Ya en tiempos pasados se ha hablado de esta teoría del decrecimiento, de hecho en uno de mis libros (LOCOMBEIA) hablo sobre esta hipótesis propuesta por un francés Latouche y que tiene sus orígenes por allá hace treinta años, producto del acelerado cambio climático advertido por eminentes científicos y cuya celeridad es alarmante.
La devastación del entorno, la forma voraz del sistema capitalista que destruye lo que encuentra a su paso y la obsolescencia programada igualmente tienen que ver con este entuerto, pues las mismas empresas fabrican sus productos para ser remplazados con prontitud, sin importarles las islas de basura que ya flotan por todos lados del mar.
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Es quizás una utopía plantear esta singularidad porque entre más pasan los días más ambicionamos crecer, pero la única forma de salvar el planeta es desacelerando esa enorme cantidad de cachivaches que compramos, ralentizar el crecimiento y ser conscientes de nuestra huella en la tierra, volcarnos a productos más benignos y naturales, y eso solo lo da la educación.
Por eso en un país amarillista y bastante mal informado como el nuestro se burlan de lo propuesto por la ministra, que, sin yo conocerla, ni serme afecta, entiendo lo que quiso expresar… lo duro será llevarlo a cabo, cuando todo en el mundo es competencia:
Listo, nosotros nos sacrificamos, renunciamos a producir, a contaminar, pero, y China, y Rusia, y Estados Unidos ¿lo harán?, creo que ahí está el dilema ¿de quién son los costes?
El gobierno Petro asume una contradicción soberbia; por un lado, indica que aspira desarrollar el capitalismo, industrializar a Colombia, y por el otro lado manifiesta que quiere proteger el medio ambiente y también llevar a la práctica esta teoría del decrecimiento.
Con energías “limpias” se supera algo el escollo, pero para su plan ambicioso necesitará destruir el medio ambiente y desarrollar exponencialmente la industria que traerá crecimiento y consumo, –contrario a lo que expone la teoría planteada–.
Ahora bien, el enfoque de la ministra de minas y energía, Irene Vélez, es el medio ambiente: ha estudiado los conflictos agrarios y ambientales, comprende que tiene una papa caliente, es filósofa de la nacional y sabe de la psiquis que bordea el ser humano, sus procesos complejos y observa que el paradigma de la explotación, del consumo del petróleo y del crecimiento, está muy arraigado en el subconsciente colectivo de la masa elemental.
Esto fue aderezado en Colombia a partir de los años setenta y ochenta del siglo pasado con el narcotráfico, la moda de ganar dinero fácil, de derrochar y aquella cultura de centro comercial, avivada en los años noventa y primera década del siglo XXI con telenovelas sobre la mafia y la vida vana y superficial.
Es decir, ha sido todo un constructo que predispone la intolerancia hacia una ministra que les dice en la cara a los Colombianos que hay que cambiar de procederes que hay que buscar otras alternativas, no solo de energías más acordes con el ambiente, sino de modelos económicos y sociales que no nos trasladen a la catástrofe como especie.
Amanecerá y veremos cuáles serán las estrategias de este gobierno para la lucha climática, porque el territorio está plagado de minería ilegal y miles de personas sobreviven del sustento diario que dan estos trabajos ilícitos, la regulación como tal no sirve ya que en Colombia hay una importante anomia del sistema normativo y las personas ven en ello solo el tema crematístico, sin tener caletre para ir más allá y recapacitar en el daño proporcionado a la tierra.