“Las ciudades cuando pasan de cierto número de habitantes, diría yo que dos millones o millón y medio, pierden su dimensión social y te volvés anónimo en tu propia ciudad. Desaparecen los entramados de ciudad o son muy pocos. Pasás a estar como solo, de hecho. Cambian las formas de relacionarte, de construir amistades. La probabilidad de volver a cruzarte con la persona que está al frente en el Subte de Buenos Aires es ninguna, y eso lleva a un desborde de todo tipo, de acceso a agua, a aire, a suelo.”
“La dinámica argentina me obliga desde hace muchos años a trabajar en Buenos Aires, pero yo nací en una ciudad que no es ni grande ni chica. Para mí Mendoza tiene el tamaño ideal, tiene entre un millón y un millón y medio de habitantes dependiendo de cómo se mida. Estás a dos o tres grados de confianza del que fuera, entonces sentís que estás construyendo tu ciudad.
“He intentado vivir en Buenos Aires, pero la última vez que lo intenté, detecté que el mayor costo para mí de vivir en una gran urbe, es que se aumenta el nivel de desconfianza, de manera que hay que aumentar mi nivel de energía para ser. Es como si perdiera mi dimensión humana.”
A la pregunta sobre qué hace un argentino pensando los próximos veinticinco años de Medellín, responde “¿Qué es un argentino? En tal caso puedo sentirme como un latinoamericano pensando latinoamérica. Si uno ha tomado caminos como la transformación social, es porque al final le está buscando sentido a la vida, está buscando ser feliz.”
“Hay temas de las identidades nacionales que me parecen un absurdo. Todo muta en cincuenta o cien años y la frontera tiende a desaparecer. No las culturas, pero sí las fronteras. Entonces a mí no me cuesta sentirme paisa, o mendocino, o boliviano, porque construyo donde se puede construir, básicamente.”
“En Medellín he encontrado variables que supongo coinciden en momento y lugar. Sin conocer la historia de Colombia ni la de Medellín, pero habiendo hecho un esfuerzo por escucharla y estudiarla, me parece que estamos en una sociedad que está decidida a que la violencia no pase más. Me da la impresión que una vez resuelta la violencia urgente, necesariamente se levanta la mirada y en esa mirada –me gusta pensarlo así- comenzaron a pensarse a mediano plazo y a construir bienes públicos”
“Es muy escaso encontrar instancias en que los ciudadanos o el Estado propongan pensar a 20, 30, 50, 100 años, y tengo como ausencia, sequía, deshidratación de eso. En esta ciudad encontré la vocación de apostarle a eso que tanto extraño, esas ganas de los paisas de conjurar para que nunca más pase lo que ya pasó, y eso vuelve a Medellín, para mi, en un lugar lindo para construir.”