Yo creo que hoy este anuncio apenas puede sorprender a algún lelo, y sin embargo cuando hace año y medio Héctor Béjar se lo hizo al corresponsal del diario Página 12 en Lima le debió parecer a todo el mundo una auténtica exageración. La respuesta visceral e irreflexiva de quien todavía no acaba de encajar el golpe que el día anterior le había propinado Guido Bellido - el jefe del flamante gabinete del presidente Pedro Castillo – pidiéndole la renuncia al cargo de Canciller de la república para el que el propio Castillo lo había nombrado el 28 de julio de 2021, apenas tres semanas antes.
Los hechos ocurridos desde entonces han venido a darle la razón a este notable intelectual de izquierda que, en dicha entrevista, además de hacer esta advertencia profética, detalló con precisión sorprendente la estrategia que puesta en marcha por la derecha para derrocar a la mayor brevedad posible al presidente Castillo, cuya inesperada victoria electoral la había sorprendido. Y preocupado: su programa electoral incluía la convocatoria de una Asamblea constituyente con el propósito de desmontar el régimen neoliberal implantado por la Constitución de 1994. E irritado: Castillo, un maestro de escuela rural de la Sierra, cholo para más Inri, pretendía mandar en la Lima blanca o que pretende serlo.
La estrategia de la derecha- vaticinó Béjar – “es primero hacer que el gobierno se desembarace de su izquierda más radical, cosa que el gobierno ya está haciendo; dividir al gobierno, que es una especie de alianza entre radicales y moderados; y cuando esa división esté establecida comenzar a atacar a los grupos más moderados de la izquierda que están en el gabinete y sobre la base de este ataque chantajear a estos grupos giren a la derecha. Si no lo logran buscarán sacar al presidente Castillo”.
Dicho y hecho. La defenestración de Béjar, fue el primer gesto con el Castillo quiso aplacar a la derecha, que desde el momento mismo en que se dio la noticia de su nombramiento movilizó al poder mediático a su servicio para que desencadenara una abrumadora campaña de desprestigio en su contra que, aparte de fake news, fue alimentada por la demanda judicial presentada por la Marina porque en una entrevista concedida meses antes de su nombramiento, Béjar había afirmado que el terrorismo de Estado fue iniciado en los años 70 del siglo pasado por los oficiales del cuerpo que atentaron contra aquellos comandantes que por entonces apoyaban la reforma agraria y la política de dotar al Perú de una poderosa industria pesquera del general Velasco Alvarado.
Pero esta concesión, que significaba renunciar de hecho al desmantelamiento del Grupo de Lima y al reconocimiento del gobierno de Nicolas Maduro, no sirvió de nada. Por el contrario: fue interpretada como un signo de debilidad del Gobierno que dio luz verde a una brutal campaña contra el mismo, en la que se utilizó sin ningún tipo de miramiento al Congreso, a la Fiscalía y desde luego al poder mediático. El Congreso vetó una tras otro a los ministros claves del gabinete de Castillo, hasta el punto de paralizar de hecho al Ejecutivo; la comisión constitucional bloqueó de manera inconstitucional el proyecto de ley para convocar un referendo sobre la conveniencia o no de convocar una asamblea constituyente, e inclusive le negó el permiso para viajar al extranjero a la posesión del presidente Petro. Y admitió a trámite nada menos que tres mociones de vacancia – o sea de destitución de Castillo - en el año y medio que duró su gobierno. ¡Un récord histórico-universal! La fiscalía por su parte incoó u orquestó procesos por corrupción contra Vicente Cerrón, el líder de Perú libre – el partido político que postuló la candidatura a la presidencia de Castillo -, contra el presidente Castillo e inclusive contra Dina Boluarte, por entonces la vicepresidenta.
Fue tan apabullante esta campaña de cerco y aniquilamiento que Dina Boluarte declaró, semanas antes de que el 7 de diciembre pasado la tercera de las mociones de vacancia fuera aprobada por el Congreso: “Desde que iniciamos la gestión con el presidente Pedro Castillo en este gobierno popular, hemos sentido que el parlamento quiere guiar el rumbo del gabinete, porque no cesan de interpelar y censurar a diversos ministros. El congreso se quiere convertir en el Ejecutivo, quiere hacer de un gobierno democrático un gobierno parlamentarista o el gobierno totalitario de un parlamento”.
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Nadie pudo prever que ese 7 de diciembre, Pedro Castillo, se quitara su pintoresco sombrero, se pusiera saco y corbata, se ciñera la banda presidencial y grabara un mensaje a la nación en el que disolvía el Congreso
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Lo que ni Héctor Béjar ni nadie pudo prever y ni siquiera en la víspera, es que ese 7 de diciembre, Pedro Castillo, se quitara su pintoresco sombrero, se pusiera saco y corbata, se ciñera la banda presidencial y grabara un mensaje a la nación en el que disolvía el Congreso, decretaba el Estado de emergencia y convocaba a las elecciones de la tan anhelada Asamblea constituyente. Fue un suicidio político, porque lo hizo en frio, sin el respaldo de las masas populares movilizadas en la calle y obviamente sin el respaldo de la Fuerzas Armadas ni de los poderes fácticos. Lo único que consiguió de inmediato fue que fuera aprobada por una mayoría incontestable la tercera moción de vacancia, que estaba previsto votar esa misma tarde. Y dar motivo para que lo apresaran y que un juez en un juicio exprés, fulminante, lo condenara a año y medio de prisión.
Queda por saber si a Dina Boularte, quien fuera su vicepresidenta, le van a permitir terminar su mandato o por lo menos ejercerlo hasta las elecciones presidenciales que ella quiere adelantar. Podría ser, porque ella, que era de Perú Libre, ya había dado los pasos suficientes para convertirse en una de esas figuras moderadas de las que hablaba en su lúcido pronóstico Béjar. Pero el aplastamiento manu militari de las protestas populares y la intransigencia de la derecha permiten abrigar serias dudas sobre la posibilidad de que si quiera afloje el cerco político, judicial y mediático que desquició a Castillo. “Dina Boluarte, la presidenta que el Perú no eligió”, el titular con el que el diario El País de Madrid informo de su ascenso al cargo me resulta ominoso, premonitorio.