Vivimos en la época de lo políticamente correcto. Las tablas de valores de generaciones pasadas hoy se rompen para ser tildadas de sexistas, racistas, homofóbicas, xenofóbias y demás apelativos, todo para no revivir los errores del pasado, para ser mejores que nuestros padre y abuelos, para hacer el mundo más incluyente para todos y ver más allá de estereotipos. Todo eso está bien, no se pude negar que existe la discriminación, los ataques a las personas exclusivamente por determinada condición y que dichos ataques van desde el insulto hasta el homicidio. Ahora, de buenas intenciones está hecho el camino al infierno, y en este afán ya hemos caído en la cacería de brujas.
Para empezar, existen ejércitos virtuales en busca de cualquier material que de alguna manera, por más insignificante que sea, hiera susceptibilidades. A este extremo llegó el periódico El Tiempo, con una nota de prensa sobre los tópicos discriminatorios en las rondas infantiles y por el estilo se encuentran cientos de artículos y quejas particulares que más que visibilizar verdaderos actos de discriminación van en contra de la lógica, la sana crítica y más parecen un esfuerzo bajo por ganar popularidad en internet.
Esto ha llevado a que la industria del entretenimiento y el arte meta a la fuerza personajes "políticamente correctos" en su contenido. En principio, no está mal, es una de las pocas formas en las que los niños y muchos adultos pueden ver y asimilar las minorías, antes estigmatizadas y humilladas en estos mismos espacios. No obstante, esto ya se está saliendo de las manos, en desmedro de la calidad de los mismos.
Finalmente, los Estados,que deben dar pan al pueblo, crean leyes en busca de eliminar las barreras que la sociedad y ellos mismos impusieron de marras a ciertos grupos sociales, lo cual está mal, es un esfuerzo meritorio y loable por intentar generar un cambio REAL. Sin embargo, el inmediatismo y el afán polítiquero de ganar votos hacen que dichas leyes atenten contra la lógica jurídica, contra los preceptos más básicos del derecho, convirtiéndose en un lavado de manos del Estado .
De buenas intenciones está hecho el camino al infierno, y ahora se atropella la lógica y el debate al atacar todo por ir en contra de la nueva ética de los millenialls de lo políticamente correcto. Sin darnos cuenta estamos generando odio entre quienes no piensan y actúan bajo esta nueva dinámica, sin escuchar detenidamente sus argumentos (por más descabellados, ilógicos y retrógrados que sean). Estamos limitándonos a la ridiculización, sin detenernos a ver que en aras de "un mundo feliz" podemos caer en las mismas prácticas de todo lo que ahora estamos repudiando con lo políticamente correcto y que para que el arte y el entretenimiento se nutran sanamente de estereotipos positivos estos deben provenir de la realidad, no al revés. Los cambios se hacen desde los actos positivos y sinceros, no desde el río revuelto de las redes sociales, el resentimiento y un nuevo totalitarismo.