¿Se acuerdan de Juan, el portero de mi edificio?, ¿el que no quiere ganarse el baloto para no quedar en estado de chou? Este fue su saludo de ayer, muy temprano en la mañana: “Nos llenamos de gringos con la reunión que va a haber”. ¿El Foro Urbano? “Correcto; como que están llegando gringos de todas partes”. Y, eso, ¿es bueno o es malo, Juan? “Yo creo que es bueno porque nos conocen y malo porque nos conocen, ¿sí me entiende?”.
Claro que le entiendo. Medellín tiene mucho para mostrar, la de los últimos veinte años nada tiene qué ver con la que voló por los aires —literalmente hablando— a comienzos de la década de los noventa. Gracias a la nueva mentalidad de los alcaldes recientes, al compromiso social de muchos empresarios, al apoyo de organismos internacionales, a la labor incansable de líderes cívicos y al sentido de pertenencia de los ciudadanos del común, la ciudad no solo renació de sus cenizas, sino que lo hizo con vocación de modernidad. Una vuelta de tuerca que, si bien es motivo de admiración para propios y extraños, es apenas el comienzo de un largo recorrido que, seguro, nos llevará a reconstruir la ciudad que soñamos y que como sociedad nos debemos.
Ahora está de moda, y ni bobas que fueran las autoridades para no aprovechar el cuarto de hora. Ojalá sin narcisismos, sin creer que los medellinenses somos tan sensacionales, tan…, los más... Dirigentes y gobernantes antioqueños han heredado generación tras generación un síndrome muy nacional por cierto —Colombia es pasión, el peligro es que te quieras quedar, etcétera—, denominado esloganmanía, que consiste en empacar continente y contenido en bolsa de regalo rotulada: la de la eterna primavera, la tacita de plata, la más pujante, la mejor esquina de América, la más educada, la más innovadora, la más resiliente, la más sostenible… La más obsesionada por preguntarle al espejo mágico cuál es la más hermosa del reino… Frases efectistas, subjetivas y perecederas que exhibimos a manera de piercings en el ombligo y que no reflejan la personalidad compleja de estas montañas que habitamos. (Fernando González, Gonzalo Arango, Fernando Vallejo, Tomás Carrasquilla y una larga lista de escritores y cronistas, se han ocupado en tratar de reflejarla).
Y no es que quiera aguar el jolgorio urbano (WUF7) de ONU-Hábitat que tendrá lugar aquí durante una semana, a partir del próximo sábado. Qué tal, bienvenidos sean todos los “gringos” —24.000 inscritos de 160 países—, incluso los raizales. Sucede que el tema central será Equidad urbana en el desarrollo - Ciudades para la vida y Medellín se convertirá en ejemplo internacional “por las solucionesde movilidad, equidad, inclusión social, educación, recuperación del espacio públicoy de las áreas verdes”, según información oficial de la alcaldía. Me entero y sufro una crisisde severa autocrítica. ¡Nos van a ver con la cara lavada!, Juan. Fatal para la buena imagen que nos empeñamos en proyectar y que nos desvela más que la misma realidad.
Porque una vez retirado el maquillaje y ya sin photoshop, la cosa cambia. Empecemos: “soluciones de movilidad” (si no transportan a los invitados en helicópteros, llegarán tarde a todas partes y/o los atracarán en los semáforos; en las escaleras eléctricas de San Javier hay combos que cobran peaje; el descuido del Río tiene en peligro al Metro…), “equidad” (Medellín es la ciudad con mayor inequidad urbana en Colombia, concluyeun estudio de la oficina de Monitoreo, Evaluación y Reportes de ONU-Hábitat, a nivel global), “inclusión social” (Hernando Arturo Gómez, experto en desarrollo económico y urbanismo, dice: “estamos educando al ser humano en la inclusión social, pero físicamente nos separamos con cerramientos agresivos en edificios y urbanizaciones”), “educación” (los resultados de las últimas pruebas Pisa nos dejan muy mal parados en el empeño de mejorar la sociedad desde los cimientos), “recuperación del espacio público y de las áreas verdes” (se descascaran las Bibliotecas España y La Ladera, el Parque de Las Luces no se puede caminar de noche, habitantes de la calle se tomaron el Parque Lineal de La Presidenta…).Para no entrar en detalles.
La verdad duele y con frecuencia es políticamente incorrecta, no obstante hay que respirar hondo y decirla. Sobre todo porque nos baja de la nube y evita que nos comamos el cuento de que somos la estrella rutilante de nuestra galaxia. Ya es hora de que aceptemos que varios de los calificativos halagadores con los que nos han reconocido (innovadora, resiliente, sostenible) se deben a que Medellín es la ciudad con más alto índice de adicción a pinchar “me gusta” en las redes sociales. Pero si es que no necesitamos competir con ninguna otra para avanzar en la reconstrucción de la nuestra. Para que sí sea una ciudad para la vida. ¿Ah, Juan?
COPETE DE CREMA: Paradójico que se haya escogido a Medellín para examinar los retos que enfrenta el mundo con relación a la expansión de los asentamientos humanos, cuando la catástrofe de Space se ha constituido en buque insignia de todo lo que no-hay-que-hacer en materia de rápida urbanización e impacto en las ciudades.