Este año, en septiembre, WWF, el Royal Botanical Garden y Naciones Unidas publicaron informes distintos que llegan a la misma conclusión: estamos devastando la biodiversidad. Ya es imparable, entramos en la sexta extinción masiva de la diversidad biológica, y obviamente ya estamos en la crisis climática. Mientras somos absorbidos por los debates políticos coyunturales y de los egos, especies animales desaparecen para nunca volver. En Colombia así lo hemos hecho, fácilmente podemos mencionar al pato zambullidor andino, extinto en los años 70, que habitaba en los ecosistemas acuáticos andinos que reemplazamos por mediocres y cortoplacistas proyectos. El lago de la calle 78 con carrera 15 en Bogotá fue reemplazado por la mediocre edificación de Unilago. Este es solo un ejemplo de innumerables destrucciones de ecosistemas hechas por la sociedad colombiana y la humanidad en general. Ahora quieren reemplazar páramos y humedales por minas y proyectos de fracking que dejarán algunos pesos e inefables impactos ambientales. Ya la pregunta no es si podemos detener la extinción masiva y la crisis climática, sino cómo podemos hacer contención de daños. Así de simple.
Durante el siglo XX empezamos a exterminar especies masivamente y en el XXI lo llevamos al límite. En 1939, estalló la Segunda Guerra Mundial, que concluyó en agosto de 1945 cuando, bajo órdenes del presidente Harry S. Truman, se dieron los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Se consolidó entonces el modelo industrial bajo el ejemplo de Estados Unidos e inició un nuevo periodo de la historia conocido como la Guerra Fría, escenario bipolar entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Así, había un “primer mundo” liderado por Norteamérica; un “segundo mundo” liderado por la Unión Soviética; y un “tercer mundo” que se localizó principalmente en Latinoamérica, África, Oriente Medio y el Sudeste Asiático. Esto en una medida de tiempo histórico, en una medida de tiempo geológico; parte de la comunidad científica ubica a 1945 como el año en que concluyó el periodo holoceno e inició el así llamado “antropoceno”, pues la primera detonación nuclear ocurrió en julio en Nuevo México, Estados Unidos; y en agosto ocurrieron Hiroshima y Nagasaki, lo que alteró la composición del Planeta por millones de años. Así, en la década de los 40 surgió un nuevo orden histórico mundial basado en el modelo del desarrollo, el crecimiento económico ilimitado y el liderazgo bipolar; al igual que se dio el hito en tiempo geológico del irreversible impacto de la especie humana sobre el planeta Tierra como sistema físico y ecológico: las tres detonaciones nucleares de 1945. Todo esto ha resultado en el exterminio de las especies animales con las que compartimos el Planeta. ¿Qué se sentirá que la especie de uno deje de existir? ¿Qué hubiera pasado si nuestra especie más parecida, los neandertanles, no se hubieran extinguido? Los informes publicados recientemente hacen un llamado de alerta.
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Durante el siglo XX empezamos a exterminar especies masivamente y en el XXI lo llevamos al límite
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El informe de WWF sobre el estado de la Naturaleza en el Mundo concluyó que hay “una disminución promedio global del 68 % de las casi 21.000 poblaciones estudiadas de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces entre 1970 y 2016.” Específicamente para Latinoamérica encontró que la reducción de la biodiversidad es mayor que en el resto del mundo, incluido una reducción del “94% en las poblaciones de vertebrados”. En pocas palabras, la situación global en términos de biodiversidad está muy mal y aquí en Sudamérica está crítica. El quinto informe de Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica de la ONU muestra cómo la extinción de ecosistemas y especies también genera un grave riesgo de salud pública. Hay bastantes sospechas que la pandemia tuvo su origen en un contacto de especies que se pudo dar por la destrucción de ecosistemas y el tráfico ilegal de animales.
Por su parte, un informe también publicado en septiembre de este año del Royal Botanical Garden, también advierte que “40 % de las plantas del planeta peligran gracias a la actividad humana”. También estamos en la tarea de identificar plenamente cómo este arrasamiento puede generar nuevas pandemias, al obligar a especies animales a interactuar, cuando por milenios nunca lo hicieron. En suma, estos informes publicados este mes ya no dejan ninguna duda sobre la crisis ambiental, si es que existiera, y que debemos hacer un esfuerzo crítico en hacer contención de daños. Por el lado del cambio climático, incluyo si hoy dejáramos de emitir todo el dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero (algo prácticamente imposible), los que ya hemos emitido, durarán en la atmosfera varias décadas.
Mientras nos desgastamos en debates de egos políticos coyunturales, nuestra vital y preciosa biodiversidad en Colombia y en el mundo se está extinguiendo por nuestra acción o nuestra omisión. Es hora de pensar en el largo plazo.