidad e hicieron maestría en Harvard. Será que van a decir: ¿cómo van a sentirse incómodos en ese ambiente los chicos?
Pero no nos atrevemos a hablar porque todo es per-fec-to. Porque hay una casa que tendría que vender mi madre en caso de que yo esté confundida, equivocada. Tal vez mi papi no fue director de El Tiempo, ni mi mami periodista famosa que me dijera con dulzura como una buena madre comprende: “tómate un tiempo, y piénsalo con calma, amor”.
“Voy a tomarme un tiempo para viajar y pensar si esto es lo que quiero”, escuché alguna vez decir a un estudiante. Nosotros simplemente no podemos. Para nosotros la confusión no es una opción porque nuestro padre es obrero y nuestra madre aseadora de un colegio, sin generalizar. No podemos porque me crié con mi abuelita, porque mi papá es un borracho y mi mamá siempre está trabajando. Porque nos subimos 2 horas en una chiva para bajar de la vereda y llegar a la ciudad, y allí tomar un bus hasta Bogotá. Los Andes espera.
La gente de allá no es como la de acá y los de acá no son como los de allá. Me llaman en la noche y me preguntan cómo estoy, cómo me va en la ciudad. "Todo está bien", decimos al principio, pero sentimos el rechazo, no de todos, pero sí de algunos, sentimos el rechazo en la mirada indisimulada, en las risas sutiles pero burlonas, cuando la auténtica javeriana le señala a la otra con los labios y ella sutilmente alza su mirada y la clava sobre mí. Pero aún así seguimos.
Somos muchos, aunque no todos, los que hemos recibido esa mirada. Algunos en internet lanzan mensajes como que es bueno que la gente de Ser Pilo Paga esté en sus universidades porque así pueden conocer más sobre la cultura proletaria de este país. Tan querida.
Considero que el Programa Ser Pilo Paga sí nos ha dado beneficios, aunque a algunos probablemente no les pellizque nada de lo que aquí planteo. El programa debe replantearse y reflexionarse sobre si realmente está cambiando vidas, como afirma, o las está empeorando. Uno no puede encontrar lo que le gusta en la vida en 6 meses, antes de la posibilidad de un cambio de carrera, y eso es lo que pretende.
No solo somos los de Ser Pilo Paga los que no nos sentimos javerianos, sino aquellos que no logran entablar relaciones genuinas con los otros, con quienes no pasamos del saludo. También, aquellos de clase media que piden créditos levemente costosos para poder darse el lujo, el privilegio, el orgullo, el honor y la vanidad de estudiar en la Pontificia Universidad Javeriana y en la ciudad. Qué feliz se puso mi abuela, porque es universidad de curas, ¿no le digo?
Ni hablar de los hijos de la gente trabajadora y gente ya adulta, que lucha y hace de todo para pagar los 8 paquetes, los 10 paquetes, plata con la que uno empieza a construirse la casita, con la que uno paga una de las deudas, con la que uno se hace un viajecito. Tantas cosas que podrían hacerse. Imagínese usted.