En tiempos del Frente Nacional, o se era azul o se era rojo, sin que existiera opción alguna para terceros colores. Cuando la ANAPO rompió ese cuadro al ganarse las elecciones de 1970, los dueños de los partidos tradicionales birlaron tal triunfo, lo cual llevó a su sector más consecuente, la ANAPO Socialista, a fundar el M-19.
De esa historia es hijo Gustavo Petro, como también el que le endilguen peyorativamente el calificativo de guerrillero, como si fuera deshonroso poner en riesgo la vida en defensa de las decisiones populares.
El Frente Nacional puso en alternancia presidencial a los partidos liberal y conservador y estableció el reparto milimétrico de todos los cargos públicos entre tales partidos. Ese hecho generaba espanto cada cuatro años entre los servidores públicos, independiente de su rango, pues la alternancia por arriba generaba, las más de las veces, alternancia por abajo, lo cual empeoraba al saberse que tan aberrante proceder se repetiría cuatro años más adelante.
Esa situación era tan dramática que hasta para gracejos daba. Alguna vez se le preguntó a un juez a qué partido pertenecía, y con el mayor desparpajo el funcionario contestó: Yo soy cuatro años liberal y cuatro años conservador, y seguiré fielmente así mientras haya Frente Nacional.
Hoy está ocurriendo más o menos lo mismo, aunque no tanto con la nómina oficial, como sí con el voto de los congresistas. Según la Ley de Bancadas, el voto está supeditado a lo que digan los estatutos del partido del congresista, que es como si estuviera supeditado a lo que digan sus máximos dirigentes. La consecuencia es que tales dirigentes serán los que decidan cómo deben votar los congresistas las iniciativas legislativas, y los congresistas supeditarse a tal decisión, a no ser que no les importe ser sancionados o quedarse sin aval para las elecciones siguientes.
El ejemplo más claro lo dio recientemente Germán Vargas Lleras, un delfín que ni siquiera fue candidato en las pasadas elecciones, pero a quien tal ley convierte en dueño de 27 curules, 11 en el Senado y 16 en la Cámara, con sus correspondientes votos. Y ni qué decir de César Gaviria, Efraín Cepeda, Dilian Francisca Toro, Álvaro Uribe y algunos pocos usurpadores más de los votos sufragados por liberales, conservadores, De la U y Cambio Radical, entre otros, que creyeron que votaban por los candidatos de sus partidos y no por los jefes de los mismos.
Mucho tienen que arreglar los actuales congresistas en la próxima legislatura. Desafortunadamente, dada la misma Ley de Bancadas, no lo harán, a no ser que a ello los obligue el pueblo desde las calles.