Este joven de 33 años construye arañas de bambú y plástico que desactivan minas explosivas. Este juguete, como lo llama su creador, cuesta 100 mil pesos -diez veces menos de lo que vale remover una mina del campo-, y nació de un estudiante afgano quien siendo niño, perdió muchos de los carros de juguete que sin querer aterrizaban en los campos minados que rodeaban su casa.
Massoud Hassani aprendió a soldar a los nueve años y se dedicó a reparar carros en un taller mecánico. Este niño campesino creaba máquinas con tornillos, bujías y llantas y hasta una especie de carro empujado por el viento con el sus vecinos hacían competencias. Este fue el primer intento cercano al “Mine Kafon”, una bola con patas que podría ayudar a desactivar las 110 millones de minas que hay enterradas en el mundo.
Como un hijo de la guerra, aprendió a identificar esas barreras invisibles que en Colombia dejan 10 mil víctimas al año. A los 18 años, después de pasar horas en medio de la grasa y el aceite, se fue a vivir a Holanda y adoptó un estilo de vida europeo. Allí descubrió la carrera de diseñador de producto con la que ha construido un puente entre Europa y el medio oriente, diálogo que también podría crearse con Colombia.
“La mina Kafon” como se traduce, tiene la altura de un hombre y pesa lo suficiente como para activar una mina terrestre. Cada una es fabricada artesanalmente. Cuenta con un centro de 17 kilos de hierro al que se incrustan decenas de piernas de bambú que terminan con un pie redondo de plástico que le permite rodar sobre baches y huecos. Así como las minas hechizas que dejan tres víctimas diarias en los campos colombianos, las minas Kafon también son fabricadas a mano; sin embrago las minas peligrosas, esas que son hechas con tubos de PVC o envases de desodorante, no cuestan más de seis mil pesos.
Esta amenaza silenciosa, permanece oculta bajo arboles caídos, dentro de casas abandonadas, antiguas bases militares o cualquier lugar devastado a la espera de revivir heridas abiertas en comunidades que han empezado a sanar. Hassani se inspiró en su infancia, porque él conoce los golpes de la guerra. Por eso, además de diseñar el objeto ha encontrado la manera de rastrear la detonación con un GPS dispuesto dentro de la bola metálica. En cada detonación la mina Kafon pierde una o dos piernas por lo que una sola puede destruir entre tres y cuatro minas.
Las minas antipersonas dejan amputaciones de las piernas, lesiones en los brazos, en la visión y el oído. Colombia, según Janeth Perry, presidenta del Centro Integral de Rehabilitación de Colombia, es el primer país en víctimas por este hecho y además el único que a la fecha no ha parado de sembrarlas.
Cuando Alfonso Cano asumió el liderazgo de las Farc ordenó incrementar la siembra de minas, pues según él, era la manera más efectiva de detener a las tropas del Ejército. Incluso durante los meses que se llevó a cabo el acorralamiento al jefe guerrillero en el Cañon de las Hermosas, algunas soldados presentes en el operativo contaron que ante el asedio militar los guerrilleros habían decidido colgar las minas de las ramas de los árboles para que a su paso les explotaran en la cara. Al parecer durante la jefatura de Cano, la implementación de minas se incrementó dejando zonas como Nariño, los Montes de María, Caquetá y Putumayo prácticamente como campos minados.
Según las Naciones Unidas más de setenta países padecen este problema desde 1960, lo que al año acaba con la vida de entre quince mil y veinte mil personas. La mina Kafon resulta un experimento efectivo, pues si lograra llegar al menos al 1% de la población estaría salvando la vida de millones de personas.
