Esto está que se rompe
Opinión

Esto está que se rompe

Por:
noviembre 27, 2014
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Cuanto deja entrever el curso de los últimos acontecimientos relacionados con la negociación de una Paz efectiva y real para Colombia, es que el Gobierno que la prometió, inició conversaciones al respecto, buscó garantes, salió por el mundo a recaudar donativos para financiarla y, en un dos por tres, fabricó una Mesa en La Habana para sentarse con la contraparte a negociar el fin de la guerra, Farc-EP, le va a sacar el bulto al asunto.

Si por física incompetencia de cumplir puntualmente los acuerdos a los que pudieren llegarse sobre la agenda puesta en discusión, tal vez sea una razón. Otra, por el saboteo que las FF. AA. y ministro de Defensa hacen con obstinado escalamiento, utilizando las diferentes formas de lucha que la ocasión va presentando, entre las cuales a la retención sin violencia, aparentemente concertada y voluntaria del general Alzate, le siguió el cruento asalto a Gorgona.

Una más, aparentemente muy subjetiva pero de sentir en el colectivo nacional, es que Santos nunca se tomó seriamente la negociación de la Paz como el  hecho político que dicho suceso suponía y sí como el elemento de distracción para imponerla por la vía militar, en la creencia de que la guerrilla estaba aniquilada y solo era cuestión de mínimos tiempos para rendirla.

Es probable que la seguidilla de bajas que como ministro de Defensa de Uribe le propinó Santos a la guerrilla en su cúpula, ya como presidente le hubiese creado un falso triunfalismo en la vía militar para derrotarla, someterla e imponerle una especie de pax romana, a todas luces poco posible en el tipo de guerra que confronta a Estado y guerrilla.

Cualquiera haya sido el pensar de Santos sobre el fin del conflicto al cual él, enhorabuena, le dio naturaleza de tal, la sensación que nos queda a tantos y muchos colombianos, es que se le fueron las luces hasta apagarle la visión de estadista que su solución política demandaba.

Así las cosas y pese a que este intento de acabarlo ya da trazas de estrangularlo, la película de la negociación del fin de la guerra de escaramuzas y baja intensidad que libran Estado e insurrección levantada en armas, no debería interrumpirse.

Que a un general del ejército regular lo haya tomado prisionero, por voluntad o fuerza, el contrario, o viceversa, obedece al devenir de las guerras desde que estas son, pues entre fuerzas beligerantes esas son las lógicas de una confrontación declarada y reconocida como tal.

Apenas si era de esperar que conforme se negociaba en La Habana el fin de la nuestra de cincuenta años sin cese bilateral del fuego, su desarrollo en el terreno de la confrontación armada esporádica, propia de la guerra de guerrillas a la que obedece la estrategia de las Farc–EP, y de todas las guerrillas que optan por la vía armada como  alternativa de cambio, la cosa presentaría complicaciones y audaces provocaciones en el campo militar.

En una guerra, independiente de cuál sea su nivel de escalamiento, la retención de combatientes de un bando por parte de su opuesto, es un acto normal y de común ocurrencia, así como su intercambio  conforme protocolos humanitarios o simplemente por acuerdos convenidos en el fragor del tiroteo.

En el caso de la nuestra de medio siglo, prisioneros se hacen todos los días uno y otro ejército. De algunos, generalmente de los del regular se sabe, se canjean o simplemente se le entregan a un organismo humanitario de esos que hacen de buenos samaritanos. De los otros, los de la insurrección, nunca se sabe o simplemente se registran como bajas.

Son las dinámicas cuantitativas de la guerra y poco alteran su rumbo en tanto esta no se asume como conflicto político susceptible de negociar para terminarlo o, como la corrupción en Colombia, reducirla a sus justas proporciones.

Que un general de los soles de Alzate, haya sido retenido por el enemigo, es tan de la dinámica de la guerra que no alcanza a ser razón suficiente para dinamitar los puentes del diálogo que ponga punto final a nuestra matazón. Del mismo modo que no lo son las bajas de los comandantes guerrilleros o las operaciones militares en sus teatros de operaciones.

De no estar como inamovible una negociación del fin del conflicto colombiano sin cese bilateral del fuego, lo más probable es que ninguna de las situaciones que hoy determinan la suspensión de los diálogos, retención de un general, se habría dado, pues la Mesa de La Habana giraría en torno de lo político, como debe ser, y no de los éxitos militares y los pregones de guerra que a diario vociferan los ejércitos enfrentados.

Que “el compromiso de Paz de las Farc  está a prueba”, es claro, pero también de parte de Santos es pertinente aplicar este predicado en momento crucial para la paz de Colombia.

Y, aunque no nos guste remitirnos a la historia de nuestras tragedias, es mejor despejar una zona para liberar a los secuestrados en poder de la guerrilla, que intentar un rescate que nos repita la de Guillermo Gaviria Correa y Gilberto Echeverri Mejía. Y no es “entreguismo” ni sometimiento a la guerrilla.

Poeta
@CristoGarciaTap
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