El miedo es una herramienta poderosa que ha sido utilizada históricamente para controlar y manipular a las masas. En muchos países, incluyendo Colombia, ha sido explotado para mantener regímenes y políticas que benefician a unos pocos a expensas de la mayoría. Durante décadas, este sentimiento ha permitido la perpetuación de gobiernos que, bajo un régimen de terror, han socavado los derechos y la voluntad del pueblo.
En el contexto colombiano, el miedo ha sido un valor políticamente rentable. Gobernantes han sido puestos en el poder y mantenidos allí gracias a campañas de miedo, fomentadas por la ultraderecha y sus aliados en los medios de comunicación. Estos grupos han creado un discurso basado en el miedo a un cambio progresista, a la pérdida de privilegios adquiridos mediante la explotación y el saqueo del país.
El miedo a la transparencia y a la justicia, a la revelación de la verdad detrás de décadas de corrupción y abuso de poder, es palpable entre quienes han controlado el país. Estos actores han promovido una narrativa apocalíptica para evitar cualquier forma de cambio, utilizando la prensa para incitar al miedo y, en casos extremos, para intentar justificar un golpe de Estado.
Sin embargo, este miedo que anteriormente paralizaba a muchos, ya no tiene el mismo efecto en el pueblo colombiano. Hoy, la población está más consciente y dispuesta a defender su elección democrática. La resistencia en las calles demuestra un rechazo a las tácticas del miedo y un compromiso con la defensa de un gobierno legítimo elegido por el pueblo.