La aproximación a los desarrollos de las noticias, hemos dicho, es del todo alucinante. Miren Ustedes: del caso “Andrómeda”, pasamos a los, ahora, descubrimientos del denominado Hacker. Y, siguen rodando los hechos y las hipótesis de análisis.
Habíamos quedado en que ‘Andrómeda’ era una posibilidad de inteligencia, en principio, óigase bien, en principio legal; pero al parecer se desbordó, ¡y, de qué manera! Los resultados de la investigación, como es natural, en tema especializado y sensible, aún no se han alcanzado, pero allí está. Ahora y, sin tiempo de tomar aliento, se produce lo que se ha intitulado el ‘Ventilador del Hacker’, quien, además de contar relaciones, así sea laterales con ‘Andrómeda’, inyecta nuevas revelaciones, al parecer, de mayor peso.
Todo ello debería darse dentro de las aristas de lo que se ha denominado ‘Inteligencia’, léase también información, es decir, factores de especial consideración que permiten conocer de situaciones de dificultad para el Estado, sus representantes o, en fin, conocer de los hechos delictivos o disciplinarios de primera mano y, por supuesto, dentro del marco de la ley. Ello en ruta de prevención o represión.
¿Quién se puede oponer a que para desbaratar, desintegrar una red de corrupción, de narcotráfico o, de trata de personas, se produzcan actos de inteligencia? Nadie. ¿O, a que se ofrezca inteligencia, ante la posibilidad de un atentado contra un alto funcionario o particular que por su perfil y ejecutoria corra riesgo, como pueden ser periodista, activista de derechos humanos, etc.? Nadie se opone.
Así, el tema es de legal y legítimo ejercicio de autoridad, desde las interceptaciones telefónicas, hasta el seguimiento pasivo. Sin duda. Resaltemos: ejercicio de autoridad, dentro del marco legal, ley de inteligencia que regula los medios y, se insiste, lícito, para su desarrollo y, obvio, el alcance de los mismos.
Sin embargo, como que no todos los medios que están siendo utilizados, ni en todos los casos, la inteligencia, como actividad de rastreo e investigación —de buscar información— está permitida, así sea realizada por la autoridad; el ejemplo se encuentra en cuando la autoridad, en desvío de poder, la realiza, sin competencia funcional; para ingrata recordación, las llamadas ‘chuzadas’ del antiguo Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), que abusando de la facultad legal llevaron a cabo ilegalmente, seguimientos, interceptaciones, a magistrados, periodistas, líderes de oposición; razón suficiente para haberlo ‘liquidado’; no obstante, en su lugar, se crearon, parece, unas microempresas de seguimientos e interceptaciones. Una perversión total del sistema todo, de la inteligencia.
Ahora lo que pulula, como queda advertido por los hechos recientes, es que la maquinaria de ‘Inteligencia’ se encuentra regentada por expertos en información, en informática que, aplicando la tecnología —herramienta de desarrollo—, manejan, crean, interceptan, desvían información; estamos a la deriva en la magia de las autopistas de información. Con tal procedimiento, se persigue al oponente, a quien difiere de lo que otros intereses desean, de la persona que de alguna manera considera necesario una investigación; en suma, hacen con el otro, lo que se les ocurre. Y, no solo realizan semejante faena, van más allá, crean blancos de ataques y, sin fórmula de juicio, se aventuran a acabar con el honor de las personas, una verdadera masacre moral.
Ya en otra época, sin las ayudas ofrecidas por la tecnología, en profética postura, Núñez sentenciaba:
La imprenta debe, por lo mismo, ser antorcha y no tea, cordial y no tósigo; debe ser mensajera de verdad y no de error ni calumnia; porque la herida que se hace a la honra y al sosiego es con frecuencia la más grave de todas. Las sociedades que organizan las facciones sin escrúpulos, para intimidar por audacia y el escándalo al mayor número, que siempre se compone de ciudadanos pacíficos, no ejercen derecho legítimo, sino que, por el contrario, vulneran el de los demás[1].
La información es objeto de protección y, entonces, su consecución y su uso harán que los comportamientos sean lícitos o ilícitos. ¿Estamos en una sociedad hackeada? Sería una nueva forma de dictadura, la más sutil y, entonces, en superlativo, peligrosa.
[1]Manuel Antonio Pombo; José Joaquín Guerra. Constituciones de Colombia. T. IV. Cuarta edición. Biblioteca Banco Popular. Bogotá. 1986. pág. 184