Corrían los últimos meses de 1998, yo era el presidente y dueño de la agencia de publicidad en Panamá: Alfonso Acosta Advertising.
Mi principal cliente era una empresa dedicada a la importación de equipos audio y video en la zona libre de Colón-Panamá, llamada “Audiofoto”.
Simón Abadi, era su presidente y además amigo personal.
Un día, Simón me llamó y me solicitó crear y realizar un mensaje en el que se comunicara que “Audifoto” se había integrado como patrocinador a una sociedad de empresas panameñas, que aportaban fondos para la Teletón y la lucha contra el cáncer infantil.
Me reuní con una dupla mi equipo de trabajo Ángel Cornejo y Yuri Samaniego. Realizamos la correspondiente historia para televisión de 30 segundos “Tormenta de ideas” y al final de la noche teníamos lista esta idea: En un barrio de clase alta de Panamá, se escuchaba la algarabía y la bulla clásica de una fiesta infantil. Varios globos de colores se soltaban del interior del patio de la lujosa casa y flotaban hacia el cielo azul de una tarde se sábado.
Aunque no se veía la fiesta, la cámara desde afuera mirando fijamente la casa escuchaba como el payaso animador en su clásico tono decía: "Y ahora, el premio ganador de la fiesta de disfraces es para…el pirata!" Justo en ese momento aparecía caminando afuera, por la calle, Esteban. Él era un niño de 9 años, humilde, moreno, delgado, quien caminaba apoyado en muletas a falta de pierna izquierda, y en su rostro triste, tenía un parche tapando su ojo derecho.
Parecía un pirata de barco antiguo de esos de muleta y parche en el ojo.
El parche se lo había puesto yo, era parte de la indumentaria raída y pobre que lucía Esteban como actor del comercial que tenía como concepto central la analogía del pirata (parche en el ojo y pata de palo).
Pero en efecto si le faltaba su pierna izquierda porque Esteban era un niño panameño, humilde del interior del país que tenía cáncer.
Yo había seleccionado a Esteban como actor porque en la selección de casting en la entrevista que le hice, me dijo mirándome a los ojos que él quería hacer el papel de pirata porque quería ayudar a todos los niños que padecían esta desgraciada enfermedad.
Eso me partió el alma y me convenció.
Así que llegado el día de la filmación, lo pusimos frente a las cámaras y las luces de la calle donde filmábamos “la fiesta de cumpleaños”. Él justo entraba a escena cuando después de ver volar los multicolores globos al cielo, el payaso decía que el ganador del mejor disfraz era el pirata.
Esteban caminaba lento apoyado en sus muletas. Tenía el parche en el ojo, una camiseta sucia y una apariencia “descuidada”. Con una mirada hacia la fiesta y luego hacia los globos que subían, su cara era tan triste, que todos en en set entendimos que para Esteban no era una actuación de un comercial.
Nuestro silencio y respeto era conmovedor. Ni siquiera los curiosos alejados por cintas de la policía se atrevían a hablar.
La única voz que se escuchaba era la mía porque lo tenía que dirigir.
Esteban se alejaba de la casa y la algarabía lentamente y de espaldas, mientras se escuchaba una voz diciendo:
“Para algunos niños la vida no es una fiesta…es una tragedia permanente”/ “ Audiofoto apoya la Teletón y a la lucha contra el cáncer infantil”/ Logotipo y cierre.
Comercial de televisión de 30 segundos
Fue tal el éxito del comercial en lo que a publicidad se refiere que la Teletón ganó casi el doble de lo estimado en recaudación.
Pasaron unos días y llamé a Simón, mi cliente de Audiofoto y le propuse que entre su empresa y la mía, le compráramos una prótesis de pierna ( de la rodilla hasta el pie) para donársela a Esteban como un regalo sorpresa y de profundo agradecimiento.
Dicho y hecho.
Al mes de haber filmado el comercial y de estar en boca de todo Panamá, hicimos personalmente y en silencio todas gestiones para que Esteban tuviera su prótesis.
Y el gran día llegó: fuimos hasta el interior del país, trajimos a Esteban y su señora madre. Lo llevamos al Instituto Ortopédico Panameño, donde apoyado en muletas entró a una sala especial donde lo esperaban médicos ortopedistas.
Simón, la madre de Esteban, un empleado que fungía como conductor en mi agencia y yo, esperábamos afuera en silencio.
De pronto, yo salí corriendo del lugar como un loco ante la sorpresa de los demás y corría por la calle buscando un almacén donde vendieran ropa para niños. Gracias a Dios conseguí uno abierto a esa hora de la ya casi noche, y le compré un "blue jean" de su talla.
Me devolví corriendo sudoroso, entré agitado al lugar y se lo envié con una enfermera. Al rato Esteban apareció por la puerta caminando sobre sus dos pies, y con su pantalón jean de hombrecito.
Yo he recibido muchos premios en publicidad, pero ver a Esteban caminando hacia su madre, sobre sus pies y con un blue jean puesto, ha sido sin duda alguna el mejor premio que he recibido.
Mantuvimos lo hecho en confidencialidad.
A los tres meses, recibí una llamada de la señora madre de Esteban, quien me informaba que había fallecido a causa del cáncer.
Cerré la puerta de mi oficina con seguro y lloré toda la tarde y recuerdo que la noche también.
Pero, al pasar el tiempo, hoy me siento inmensamente orgulloso de saber que Esteban desde el cielo está disfrutando de una verdadera fiesta, con más amiguitos, y que es un angelito que cuida de mí, todo el tiempo.
¡Te quiero, pirata!
