¿Se imaginan a María Fernanda Cabal presentándose a una audición para protagonizar una telenovela? ¿O a Gustavo Petro en la competencia de salto alto para los olímpicos de China? ¿O a Sergio Fajardo defendiendo en un pitch una serie para HBO? En cambio, en cada elección algunos líderes buscan estrellas del entretenimiento para fortalecer sus listas al Congreso o mezclarlas con quienes más aportan a las funciones del Congreso.
Contar buenos chistes, meter goles, o actuar bien, no necesariamente sirve para diseñar políticas económicas, tributarias, educativas o culturales para los 50 millones de socios del país. Por supuesto hay actores convertidos en gobernantes destacados como Ronald Reagan, o Arnold Schwharzenegger -ocho años gobernador de California; o como el dramaturgo checo Vaclav Havel convertido en presidente tras liderar la revolución del Terciopelo. Pero son más excepción que regla. Su inclinación política era previa y no requirieron convocatoria para su incursión en el poder.
En pocos días los líderes locales se enfrentan al cierre de sus listas. Los partidos y movimientos tradicionales y clientelistas no tienen problema, pues el asunto se define comparando maquinarias, presupuestos y controles burocráticos. Si tienen problemas judiciales el asunto se resuelve poniendo una esposa, un primo o un amante en la lista. Revisan una y otra vez pueblo por pueblo, puesto por puesto, cargo a cargo todo lo que han logrado en el cuatrienio y por supuesto suman todo lo que han entregado en impuestos de todos a las comunidades que los votan, y todo lo que se han embolsillado para esta campaña. Además es el momento de cobrar por las protecciones ilegales que desplegaron, con aportes a sus fundaciones tercerizadas. Aquí no hay problema, el criterio es uno: el que tiene votos y plata para la campaña, va.
Los nuevos movimientos y pactos tienen más problemas. Sus mejores aspirantes suelen carecer de votos y de conocimiento entre los electores. Algunos como los Verdes, en el pasado, se mantuvieron en los principios y seleccionaron candidatos formados corriendo el riesgo de perder. De allí surgieron Claudia López, John Sudarsky, Juanita Gobertus, y Katerine Miranda (entre otros y otras) que se conectaron con un electorado urbano en busca de representantes. Los eligieron para participar con sus conocimientos, competencias y experiencia en el diseño de las políticas del país. Sin necesidad de ser celebrities y aplicando técnicas electorales éticas y profesionales lograron competirle al clientelismo parlamentario, y alzar sus voces en el parlamento para satisfacción de sus electores y beneficio de los socios del país que quieren ver conocimiento y ética en el desprestigiado congreso.
Otros movimientos caen en la lista arbitraria del jefe autoritario. Es el caso de Uribe que necesita congresistas incondicionales para defender sus intereses, sus privilegios, sus cuotas de poder. Para esta tarea se requiere poca formación y más bien alta fidelidad, obediencia ciega, escasa ética. Su principal competencia es en triquiñuelas para neutralizar lo que amenace sus intereses y cuotas, en cambiar el orden del día debajo de la mesa, reducir quórums para impedir votaciones, mercadear puestos para aprobar textos, meter micos a medianoche y demás. Es inexplicable que Uribe, que fue un parlamentario eficiente que aprobó leyes trascendentales, ahora seleccione defensores que poco aportan a la legislación.
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En la lista de Petro la garrotera es por el puesto que el jefe cordobés asignará a sus electores, pues su lista será cerrada
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En la lista de Petro la garrotera es por el puesto que el jefe cordobés asignará a sus electores, pues su lista será cerrada. Los parlamentarios elegidos son los que estén en los primeros puestos (¿10 o 15?) y la lucha es intensa para que los incluyan allí. Sobre todo porque están copadas varias líneas por dirigentes probados, capaces y populares como Iván Cepeda o Edwin Palma. Ambos con trayectorias admirables de liderazgo social, laboral y profesional y consistentes en sus principios. Son nombres que atraen electores y que simbolizan el tipo de senador que quisieran muchos ciudadanos, al igual que Ariel Ávila, en otra lista, que ha abierto un espacio propio a punta de tesón y capacidad de leer el país.
Pero el sistema electoral, que es bien perverso, lleva a los dirigentes a incluir famosos a ver cuanto agregan a los votos a los que aspiran. A las clientelas de Armando Benedetti, (si decide presentarse) o a la de Roy Barreras (a través de su esposa) hay que sumar las fuerzas sociales de Alexander López o Aida Avella. En esa mezcla el elector se puede confundir o asustar porque el pacto va a presentar candidatos contradictorios frente a los anhelos de cambio que anuncia.
Lo claro es que no hay reglas de selección, no hay procedimientos internos que obliguen a consultar a las bases sobre a quienes prefieren como candidatos para representarlos, ni sistemas de democracia interna para participar en las decisiones. Es el bolígrafo del mandamás el único criterio que opera. Acá un Uribe, allá un Gaviria, más acá un Vargas Lleras y por aquí un Petro. Ellos son los que definen quienes van al parlamento a su santo parecer. Así, tanto nuevos como viejos movimientos contribuyen a la decadencia de la maltrecha democracia y a la elección de otro senado anodino.
