Así que, de momento, nada de adiós muchachos,
me duermo en los entierros de mi generación;
cada noche me invento, todavía me emborracho;
tan joven y tan viejo,
like a rollingstone.
-Joaquín Sabina-
Tienes cuarenta años. Has vivido en un país que no ha conocido un día en paz desde que llegaste al mundo. Eres hijo de un tiempo que llaman “El Conflicto”, bonito eufemismo para no decir que has nacido en una nación en guerra consigo misma, que ha tenido su campo de combate en el mismo campo de sembrar el alimento que llena el plato que luego te has de comer. Tienes cuarenta años y es cierto que hay días en que te sientes cansado, como un sobreviviente. No hay lugar de este país donde no duela la mirada.
En nuestra generación hay tristezas que nos cruzan y que nos han hecho estos primos, también, de la melancolía. Pero no hablo solo de la violencia que ha escrito con dolor y sangre titulares en tu biografía. Hablo, claro, de la niñez al arrullo de Josemiel y sus desgracias, la abeja Maya y Willie atormentados por gigantescos insectos en el bosque, digo de las angustias de Marco que cruzó montañas sacando a caminar su orfandad, el terror de brujas y demonios en los cuentos de los hermanos Grimm, el Coyote con la derrota marca ACME al final de cada capítulo… esa televisión infantil que nos tocó no era generosa en episodios felices, hay que admitirlo. No se extrañe cuando algún sicólogo le diga que por ahí empezó su trauma.
Tienes cuarenta años, miras la lista de los discos que más te gustaban cuando fueron recién publicados, mírala bien; todos esos títulos andan cumpliendo veinte años o un poquito más. Igual Nevermind de Nirvana que El amor después del amor de Páez, igual Jagged Little Pill de Alanis que Siamese Dream de Smashing Pumpkins. Suma el Achtung Baby de cuando U2 era U2 para no ir tan lejos o repasa Out of time de R.E.M. o quédate con Canción Animal de Soda Stereo. Enfrentémoslo: ya te escuchaste a vos mismo decir “Esto de ahora no es música, ¡música la de antes!” igual que lo hizo alguna vez tu padre delante de ti y el padre de tu padre delante de él. Razón tiene Santiago Roncagliolo cuando dice “las bandas que te gustan ya no vienen, regresan”. Somos el público ideal para los mercaderes de la nostalgia, no hay por qué resistirse.
Ah, si: yo también pensé hace años que el reguetón era una moda pasajera.
Joven es el que tiene la misma edad que vos o es un poquito menor, nos vemos bien en oficios que no piden corbata y usamos jeans porque las corbatas envejecen, hasta que caes en cuenta que los que llevan corbata hoy son los que fueron tus compañeros de curso ayer. Los mismos que tienen hijos y juegan fútbol en tiempos ojalá de no más de veinte minutos y en cancha chiquita por favor. Ahora que hablamos de fútbol: claro que aplaudes a James, a Cuadrado, a Bacca, a Ospina, a Falcao… pero lo cierto es que la formación de la selección que te sabes de memoria tiene a Higuita en el arco y al Pibe en el mediocampo. Y hoy día si quieres verlos en tv debes esperar el anuncio del próximo reality en el que los vayan a contratar.
Tu léxico ha cambiado, ya puedes escribir un nuevo diccionario. Seguro no entiendes algunas palabras de ahora y algunas tuyas califican —ay, dolor— como arcaísmos. Ya sabes qué implica en la vida práctica pronunciar palabras como DIAN y triglicéridos, ya sabes por qué son parte de la misma oración palabras como cesantías y crédito hipotecario. Y para leer la letra chiquita es mejor tener gafas porque ya te han visto ensayando distancias entre el papel y tus ojos.
Alguien te dijo que no te tomes la edad tan a pecho, que los cuarenta son los nuevos veinte —así como the orange is a new black— es el mismo que le dijo a aquella, hace diez años, que no se angustie que los treinta son la mejor época de la vida y seguro en diez años más le dirá a algún otro que los cincuenta son la flor de la vida.
Ya lo han certificado los que estudian asuntos como la edad: la percepción de la adolescencia tiende a alargarse cada día más.
Vas al espejo, te miras, estás solo, y ya quisieras decir la frase de Mun-Ra en los Thundercats y transformar ese cuerpo decadente —como diría él— en algo parecido a lo que muestra la publicidad que sigue obsesionada con vender juventud eterna en cada aviso que se anuncia ante tus ojos. Es la edad del yoga, del jogging, del feng-chui, de la cúrcuma, de la paprika… Lo tuyo ha pasado del escepticismo el politeísmo funcional: crees en todo aquello que prometa bienestar. Incluso tomas juguitos que se llaman así.
Ya pasó la fecha en que Marty McFly —Michael J. Fox— llegaba al futuro en 2015 en Back to the Future y vos viste la película cuando apenas llegaba al teatro. Y las patinetas no vuelan y la ropa no se seca sola y los zapatos no cambian solos de talla y tu estás aquí. Ya es el futuro para el niño que fuiste. Ya escuchas que dicen señor, que dicen señora, y no hay nadie en la fila que esté detrás de vos cuando compras la boleta en la taquilla. Las películas que estrenan ahora son remakes de las que viste cuando el mundo tuyo estaba todo por estrenar.
Sabes cómo era la vida antes de que existieran el celular y la internet, viste desaparecer igual al beeper que al betamax. Lo nuestro es la mediana edad, tan joven y tan viejo según lo quieras mirar. Hemos sido testigos y también protagonistas. Todavía está en nuestras manos la posibilidad de cambiar la historia del tiempo que nos tocó vivir. Son tiempos difíciles, no se puede negar. Ojalá seamos, también, la generación que tenga la posibilidad de compartir algo parecido a la paz.
@lluevelove