Nos han querido convencer que Macondo es un fiel reflejo de Colombia, y esa gran mentirilla la inventan o para que no glorifiquemos a Gabo, que tampoco es tan genio cuando lo que hizo fue la tarea fácil de pasar al papel una realidad, o para que no sintamos vergüenza de este país donde vivimos con una realidad tan nauseabunda, que para no verle la cara repetimos como loros simpáticos que Macondo es en últimas lo mismo que Colombia, ¿o era al revés?
Pero no es así. Una cosa es Macondo, donde a veces levitan las bellas mujeres o los imanes gitanos llegan a ser tan poderosos que son capaces de extraer de la tierra anillos olvidados durante decenios o, recordando y parodiando a nuestra patria, cuando Aureliano ve a su suegro hacer fraude electoral y decide levantarse en armas convertido en el coronel Aureliano Buendía.
Y otra cosa es Colombia. Todo lo que aquí ocurre nada tiene que ver con aquellos mundos inventados, lo que suena por estas tierras andinas son tenebrosas realidades que al mismo guionista de El Padrino dejaría sin habla. Veamos el prontuario semanal:
Un narco con un alias tan llamativo como Comba y quien supuestamente es de los gordos quiso, hace pocos años, junto con sus socios, someterse a la justicia. Para ello, en vez de hacer lo que supuestamente suena lógico hacer, esto es, hablar con las autoridades competentes, decide meterle charla al venezolano J.J. Rendón, quien mete en esta fiesta a Chica, un pequeño personaje con un gigantesco cargo, Alto consejero para asuntos políticos.
Y lo bonito del cuento es que “se reciben” doce millones de dólares. Así como se oye y se lee: doce millones de dólares. No hubo sometimiento a la justicia por parte de Comba y sus amigos, pero la duda es, ¿y de los doce millones de dólares, qué?
Uno y otro se echan la culpa a la vez que se sienten ofendidos y prometen interponer sendas denuncias penales de uno contra el otro.
J.J. Rendón sale corriendo de la campaña del presidente candidato, mientras Chica parece que deja el cargo que ocupa hoy: director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos, o dicho en pocas palabras, el encargado de la mermelada. Dejan sus pomposos cargos, y mientras el sillón del venezolano sigue tibio, el presidente Uribe suelta en la radio a los pocos días otra bomba bonita: J.J. tapó un hueco de la campaña de Santos en 2010 con la pendejadita de dos millones de dólares.
Y aquí no pasa nada. Si hubiera justicia, tal vez…
Por otro lado, ya en las tiendas de otra campaña electoral, en una oficina cualquiera del norte bogotano, un tipo que sabe mucho de computadores y sistemas y que se autodenomina hacker culto, es arrestado. ¿Los cargos? Algo así como jugar al ratoncito mentiroso en eso del Internet y las redes sociales y pretender convencernos que la tal paz habanera no es sino la entrega del país a los terroristas de las Farc y pide citas, gracias a la campaña del Puro Centro, con los medios, para hacerles caer en cuenta de lo perverso que es el Gobierno, que todo esto que ocurre hoy jamás hubiera pasado con Uribe. Ah, y que votemos por Zuluaga.
Y como con aquel que fue financiado con la plata de los narcos, el tristemente recordado Samper Pizano, quien dijo con un descaro fenomenal que todo fue a sus espaldas, Zuluaga acá también nos saca la metáfora del elefante y el gran presidente, el locuaz blablablá Santos, con tal de no hablar de los doce millones de dólares nos dice que la extrema derecha dice mentiras para envenenar al país.
Dos casos de esta semana. Uno gravísimo, altamente delicado, el primero. Demasiada plata sucia en inquietas manos. El otro, para mí, como de chiste.
Pero sea como sea, aquí no pasa nada.
…y hablando de…
Creo que hay pocas ciudades en el mundo con un servicio de taxi tan pobre como el bogotano.
Te llevan si les da la gana, cobran a su antojo, manejan como salvajes y si corres con mala suerte te hacen el paseo millonario.
Y cuando llega una compañía internacional, seria, que opera por todo el mundo, que tiene servicio de transporte que se solicita por celular cobrando al parecer algo más del taxi corriente, con vehículos operados con cortesía y amabilidad, ante las protestas de los primeros que no soportan ver a similares más bonitos y mejor cuidados, pues las autoridades no tienen solución diferente a decir que los segundos son ilegales.
El caos es legal. Las cosas bien armadas son ilegales.
La lógica del absurdo, en caso de pensar que en todo esto haya algo de lógica.