Mientras en Washington, Estados Unidos, el pasado domingo 11 de septiembre conmemoraban con tristeza y lágrimas de dolor los 21 años de aquellos letales ataques terroristas cometidos por 19 extremistas de la red Al Qaeda, el 11 de septiembre, pero de 2001 a las 8:46 a. m., cuando cuatro aviones llenos de pasajeros apoderados por el mencionado grupo terrorista los usaran cómo misiles, para luego estrellarlos contra el Pentágono y las torres gemelas del World Trade, dejando como saldo a 2,977 personas muertas, en Barranquilla, Colombia, llegaba al mundo el fruto de mis sentimientos: “El gran” Iván Leonardo Meneses, ese hijo que después de haber estado yo, tres meses internado en la clínica del Prado, el 23 de mayo del 2017, día en el que cumplí 30 años y en dónde estuve en estado de coma profundo con respiración mecánica, una traqueotomía y desahuciado por los médicos que me detectaron neumonía en mis vías respiratorias, enfermedad que apagó mi voz y cerró mis ojos durante diez minutos, es el resultado de la sanación y salvación que Jesús me otorgó.
Horas antes, en mi agonía le pedía a Dios que tuviera misericordia de mí, suplicándole a Jesucristo que no me dejara morir porque aún estaba joven y deseaba seguir ejerciendo el periodismo y tener mi propia familia, ya que años atrás fracasé en relaciones amorosas con mujeres a quienes le entregaba mi amor y corazón, pero éstas no lo supieron valorar hasta tal punto de devolvérmelo hecho pedazos.
“Vidita”, (pequeña vida), como amorosamente mi esposa Janin Cicero y yo llamamos a nuestro primogénito, nació hace un mes en la clínica la Asunción a las 6:50 de la mañana, desde entonces mi vida a dado un giro de 360° lleno de felicidad, paz, armonía y amor.
A parte de darle mi apellido, decidí bautizarlo con mis nombres para dejar en esta Tierra el día en el que Dios me llame a su reino, mi continuidad.
A mi muchachito, no le prometo ser el mejor padre del mundo, pero si le aseguro que el ejemplo mío es mi difunto padre, Régulo Meneses y el ejemplo de él seré yo, su papito.
Despertarme todas las mañanas y saber que mi madre, mi esposa Janin, mis hijos, mis sobrinos y mis hermanos están también despiertos y a mi lado, es una bendición misericordiosa de la cual vivo muy agradecido.
Con la llegada de este nuevo integrante a la familia, aumenta mi fe y esperanza a Dios. La oración constante nos proporciona grandes respuestas del padre celestial.
Hace seis años, Dios me bendijo con mi primer hijo, Iván Andrés Meneses, ese muchachito que también amo y llevo en mi corazón, quien nació de la relación que tuve con su madre hace un tiempo.