Siguiendo con nuestra serie, quiero destacar a un personaje muy importante. Desgraciadamente sus aportaciones no son muy conocidas y reconocidas tal vez por incomprensiones provocadas por su temperamento excéntrico. Hablo del maestro Emirto De Lima musicólogo curazaleño radicado en Barranquilla, que nos legó una de las obras más hermosas e importantes escritas sobre la música y el folclore colombianos, precisamente titulado Folclore Colombiano, pero en la que hallamos exquisitas impresiones y referencias, certeros análisis técnicos y un gran respeto y valoración por las culturas populares, todo ello de una extraordinaria vigencia aún hoy, luego de más de 70 años de haber sido publicado.
En esa obrael maestro De Lima habla de manera muy enfática de una modalidad muy distintiva y consuetudinaria en las poblaciones del departamento del Atlántico a comienzos del siglo XX, que tenía, como era natural también, como escenario previsible en las calles, arrabales y extramuros de la Barranquilla de entonces, especialmente en épocas de festejos populares.
Esta modalidad era la llamada Cantos de guitarra, en los que se podían hallar versos de gran representatividad regional. Eran coplas que el maestro De Lima atribuye a “unos músicos especiales, cantores y tañedores de guitarra al mismo tiempo, creadores inspirados la mayor de las veces, pero de rústica apariencia, quienes inventan y almacenan durante todo el año sones, coplas y cantos breves, con motivo de sucesos políticos y sociales, y detalles ocurridos en los campos y veredas vecinas”. Estos Cantos de guitarra, al parecer muy populares en diferentes pueblos del departamento llegaban a ofrecer verdadero sabor poético y gran sentido del humor, y en un Congreso Nacional de Música realizado en Colombia en 1936, presenta una conferencia suya sobre la guitarra, como ejemplo de la guitarra popular en nuestra cultura, ilustrada con ejemplos de estos cantos populares.
Llama la atención que ya para mediados de los años 30 esta modalidad trovadoresca que en realidad pareciera ser el rastro más reconocible y el más claro antecedente de lo que después serían probablemente los cantos de Buitrago, ya estaban en peligro de extinción, y el propio profesor De Lima se lamenta, y lo denuncia en el mencionado congreso, diciendo que precisamente cada día esta modalidad que reúne al tiempo canto e interpretación del instrumento, de esencia profundamente popular, no se esté cultivando.
Más adelante el mismo maestro De Lima entrega una de las consideraciones más interesantes acerca de las músicas que acompañan por lo general a las comparsas y danzas de Carnaval provenientes de diversos lugares del departamento y de la Costa:“En todos los aires del pueblo costeño se nota una marcada preferencia por la medida binaria. El vibrar de estos sones recuerda sus dos orígenes: el africano y el indio. Los aires de origen africano son pobres en cuanto a la melodía se refiere. Toda la fuerza de estos sones descansa en su ritmo fuerte, sensual, sincopado, a menudo grotesco, lujurioso. Las melodías de procedencia india son, en cambio, deliciosas, de una nostalgia acariciadora…Ejecutan en estas melodías ciertas notas largas que se prolongan haciendo uso de crescendo y diminuendo, y que dan la sensación de algo que desaparece, que huye suavemente y que deja atrás rastros de pesares recónditos. En una sencilla tonalidad menor suelen evocar maravillosamente los paisajes, panoramas, escenas y detalles de las sierras y montes, sembrados y cultivos…”
Lo maravilloso de este trabajo del maestro De Lima es que su calidad de observación y su agudeza para comentar redondea una ilustración cabal de lo que habla, especialmente porque casi siempre corrobora lo musical con la transcripción técnica de su comentario, solvencia que es muy raro ver en muchos investigadores o cronistas musicales, si bien esto no siempre se tiene como necesario, siempre y cuando lo referenciado esté debidamente sustentado y eficazmente descrito, doble virtud que se puede observar en este cuasimítico trabajo del maestro De Lima en el que, revisitándolo hoy, podemos redescubrir noticias de profunda significación cultural para nuestro departamento, especialmente en el campo folclórico y musical, en el que se puede corroborar una vez más la enorme deuda que tiene el ser barranquillero y su carnaval con el Atlántico profundo y el resto del Caribe colombiano.
Están destacados con orgullo y respeto los nombres
de José María de Armas, el Mono Zamora, Catalino Llanos
y “el inolvidable” Jiménez, trovadores memorables del mencionado Canto de guitarras
Allí están destacados con orgullo y respeto los nombres de José María de Armas, el Mono Zamora, Catalino Llanos y “el inolvidable” Jiménez, trovadores memorables del mencionado Canto de guitarras, con ejemplificaciones incluidas de sus modos de interpretar y de sus versos; también los nombres del flautero Mariano de la Hoz, con los componentes de su grupo Domingo Carreño, Eusebio Sanjuán, Felipe Reales y Juanito García; la voz cantora de los sones de Congo Grande de Dionisio Muñoz; el nombre de Juan Diego Cabrera, afamado gaitero de Galapa; Gregorio González, flautero de Tubará “que tejía en su instrumento filigranas incomparables”; y el lamentablemente malogrado Manuel Eusebio Castro, registrado como “una verdadera promesa para el arte”.