Estoy del lado de Francia cuando habla de “Todos, todas y todes”

Estoy del lado de Francia cuando habla de “Todos, todas y todes”

Ignoran todos, todas y todes que el lenguaje es una construcción social, cultural e histórica, que se lega de generación en generación. Es sano que cambie

Por: Wladimir Senegoyd Pino Sanjur
marzo 25, 2022
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Estoy del lado de Francia cuando habla de “Todos, todas y todes”
Foto: Instagram Francia Márquez

Luego del discurso inclusivo de Francia Márquez, donde se habla de todos, todas y todes, muchos amanecieron indignados por el maltrato al santo y bendecido Castellano, con vergüenza ajena, por aquello que lleguen a pensar los habitantes de la madre patria “súbditos de la familia Borbón” al escuchar fraces como “Mayores y mayoras”. La primera que vociferó su malestar fue la senadora del anacronismo “No confió en la ONU porque ahí está la Unión Soviética”, entre muchos colombianos amantes del idioma de Cervantes, quienes han utilizado las redes sociales para protestar por este mal uso del idioma, muchos con elegancia y mística, otros con insultos, discriminación y en ocasiones con una ortografía repudiable.

Ignoran todos, todas y todes que el lenguaje es una construcción social, cultural e histórica, que se lega de generación en generación y que, en ese viaje muchas de sus palabras mueren ahogadas en ese océano profundo cargado de simbolismo, mientras otras nacen en el seno de los nuevos sistemas culturales.

El ser humano como ser social siente la necesidad de relacionarse con otros y de identificar con símbolos universales (para la comunidad) el mundo que los rodea, es de esta manera como construye el idioma. La mayoría de las lenguas principales son el resultado de constructos culturales nacidos en el contexto histórico del patriarcado; es decir, bajo un sistema cultura que a la luz del diccionario Asilo, es el que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres y todo aquello considerado como 'femenino', con respecto a los varones y lo 'masculino', creando así una situación de desigualdad estructural basada en la pertenencia a determinado 'sexo biológico.

Es así como luego de la mezcla entre la lengua romana, germánica, árabe y las lenguas prerrománicas de la península ibérica, verbigracia el vascuence, nace el idioma castellano, todo con la intención de universalizar conceptos de manera simbólica y que permitiera una forma de comunicarse universal; pero todo esto viene preconcebido en el seno del patriarcado romano y árabe, donde el hombre es el centro de la sociedad. Es así como encontramos expresiones que simbolizan el todo de la humanidad, desconociendo e invisibilizando a la mujer: “El hombre que habitó estas tierras”, la expresión encierra masculino y femenino.

La mujer que fue relegada a los oficios domésticos y a la labor de cuidado (crianza de la prole) hoy se levanta, y reclama espacios de visibilización y en su propósito encuentra el idioma como una de las tantas barreras que se niegan a reconocer el nuevo rol que debe asumir la mujer en la sociedad, ni qué hablar del continuo de identificaciones de géneros que se salen del constructo social del binomio (hombre-mujer); por tanto, debe deconstruir el idioma para simbolizar la realidad de una manera incluyente y así universalizar el simbolismo idiomático, pero reconociendo la diferencia.

Es esto precisamente lo que hace Francia Márquez en su discurso: incluir a los excluidos y excluidas, darles voz a los enmudecidos y enmudecidas, mostrar a los invisibizados e invisibilizadas, a los que ella llama los nadie y las nadia. Apelar a la Real Academia de la Lengua como juez en un proceso de deconstrucción idiomática como mecanismo de reivindicación de esos, “ellos, ellas y elles” que fueron ocultados a la fuerza por el patriarcado, no es válido y raya en lo absurdo.

El mero hecho de citarlos es muestra de la ceguera que el idioma proyecta en las ideas de los hombres que impide ver la realidad evidente y que por ello se hace necesario este tipo de discursos para volver costumbre la dignificación de los que han sido condenados a la penumbra idiomática y social.

No en vano los jueces de la república en un sinnúmero de sentencias han conminado a los servidores públicos y agentes privados prestadores de servicios públicos por dar un ejemplo escribir en el diploma: “Abogada, ingeniera, contadora, etcétera”, por ser un derecho al género excluido de existir en las nominaciones de las profesiones o, por ejemplo, el género no binario en la cédula.

Todo esto porque hoy la sociedad entiende que el hombre no es el centro de la sociedad, sino una parte de un gran todo y que dentro de la dicotomía hombre-mujer existe un continuo de géneros autodeterminados y autoaceptados que deben ser visibilizados y respetados por la ley y las culturas, pues forman parte del constructo humano. Por todo esto aplaudo a Francia Márquez en su labor de hacer visibles a las mujeres, a los no binarios, a las comunidades afro, a los indígenas y a todos y los nadies y nadias que existen en la oscuridad idiomática y social, que se levanta como un muro que debemos derribar para poder observar con nitidez la realidad.

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