“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.”
Giuseppe Tomasi Di Lampedusa
¿Cuándo Gustavo Petro llamaba a paralizar al país y su tocayo hacia lo imposible para blindar a sus angelitos de primera línea que destruían la paz, la economía y las vidas de muchos ciudadanos era un golpe duro?
Pregunto lo anterior porque resulta que, ahora, los que opinamos contra este régimen desfachatado, marchamos pacíficamente (en las marchas de oposición no se han destruido bienes públicos o privados u obstaculizado la libre circulación de los ciudadanos) y denunciamos los desafueros de los que regentan (de pésima manera) el poder en Colombia estamos promoviendo un “golpe blando”.
Cuando la realidad es que los de este gobierno no salen de un escándalo para caer en otro; mientras surgen pruebas inequívocas para reforzar que este es un régimen patrocinado por fuerzas extrañas al orden democrático, mientras el acusador de Doña Sarabia y Don Petro se va de paseo a Turquía y no da la cara (es que borracho no vale) y aparecen testigos suicidados, en el momento en que se demoniza a periodistas y a medios de comunicación, cuando el reyecito de Zipaquirá declara que “él es el Estado”, en el momento en que desde las guaridas guerrilleras de las universidades se promueven ataques y bloqueos, pues resulta que los que adversamos al Sr. Petro (no es doctor, nunca se graduó con ese mérito académico) somos los golpistas.
La ignorancia, la soberbia, el populismo del discurso, la incompetencia y otros defectos que ya había mostrado el soberano de pacotilla que asienta sus posaderas en el solio presidencial cuando fue (un pésimo) alcalde de la ciudad de Bogotá se reproducen de manera exponencial ahora que mal gobierna a Colombia. Y resulta que, igual que en aquella ocasión, el servidor público incompetente apela a las “masas” (ahora incluyendo a empleados públicos y estudiantes del SENA) para que salgan a manifestarse a favor de su (des)gobierno mientras explotan en su cara las putrefactas llagas de su corrupta administración. Todo alegando que lo quieren sacar del poder, haciéndose, como siempre, la víctima.
Como todo dictadorzuelo desea un congreso a su medida, un poder judicial de bolsillo y unos medios arrodillados que solo alaben su figura omnipotente, igual que Chávez, Fidel Castro o cualquier sátrapa de izquierda quiere hacer creer al pueblo que su sistema y sus planes nos llevaran a esa utopía del hombre nuevo y de la paz social que ahora se adereza con la ideología de género y el lenguaje inclusivo. Pero al final es más de lo mismo; son los mismos vicios aumentados en tamaño y descaro. Es la misma feria de privilegios que groseramente disfrutan en paseos político turísticos en los que, al son del mapalé que baila una “primera dama”, se va derrumbando poco a poco un país que necesitaba un nuevo rumbo y no una nueva rumba.
Este gobierno no representa ningún cambio, es una suerte de acumulación de todos los vicios que venían de antes y que ellos han reforzado con su accionar; en fin, que han puesto en marcha todo aquello que formaba parte del plan político del nuevo Rey Sol de Colombia. Más impuestos, encarecimiento, por ende, del costo de vida; más burocracia al crear un Ministerio para que la vice del “elicotero” pueda desde ahí vegetar mientras sus adláteres promueven la agenda de George Soros y Open Society Foundations desde los nuevos viceministerios. Por otra parte, la promoción de otro nuevo vicio legal al legislar sobre el uso recreativo de una droga como la marihuana (y prontamente de otras como la cocaína y la marihuana) con la anuencia de una piara de legisladores ahítos de “mermelada”; también la destrucción moral de las fuerzas militares que están en manos de abiertos partidarios del “cambio” y que no dudan en afirmar su apoyo político al batracio quien croa twitters a mansalva desde el solio presidencial.
Cambiar lo que funciona en la salud, el empleo y las pensiones por mecanismos fracasados del pasado destruyendo con esto, por desgracia, el empleo y apoderándose arteramente de los recursos de la salud y las pensiones para dilapidar esos dineros en quien sabe que desastrosos planes. En fin, que de cambio nada y de vicios repotenciados mucho.
Y a este artículo de opinión (que no leeran pues solo reaccionan a la imagen o al subtítulo) le lloverán los tradicionales insultos de los descriteriados que apoyan a este sistema empobrecedor, corrupto e inepto. La ceguera del fanatismo no los dejará reflexionar respecto a que ningún sistema presidencialista de privilegios abusivos es un cambio, que la excesiva burocracia carcome los cimientos de una verdadera democracia y que la corrupción es fruto de una ciudadanía ciega frente a lo que debería ser una verdadera vigilancia y exigencia a los servidores públicos para que cumplan con sus deberes que, al final, deben realmente enfocarse en conseguir el desarrollo de la nación, la seguridad de los habitantes en todo el territorio y la mejora constante de la calidad de vida de ese pueblo al que tanto manosean con sus peroratas preelectorales y al que acude, una vez en el poder, para que salgan a las calles a protegerlos de los supuestos “golpes blandos”.