El Cuadrado de los últimos dos años no le sirve al equipo. Pékerman debería darle un toque de atención y hacerle saber que no es intocable.
En el fútbol hay máximas que usamos para fijar posiciones y argumentar lo que, creemos, debería hacer un equipo o un entrenador. Una de esas dice que “no hay nadie intocable”. La frase aplica para la mayoría de los equipos del mundo y las excepciones existen para los casos excepcionales. Punto. En la Selección Colombia hay dos: James Rodriguez y David Ospina. Los demás deben ganarse el puesto en cada jugada, en cada sprint. El arquero y el 10 no solo son intocables por su nivel y por la enorme diferencia que le llevan a sus suplentes, sino porque desde años su compromiso con la Selección es total.
En ese sentido, el caso de Cuadrado empieza a complicarse y ya requiere de la diligencia de José Néstor. El extremo de la Juve es un jugador sensacional. Su cintura esta hecha para el regate. Tiene gol, es rápido y atrevido. Es un privilegio que juegue con Colombia. Sí. El problema es que en cada convocatoria hay una distancia grande que separa al obediente pupilo de Allegri del anárquico jugador de la Selección Colombia.
Lo grave del asunto es que no es una cuestión de aptitud sino de actitud. Al jugador que cumple a raja tabla con las responsabilidades tácticas en la banda derecha del Juventus Stadium, al que en los últimos veinte metros es guapo e intuitivo para encarar lo vemos todas las semanas. Otro muy distinto es el jugador que gambetea en zonas que no debe, el que frivoliza las jugadas con lujos innecesarios, el que conduce más de lo necesario y que por ser lo bueno que es da la impresión de que cree que juega con corona.
No habría motivo para escribir estas lineas si fuera una cuestión de rendimiento, o si hubiera sido una cosa de tres o cuatro partidos. Si hay motivos para escribirlas es porque la actitud de Cuadrado en los últimos dos años ha sido sistemática y honestamente empieza a ser irritante. Por supuesto que le agradecemos a él y a todos por quitarse tiempo de descanso para coger vuelos larguísimos, jugar en el infierno de Barranquilla y matarse por el equipo. Gracias de verdad. Pero con eso no alcanza. Es increíble que haya dos versiones tan distintas de un mismo jugador con 96 horas de diferencia. Y repito, no es una cuestión de rendimiento. Son sus gestos, sus actitudes.
Muchas veces un presidente o un entrenador tienen que morderse el codo y aguantarse conductas destructivas de una estrella porque sacarlo es una ruina y el suplente está a años luz de él. Maradona en el Napoli, Tevez en Boca, Adriano en el Inter, Roanldinho en el Barca son claros ejemplos. Ese no es el caso de Juan Guillermo. Claro que es el mejor extremo derecho que puede tener Pékerman, pero el Cuadrado de estos años no le sirve al equipo. Y detrás vienen apretando Chará, Muriel, Izquierdo y otros varios cracks.
Por el bien de un equipo que tiene 91% de posibilidades de estar en Rusia, Pékerman debe tomar medidas con una pieza que hace rato no encaja. ¿Las soluciones? Hablar con él. No sabemos si lo ha hecho, pero si lo hizo no ha funcionado. Darle un toque de atención sentándolo en un partido importante. Quizá sea hora de darle la oportunidad a otro jugador para que Cuadrado sepa que no tiene corona. Toca hacerle saber que ganarse el puesto es una cuestión de todos los partidos.
Cuadrado no sabe el daño que le hace al equipo cuando gambetea en mitad de la cancha en plena transición, o cuando demora una jugada que pide descarga rápida. Yo no digo que lo saquen de la Selección. Claro que no. Pero creo que es hora de darle un llamado de atención contundente. James es el mejor, entre otras cosas, porque pone todo su talento a disposición del equipo. El mejor ejemplo lo tiene a diez metros. O Cuadrado cambia o hay que cambiarlo.
* Tomado de Habla el Balón.