El pasado martes 25 de enero, frente a las instalaciones de la Central Azucarera del Tachira (CAZTA), más de 80 manifestantes decidieron bloquear la vía que conducía al vecino municipio de San Antonio. La protesta, liderada por Alejandro García, alcalde de Ureña y que incluyó volteada y quema de autos, se daba por la situación de desabastecimiento y los continuos apagones que vive desde hace varios meses esta zona fronteriza. El estado del Táchira ha sido, en los 18 años que lleva el chavismo en el poder, un importante bastión de la oposición y por esa postura política los tachirenses están convencidos que el oficialismo los desprecia.
La Guardia Nacional disparó algunos gases lacrimógenos pero la manifestación lejos de atenuarse crecía con el paso de las horas. Lo único que logró dispersarla fue la aparición de cinco motos conducidas por hombres encapuchados. Cada una de ellas llevaba un parrillero que blandía, de manera amenazante, una pistola en cada mano. Entre los manifestantes se regó el rumor de que eran Los Tupamaros, una fuerza de choque creada en 1992, año en que Hugo Chávez hizo su fallido golpe de estado al entonces presidente Carlos Andrés Pérez y que desde esa época se ha convertido en un incondicional defensor de la revolución bolivariana.
Debido a la tensión que se respira en el vecino país el MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amarú) nombre con el que también se les conoce, ha vuelto a cobrar relevancia. El 12 de febrero, Juan Montoya, uno de sus líderes más veteranos, fue asesinado en plena manifestación. Existen rumores que desde ese día la orden que tienen Los tupamaros es la de vengar al “Camarada” caído y que por eso es que han salido a la calle, armados hasta los dientes, a atacar con toda su fuerza de choque a los odiados “Boliburgueses”
Su líder absoluto es Alberto “Chino” Carías, un hombre de las entrañas del 23 de enero, la populosa barriada caraqueña que durante décadas tuvo que soportar el desprecio y después el olvido de los elitistas partidos políticos que gobernaban Venezuela. “Mi abuela me sacaba a la calle y me mostraba el lugar donde vivíamos, lleno de casas de cartón, como lo que decía Alí Primera en su canción, y ella me decía “tienes que salir vivo de este cerro” – Recuerda este hombre de 57 años.
Desde muy chiquito fue un inconforme y se acostumbró a luchar por causas perdidas. A los 12 años se enroló con el entonces grupo guerrillero Bandera Roja –hoy en día férreo opositor de la revolución bolivariana- Uno de sus integrantes más estimados, Tito Gonzáles Heredia, fue abaleado por la policía. En represalia los guerrilleros pensaron colocar una bomba en una iglesia de Caracas. El encargado de efectuar esta misión fue Alberto. Este era un trabajo muy delicado, que necesitaba experiencia, por eso él no supo controlar las mechas y alcanzó a salir corriendo antes de que la explosión le rompiera el rostro. Salió volando con santos y todo. La policía lo recogió ileso y sin respetar su corta edad lo sometieron a la ferocidad de la macana eléctrica. Los agentes de la ley usaban la tortura como método durante la IV República.
Tal y cómo se lo prometió a su abuela, “El chino”, logró salir vivo del cerro. A los 18 años se separó, por cuestiones ideológicas, del grupo 14 de agosto que venía a ser el brazo militar de Bandera Roja. Según él “El movimiento daba un peligroso giro hacia la derecha” y Alberto, que no creía en pactos ni en diálogos necesitaba acción. Con otro grupo de disidentes fundó el Partido Obrero Revolucionario Campesino, que de esto último no tenía nada ya que todos sus integrantes eran y vivían en Caracas. En la corta vida de este grupo alcanzaron a robar varios bancos, pero, cuando intentaron tomarse el Mercantil, la policía les dio un golpe muy duro y la mitad de sus integrantes fueron masacrados por la fuerza pública. Desilusionado por el fracaso, ingresó, con sus compañeros de guerrilla sobrevivientes a la Universidad Central de Venezuela en donde estudió Filosofía. Lejos de quedarse quieto al segundo semestre de estar allí convence a algunos estudiantes y forma el grupo “La lucha continúa” en dónde peleaban por bajar la intensidad horaria y acabar de una vez con el examen de admisión. En la Central conoce a gente afín a los Tupamaros y es en esa época en dónde deja definitivamente la universidad y paralelo a su actividad revolucionaria ingresa en la compañía Nabisco (Paradojas del marxismo) en donde llega a ser gerente de ventas.
Un día, cuando Hugo Rafael Chávez llega al poder, decide ponerle fin a la contradicción, se quita la máscara y renuncia a Nabisco y le grita al mundo que él es un guerrillero. Claro en Venezuela se había puesto de moda esta forma de vida.
Los Tupamaros se fragmentan en cinco grupos y él forma el MRTA. Ellos fueron importantísimos para defender la revolución del golpe de abril del 2002. Gracias a su labor ese día Chávez lo nombra jefe de la Policía Metropolitana de Caracas en dónde su único logro fue allanar una fiesta de jovencitos ricos que bailaban al ritmo de Chemichal Brothers mientras en sus cabezas estallaba el extásis. La revolución debe ser contraria a cualquier tipo de euforia artificial.
Desde esos días el MRTA funciona como un grupo paramilitar teniendo el control absoluto de barrios como el 23 de enero. No se mueve una hoja allí sin que ellos lo sepan. Dicen combatir a los expendedores de droga y a los ladrones. Pero por supuesto su idea fija es cómo su mismo líder lo indica “ayudar a crear un nuevo hombre con un perfil revolucionario” y sobre todo “Aniquilar las mentes estrechas y putrefactas que están en contra de la revolución”.
Esta aniquilación ya ha empezado. Son los MRTA los que están saliendo a las calles a ahogar las voces disidentes. Ya su influencia no sólo se limita a Caracas, sino que se están asentando en diferentes estados como lo están haciendo en el Táchira. En San Cristóbal la gente está preocupada ya que se afirma que el pasado lunes 24 de febrero más de sesenta hombres pertenecientes a esta organización entraron al batallón Fuerte Murachí, en el municipio de Torbes, a escasas dos horas de la frontera colombiana. Estos mismos hombres son los que un día después reprimieron la manifestación de Ureña.
La verdad es que ya pocos son los que pueden creer, a pesar de que Alberto Carías diga lo contrario, que el MRTA es una organización pacifista y desarmada. Su discurso y su pasado, ligado siempre a métodos violentos de lucha, lo condenan.
Los Tupamaros son otro ingrediente que se le suma a ese polvorín que es actualmente Venezuela.