El sábado en la noche tuvimos la excelente noticia del regreso de la luz a Tumaco, Barbacoas, Magüi Payán y aldeas circunvecinas. Lo que no nos dijeron es cómo ha vivido esa pobre gente, sin energía eléctrica, en el clima de la selva Pacífica, prácticamente durante un mes. Cuando a Guacho se le da la gana, vuela torres de transmisión y deja a los pescadores sin faena, a la gente sin comida, a los niños sin escuela, a los hospitales sin salas quirúrgicas. Así viven doscientos cincuenta mil compatriotas nuestros.
En el Norte, frontera con Venezuela, en una tierra feraz y generosa, otros cientos de miles, asentados en seis municipios de lo que llamamos el Catatumbo, la están pasando peor. Porque un grupo de estos narcotraficantes, los mismos de todas partes, han resuelto que los moradores no salgan de sus casas, que las tiendas y mercados no abran sus puertas, que los colegios y los hospitales se cierren, que los carros y camiones no transiten. Y como su palabra es la Ley, a falta de otra mejor, eso es lo que ocurre, mientras el Ministro de Defensa proclama, desde Bogotá, con saco y corbata, muy orondo, que todo está bajo control. Los de allá replican, cuando replicar pueden, que cómo se nota que el señor ministro no ha pisado la región.
Sin la espectacularidad de estos casos recientes, en el Bajo Cauca Antioqueño no se vive mejor; los de Arauca no tienen sosiego; los del Chocó, negritos adorables, trabajadores y queridos, son súbditos de los bandidos; como los habitantes del Putumayo y el sur del Huila; como los del sur del Tolima y los del Guainía, el Vaupés y el Vichada. Para qué alargar la lista. Como los de la mitad de Colombia, como pasaba antes de que posesionado del cargo el Presidente Uribe devolviera a todos la seguridad, el orden institucional, el derecho a vivir.
Quedó en evidencia que las Farc firmaron la paz para delinquir sin estorbos. Jesús Santrich espera en la cárcel que las cortes hagan posible su extradición a los Estados Unidos. El Presidente Santos alcanzó a advertirle, a través de un empleado de ambos, de la Unidad Nacional de Protección, que lo iban a detener. Y tuvo tiempo para borrar computadores y tabletas; para destruir documentos y ocultar celulares; para prepararse, en una palabra. Pero la DEA tiene dos mil horas de grabaciones y testigos de excepción, hueco por donde se van estos amigos de los Santos.
Los bandidos de las Farc ya tomaron providencias. El famoso Paisa, el mismo que nos quiso asesinar en las calles de Bogotá; el mismo que voló el Club el Nogal, con doscientas víctimas, entre muertos y heridos; el mismo que asesinó a sangre fría concejales en Huila y Caquetá; el mismo que asaltó Neiva y se llevó de ella a los que quiso llevarse; el mismo que secuestró doce diputados del Valle del Cauca, de los cuales once nunca volvieron a sus casas; y el que asesinó toda la familia Cote en una carretera y a un exgobernador del Caquetá en su casa, ya volvió al sitio de sus fechorías y preferencias. Está listo para lo que viene.
Márquez sabe que la DEA tiene más de lo que necesita tener
para que algún juez de los Estados Unidos lo pida en extradición
y se hizo fuerte en sus territorios de siempre
Alias Iván Márquez, con condenas judiciales en firme por más de quinientos años, el espantable asesino que más ha perorado sobre Paz y Democracia en los últimos seis años, también tomó las de Villadiego. Sabe que la DEA tiene más de lo que necesita tener para que algún juez de los Estados Unidos lo pida en extradición y se hizo fuerte en sus territorios de siempre. Y lo mismo harán, en cualquier momento, los Pablo Catatumbo y Pastor Alape, los Romaña y Pacho Chino, los Calarcá y Granda, Fabián Ramírez y Joaquín Gómez, porque todos se saben próximos a correr la misma suerte. Que no se posesionarán de senadores y representantes, está claro. Si Santos los deja huir, depende del miedo que le tenga a Trump. Se sabe que el Presidente de los Estados Unidos agota lo que tenga de paciencia. Ya lo advirtió un tal general Naranjo, vicepresidente de esta Patria amada.
Mientras tanto, el contrabando mata la industria; la industria muerta hace morir el empleo, en especial el de los jóvenes; el fisco no recauda y como no recauda le deja al sucesor de Santos un paisaje de miseria; y alumbra en el horizonte el tropel de “chicharrones” como el pueblo llama los desfalcos colosales que este gobierno, el más corrupto de la Historia de América, dicho sea con la venia de Maduro y de la memoria de Chávez, deja sin resolver al próximo pobre hombre que se posesionará de Presidente el 7 de agosto venidero. Para que se dedique a la compleja tarea de apagar las llamas de este infierno.