Leyendo un poquito de los diferentes artículos, que son importantes para usted y reflexionando sobre mi papel en ésta bella obra del magisterio y sobre mi trabajo en Los Arrayanes, estoy convencida de que mi escuela es un espacio en el que solo cabe la paz, el amor, la ternura, la alegría del saber, el entusiasmo por servir, el compromiso de ser y un permanente construir sueños.
Muchas locuras hemos realizado, pero considero que lo más grande que he logrado es provocar en mis guaguas el deseo de saber. Yo boté los apelativos de profesora, facilitadora, acompañante, orientadora y todos esos nombres que se da a los que estamos en las aulas, lo cambié por el de PROVOCADORA.
Me parece el oficio más bello. Todos los días llego a mi escuela y encuentro a mis chiquillos parados en el andén esperándome, miro sus ojos limpios, iluminados, vivarachos buscando en los míos, también felices de verlos, una nueva locura de amor. Buscan en mis manos que cosas diferentes les llevo cada día. Se "pelean" por cargar el maletín lleno de juegos y juguetes generalmente de materiales reciclados (Soy provocadora en el día y “recicladora” en la tardecita), que cada día les van a permitir usarlos y disfrutar el construir su conocimiento a través de esos juegos y esos juguetes que se pueden armar , desarmar , desbaratar y reconstruir.
Me esperan con propuestas de espacios o de aulas vivas en las que podemos aprender o resolver la pregunta que quedó flotando en el aire. Proponen, protestan por lo que no les parece adecuado, se sienten libres de expresarse sobre lo que están o no de acuerdo, debaten, hacen miles de cosas para resolver sus preguntas, leen todo: el viento moviendo las hojas, el canto de los pájaros, la luz del sol, la lluvia que riega el aroma los cafetales, las flores que dan alimento a abejas y mariposas, el lamento lejano de las hojas de cabuya cuando son talladas por las máquinas, la música cantarina del agua en la quebrada, el ir y venir de las gallinas y los cuyes peleando por el alimento en la cocina olorosa a humo y a café recién colado, el ir y venir de los adultos con sus herramientas al hombro en busca del sustento y el paso rápido de las mujeres cargando sus pesadas cantimploras con el almuerzo preparado con amor y con mucho afán porque tienen mil tareas en el hogar, el paso lerdo de los mayores en el camino, la ternura de los abuelos contando cuentos de miedo, enseñando con refranes, leyendas de duendes que viven en las chorreras, de viejas que atrapan a los que se embriagan en exceso y otros seres de su imaginario que son útiles para educar a sus nietos, componiendo coplas picaronas e historias de vida que se vuelven historias de héroes entre más generaciones las reciben en sus mentes y en sus corazones, todas éstas palabras bellas, siempre alrededor del fogón de la ternura y el afecto oloroso a agua de panela; el concierto de la vida. También con mucha alegría leen textos. ¿Que más le pido a la vida? Si, soy provocadora porque de todas esas cosas bellas, aprendo.
Lydia Souza WeichMaestra de Preescolar
Sede Bajo Arrayanes La Caldera Pasto. Acuarela Maestro: Pedro Rojas.
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