Le doy toda la razón al senador Mockus al bajarse sus pantalones y mostrar su derriere o culo. Su protesta tiene sentido en la medida en que los congresistas de Colombia son una verdadera vergüenza. Cuando no falsifican sus documentos para engrosar su hoja de vida o demostrar títulos que en realidad nunca los obtuvieron, los que tienen no les sirven para nada o para casi nada. Pero claro que estas argucias no son propias de los padres de la patria, también sirven y han contribuido para llevar al solio presidencial certificados falsos de Harvard o de Oxford. Doctores que ni siquiera son bachilleres, médicos con dos o tres semestres, ingenieros que no levantan ni un ladrillo y abogados que a duras penas pisaron la universidad.
En Colombia tenemos congresistas que llevan veinte o más años devengando como tales pero que no son padres de una sola ley. O tienen en su haber leyes que no sirven para nada y que únicamente sirven como caballito de batalla en el desarrollo de las campañas electorales. Y existen congresistas mudos, que no hablan, que no opinan, que no se les conoce su voz, que en sus regiones se caracterizan por ser gamonales y dueños de entidades y funcionarios pero que no aportan desarrollo o progreso; que compran voluntades a los campesinos por cinco millones de pesos y nada les importa que la única vía de acceso se encuentre en estado lamentable e intransitable.
Esos congresistas valen huevo o me importan un culo. Claro que aclaro que no es lo mismo el valor del culo de Margarita Rosa de Francisco que el de Mockus o del exsenador Gerlein que debió estar más chupado que teta de marrana. Sobra decir que en Colombia hasta en eso existe inequidad y que estamos dispuestos a aplaudir el culo de la Niña Mencha y a desgarrarnos cuando se trata del culo de Mockus. País de cafres como diría ese viejo cacique político…
Lo cierto es que el Congreso de Colombia nos cuesta un ojo de la cara, pero es inoperante e infructuoso. Nuestro país ocupa el deshonroso tercer lugar en inequidad en el mundo, lo que equivale a decir que mientras unos ganan mucho y tienen en exceso, otro, la gran mayoría, no ganan ni un culo (el equivalente al valor del de Mockus, no el de la Mencha). Los sueldos de los congresistas son escandalosos y onerosos; sus unidades de trabajo legislativo compuestas por inoperantes lagartos que se cobran de alguna manera el favor de votar y hacer votar por personajes tan nefastos. Lo de Mockus es valioso en la medida que nos ha permitido reflexionar sobre los actos de los congresistas durante sus sesiones.
En el evento que nos ocupa vimos a unos congresistas groseros, irrespetuosos, indolentes, maleducados. En plena instalación del Congreso los vimos gritando, chillando, hablando, dándose abrazos y mandándose galletas y yogures. A todos ellos parecía importarles un culo nuestra patria, desconocer la razón por la que fueron elegidos o delegados en la voluntad popular; productos de la corrupción, la mermelada o el clientelismo actuaban como lo que realmente son: una mierda. Y para ello nada mejor que hacerles ver o mostrarles el culo, que concitó su silencio y su atención. Si en realidad no fueran lo que son Colombia no sería tan inequitativa, ni ellos devengarían un salario tan escandaloso, ni nuestro sistema de salud produciría tantos muertos, ni nuestros niños se morirían de hambre en nuestras ciudades y campos, ni nos ocurrieran tantos hechos de corrupción y desgreño administrativo. Bien lo expresó alguien que en el Congreso de Colombia lo más limpio era el culo de Mockus. La peor conspiración es el silencio y eso nos ha ocurrido a los colombianos por ser unas huevas y soportar en silencio y resignadamente.
Ojalá que el culo de Mockus logre lo que muchos colombianos anhelamos: el silencio de nuestros congresistas, respeto y decoro con los invitados, debates serios y profundos y leyes que nos permitan salir de este atraso y atolladero en que nos encontramos. A Mockus no le vimos mermelada en su derriere, cosa que sí hubiera ocurrido si el de la bajada de los pantalones hubiera sido otro de nuestros honorables congresistas. Y para terminar una sola súplica: que no se les vaya a ocurrir bajarse los pantalones a unas congresistas que pertenecen al Centro Democrático y que han demostrado que no saben un culo de historia o de geografía. Esa sí sería una verdadera catástrofe nacional pues imagino lo que veríamos. Y si se me permite una sugerencia respetuosa: que inviten a La Niña Mencha al Congreso para que demuestre una vez más cómo fue su bajada de pantalones y nos permitan mirar ese culo con calma… pausadamente; y en silencio agradezcamos a Mockus por su culo seco y blanco como la paz por ser el culpable de ese acto de indignación de la Niña Mencha y la causa de que así sea en su Twitter lográramos ver lo que en tantos sueños poseímos y nunca alcanzamos. De hoy en adelante el culo de Mockus debe figurar en alguna parte de nuestro escudo nacional…