A partir del próximo 12 de junio la pelota va a estar rodando en la tierra de los pentacampeones del mundo. El evento deportivo más importante del planeta, va a llenar de gloria a algún combinado nacional hacia mediados del séptimo mes del año. 5 selecciones de nuestro continente van a estar cumpliendo la cita más importante que un país, donde se respire el fútbol, puede llegar a tener. Brasil (el anfitrión), Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador y Colombia van a detener durante un mes los corazones de todos su países, alrededor de un objeto de la misma forma del mundo, disputando una de las ediciones con mayor mística de los últimos tiempos en la historia de los mundiales. Y sí, no es lo mismo jugar un mundial en Japón, Rusia, Sudáfrica o Qatar a jugarlo en la tierra donde el jugador de fútbol, con magia, crece como el césped. Aunque las rivalidades, deportivas, entre varios países de América del Sur son enormes, estas letras son un llamado a la hermandad entre los pueblos vecinos.
Aunque mis palabras pueden sonar ilusas para algunos, del peor de los "pechos frío" para otros o valiosas para los demás, tengo un sueño para este mundial. Mi anhelo más sincero es que no vaya a ganar ningún equipo de otro continente. En esta fiesta, hay un dueño claro que es la selección conducida por Neymar, pero los demás países del continente descubierto por Colón, en 1492, somos una especie de "compadres" del dueño de la casa. España, Alemania, Italia, Francia, Inglaterra, Portugal, Holanda, entre otros, son los invitados y por esta razón, lo mínimo que podemos hacer es atenderlos como se lo merecen. No quiero ver a un europeo dando la vuelta olímpica en el Maracana. Sería maravilloso ver a Messi, James Rodríguez (por encima de cualquier otro), Alexis Sánchez, Luis Suárez, Antonio Valencia o David Luiz con el trofeo en sus manos. Esa copa con tanta historia, seguramente, no luce bien en manos de Ronaldo, Müller, Iniesta, Pirlo, Robben o Benzema. Este mundial debe ser de nosotros, y sí, cuando digo nosotros hablo de Sudamérica como tal. Que el título, de cualquiera, sea el paso inicial para empezar a tener esa unidad que tanto nos falta y por la que, en muchas ocasiones, no podemos desarrollar al máximo nuestras capacidades como familia grande que somos.
Basta de ver en las calles de Buenos Aires, Santiago, Montevideo, Bogotá, Quito y Río de Janeiro a sudamericanos con la camiseta de Alemania, España o Italia. Apoyemos a los hermanos, no a los extraños. Aunque se ve difícil, nada es imposible. Me parece más descabellado ver a un porteño gritando en favor de Iker Casillas que de Diego Forlan. Como pueblos hermano que somos, nuestro anhelo e interés común, debe ser que la copa del mundo de la FIFA quede en las vitrinas del continente y no que veamos como nos pintan la cara, como toda la vida, los habitantes de tierras lejanas. Unidos seremos potencia, solos seremos olvido.
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