Hace décadas con la política neoliberal se privatizó la salud y se impuso la idea de que no es un derecho sino un negocio y por eso el país estaba tan mal preparado para enfrentar esta crisis en salud por la pandemia. Se busca solucionar los problemas, mayormente los de índoles social, económica y política, creando uno peor. Se analizan a cabalidad y de manera exhaustiva los síntomas que nos permiten declarar una situación como problemática y en el entretanto se toman precauciones para no apuntar a los fundamentos de esos problemas, no sea que terminemos desnudando la mentalidad que los gestó y parió.
Digo esto por cuanto la presente situación de pandemia ha puesto sobre la mesa el hecho ya innegable de que lo que nos mata es la mercantilización de la salud, la privatización de sus servicios, invento del neoliberalismo que el establecimiento colombiano abrazó con alborozo hace más de tres décadas.
La precarización de la salud, esto es, el fruto de la Ley 100, no solamente le puso fin a la salud como derecho de los ciudadanos al convertirla en mercancía, sino que, además, dio al traste con el ejercicio profesional del cuidado de la salud. Especialistas, médicos, médicas y el personal de salud en su conjunto, se han visto desde entonces forzados a cumplir las órdenes de las altas gerencias antes que a responder a sus vocaciones y capacidades profesionales. Durante la pandemia les han incrementado la carga laboral y le han disminuido sus ingresos, estas denuncias se escuchan en todo el país.
Si bien a esa fase tardía del capitalismo se le conoce como neoliberalismo, se trata, en realidad, de necrocapitalismo. Esta acepción obedece a que, en realidad, lo que se instauró con la privatización de la salud fue un sistema económico ideado para generar la exterminación sistemática de los más pobres por desnutrición para dejar en esclavitud a los sobrevivientes.
Y la Organización Mundial de la Salud declaró una pandemia. El establecimiento colombiano se vio forzado a acomodarse a las nuevas circunstancias exigidas por tal declaratoria. Fue así como ya se hizo inocultable que la privatización de la salud, su consecuente mercantilización de la enfermedad y la muerte eran los problemas a acometer.
En ese contexto se enmarca la iniciativa de algunos mandatarios locales que consideran viable, consistente en convocar a personal médico proveniente de Cuba, en un esfuerzo por contribuir a que la medicina en Colombia refuerce su respuesta a las demandas de la pandemia. Dado que en muchos países se hizo ese llamado de auxilio no era algo descabellado pensar que en Colombia podíamos recibir ese apoyo mientras pasa la emergencia.
Mandatarios como el alcalde de Medellín y el gobernador del Magdalena (y en un momento previo el alcalde de Cali) anunciaron claramente su intención de invitar al país a médicos cubanos. La reacción negativa desde voces prominentes de la extrema derecha, no se hizo esperar. Alegan que por esa vía se irrespeta al personal médico colombiano, se desconfía de la estructura pública de la salud en Colombia y se le abre la puerta a una conspiración favorable a lo que la derecha colombiana ha dado en llamar “castrochavismo,” un artificio que a la fecha no ha evidenciado existencia real. Afirman que ese tipo de invitaciones solamente las puede extender la cancillería. La verdad es que la crisis laboral en la salud en Colombia, es previa a la pandemia y que de ninguna forma se vera afectada por la llegada de algunos médicos cubanos, ni mucho menos son responsables de la explotación laboral que enfrenta el personal de salud en el país.
Esos alegatos buscan empujar a un lado hechos ya protuberantes de la realidad colombiana, y esto es lo fundamental, se desnuda la mentalidad que creó el problema que se busca resolver. Esa mentalidad es la de la ideología neoliberal que llevó a que el establecimiento colombiano privatizara los servicios de salud, diluyera los derechos ciudadanos para convertirlos en privilegios y menoscabara la importancia del ejercicio profesional de la salud. Esa erosión se extiende al abandono de la inversión en la educación en salud. La privatización de la salud se ha tejido de la mano con la privatización de la educación.
Por lo tanto, es viable, es necesario y es imperativo apuntar la mira crítica al modelo económico. Puesto que se deben combatir los síntomas que la pandemia devela como innegables, las baterías han de dirigirse a la mentalidad que los concibió, esto es, al modelo instaurado desde la administración Gaviria, la del capitalismo tardío que ya no busca generar riqueza, sino acumularla.
¿Se necesitó que se mencionara públicamente una invitación a médicos cubanos para que se hiciera visible el daño que el neoliberalismo nos está haciendo? No. La olla que esa invitación ha destapado y que ahora nos infecta es otra más, que dará para otro espacio de reflexión. Se trata de xenofobia. Lo xenófobo, por cuanto el rechazo a la presencia del personal médico cubano se proclama al ritmo del nacionalismo burdo de “Colombia primero”, una versión criolla del MAGA de Donald Trump: Make America Great Again. Esta es una alianza aquí, entre pares (países del sur global) para aliviar al pueblo colombiano.
Los movimientos sociales en defensa de la salud pública, han insistido en el peligro que significa seguir con este modelo catastrófico de la salud privatizada y se tendrá que gestar una gran movilización para que podamos hacer un cambio estructural, antes de que nos llegue la siguiente pandemia.