Yo no puedo salir del asombro de tener que vivir aún en un país tan camandulero, a pesar de ser en la teoría abiertamente laico, democrático, dizque un estado social de derecho en toda la extensión de la palabra. Persisten en las instituciones públicas de toda índole, individuos fanáticos religiosos que promueven iglesias, capillas y toda clase de oratorios en pro de la iglesia católica, atentando contra la libertad de cultos constitucionalmente aprobada. Los budistas, los mahometanos y los evangélicos protestantes deberían exigir que les pongan sus lugares de oración, para lograr la equidad que merece todo colombiano.
Ahora elegimos a un director de la Policía Nacional claramente fundamentalista, estilo Ordóñez, que no tienen autoridad para intervenir en las vidas privadas de ningún uniformado, ni de ningún civil que trabaje allí. Pretender meterse entre las cobijas de sus dirigidos y castigar a los que estén viviendo en unión libre, a los que tengan amantes, o a los que se las tiran de gocetas, es abiertamente inconstitucional. Pero es que tampoco tienen autoridad moral para hacerlo. Si hay alguien promiscuo en la vida es un policía. Se los digo con conocimiento de causa porque trabajé 15 años como médico en dicha institución y esos caballeros la tiene absolutamente clara a la hora de los idilios: son perros insaciables por naturaleza, con lujo de detalles.
Conocí generales que cobraban en especie los ascensos, abusando del poder, de forma infame. Algunas integrantes de la institución accedían voluntariamente. Allá ellas, pero esa práctica es abiertamente inmoral y delito. Aquellas que no, eran sometidas a retaliaciones, como por ejemplo trasladarlas a lugares distantes de sus viviendas. La que vivía en Soacha, pues la ponían a trabajar en Chía. En otros casos, las trasladaban a zonas de orden público, no por necesidades del servicio sino en venganza por la afrenta de no ceder a los requerimientos amorosos del superior. Y entre más alto rango, más influyen y atemorizan.
Todos tenían camas, música y trago en sus oficinas y armaban sus fiestas hasta altas horas de la noche. Y tenían integrantes músicos de la institución para tener a disposición tríos de cuerdas, conjuntos vallenatos e incluso orquestas, para ponerlos a trabajar hasta altas horas de la noche y luego rematar los festines satisfaciendo sus apetitos eróticos. Eso estoy seguro que sigue igual y no sólo en la Policía. En todas las fuerzas militares es lo mismo.
También los conocí con tres y cuatro amantes y a algunos de esos caídos de la borrachera soltando información confidencial a sus conquistas, que resultaron guerrilleras infiltradas. Bellas todas, porque eso si, nuestros policías tienen gusto exquisito. Y la insurgencia lo sabía y les enviaba verdaderas hermosuras a metérseles a las cobijas. Eso es práctica de 5000 años. Sirva de consuelo.
Es que el abuso de poder está enquistado en la institución desde su fundación hace más de 100 años, lo que sucede es que ahora se saben rapidito las cosas. Acuérdense de la comunidad del anillo. A nadie le debería importar si un agente de policía o un general es homosexual, o la capitana es lesbiana, pero en las fuerzas militares y de policía no sucede así, cualquiera de estos casos es causa de expulsión, gracias a la presencia de directores fundamentalistas y abiertamente clericales.
Esta barrida que hicieron los nuevos gobernantes logrará disminuir el problema en buenas proporciones. Pero las irregularidades persisten y no es fácil erradicarlas después de tantos lustros tolerando el abuso de poder, porque ellos garantizan a los políticos la estabilidad y no realizaciones de golpes de estado. Veremos en que paramos con este caballero