¿Estamos en guerra?

¿Estamos en guerra?

"Sí, lo estamos, pero el Estado y los gobiernos locales no han reconocido al adversario. Tampoco han colocado todo al servicio de la victoria"

Por: FERNANDO FABIO GUERRA RESTREPO
mayo 15, 2020
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¿Estamos en guerra?
Foto: Leonel Cordero

La pandemia de COVID-19 nos ha movido todo: la forma de trabajar, de relacionarnos, entre otras. Nos ha hecho pensar y repensar muchas cosas. Hemos descubierto con espantoso asombro la delgada línea entre la incertidumbre y la esperanza. Hemos visto expresiones de solidaridad y amor inigualables, pero también seguimos empeñados en ser una raza rara, superficial e indolente. No sé si volveremos a como era el mundo hace cuatro meses o si por el contrario nos moveremos hacia uno mejor o uno peor. Ante la certeza de la incertidumbre, ¿qué podemos hacer?, ¿tener fe?

Pero la fe tiene un fuerte enemigo: la realidad. He escuchado decir que estamos en guerra, pero no tenemos consideración con los soldados más importantes. Los enviamos al frente sin motivación, sin las armas necesarias para enfrentar al enemigo y, peor aún, cuando regresan a casa después de batallas diarias los maltratamos y rechazamos.

Estamos en guerra, pero el Estado y los gobiernos locales no han reconocido al adversario. Tampoco han colocado todo al servicio de la victoria. En la guerra hay batallas que determinan la victoria. No me imagino a un comandante responsable de ciudadanos indefensos y a cargo de 1000 hombres, rodeado por un enemigo armado hasta los dientes (esos contendores feroces, implacables, esperando el mínimo error para deshacerse de su adversario), pensando y haciendo cosas que no le ayudan a ganar.

Por eso uno no comprende cómo hay tanto despilfarro de recursos, tanta falta de sintonía en el gasto, mientras que las cosas urgentes y apremiantes mendigan un poco de consideración y justicia. No es posible que hoy no se asegure el servicio de salud a las personas o que los trabajadores de la salud no tengan los implementos adecuados (porque el gobierno nacional o local no ponen los recursos o la capacidad para garantizarlos y contradictoriamente gasten miles de millones de pesos en campañas de publicidad y/o licitaciones que nada tienen que ver con dar una respuesta rápida y asertiva a la pandemia). Sabemos que el trabajo y la economía son importantes no se puede negar, pero la prioridad hoy es la vida.

Estamos en guerra, pero los planes de desarrollo no lo expresan así. Desafortunadamente, a estos gobiernos les tocó lidiar con la más fea. Esta pandemia no se va a acabar en menos de dos años (con suerte dicen los expertos. nadie lo sabe a ciencia cierta). Entonces, los planes de desarrollo deben priorizar acciones para esta guerra que ya está aquí. ¿Qué es más importante?, ¿la equidad?, ¿la biodiversidad?, ¿la competitividad?, ¿la vida? Todo es importante, pero, sin duda, la prioridad hoy es la vida. En este momento, las pruebas masivas, el respaldo económico, moral y motivacional a los trabajadores de salud, y el respaldo a las familias para que se mantengan en sus hogares le ganó el pulso a todo lo demás. Asegurar los servicios de salud a todos los ciudadanos teniendo en cuenta que muchos no podremos pagar las obligaciones del sistema es fundamental.

Estamos en guerra, por eso los niños no pueden ir a las escuelas, la gente no puede ir a trabajar, no podemos ni siquiera saludarnos. Lo que significa que no vamos a producir lo mismo, los ingresos de las familias y las empresas van a caer ostensiblemente, entonces no podemos proyectar ingresos como si nada estuviese pasando. La volatilidad del dólar y los bajos precios del petróleo sumada a la caída de ingresos vía recaudo de impuesto garantizan un hueco fiscal gigante en el gobierno central. Esto significa una crisis a todos los municipios del país, sobre todo aquellos que no tienen margen de maniobra en consecución de recursos propios. Y si es importante proyectar un financiamiento real mucho más prioritario es gastar de acuerdo no a las necesidades sino a lo urgente. Garantizar la comida en las líneas de producción, distribución y sobre todo el consumo y el mínimo vital de agua a todos los ciudadanos. Lo demás puede esperar. O en su efecto debe pasar en líneas de interés a un segundo plano. No podemos ilusionarnos en creer que la economía va a tener el ritmo tradicional o que vamos a volver fácilmente a ello. Volviendo al ejemplo del comandante. No podemos gastar los recursos en medallas y trofeos cuando lo que se requiere para la batalla son las armas.

Hoy más que nunca, además de estudiar a los economistas, a los estadistas que han manejado este país, debemos escuchar y atender a los científicos, a los humanistas, a los médicos; a los trabajadores de la salud, esos que tanto subvaloramos y que hoy son en gran medida los soldados responsables de que el enemigo de esta guerra no se nos meta al rancho con todo lo que tiene.

Si esta guerra por lo menos nos ayudara a mejorar todos los errores e injusticias de nuestro sistema de salud, podríamos darnos por bien servidos. Pero, insisto, la realidad casi siempre se burla de nuestros anhelos.

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