Para nadie es hoy un secreto que desde hace algún tiempo Europa dejo de ser aquella cuna de la civilización y la cultura occidental, es decir, dejo de ser aquel continente del idealismo republicano, el pensamiento ilustrado y liberal, y de todo aquello que evitaba y nos sacaba del fanatismo y los peligros de los extremos, esos que hicieron y siguen haciendo de las suyas en este cada vez más incierto mundo.
Pero, ¿Cuáles son aquellos argumentos o razones para defender la anterior tesis o tan radical afirmación? La respuesta es que no tenemos que ir tan lejos en el tiempo para encontrar un indicio o hecho que puede ser aquel indicador o reflejo de que Europa se está opacando. El ejemplo o hecho más tácito o fehaciente ocurrió el pasado mes de junio en las elecciones europeas, cuando exponencialmente la coalición de partidos de extrema derecha ganaron representación o curules en el seno del parlamento, triunfando fervorosamente en Italia, Alemania, Francia Austria, Bélgica, Países Bajos y Hungría, ocasionando terremotos políticos, como la dimisión del primer ministro de Bélgica o la disolución de la asamblea nacional en Francia, por parte del presidente centrista Emmanuel Macron.
Ante lo anterior, algunos se preguntaran ¿y qué tiene que ver la extrema derecha con el ocaso filosófico, moral y ético de Europa? ¿Qué tiene que ver un partido o ideología política que ganó en plena y limpia democracia con la decadencia europea? La respuesta es sencilla, el discurso de la extrema derecha el cual ha calado infortunadamente en el electorado europeo ha sido todo lo exacto opuesto al ideario y principios republicanos europeos, que si bien han ganado en democracia, no se puede desconocer sus orígenes, sus males, sus consecuencias y sus dañinos efectos, donde han sabido pescar en rio revuelto (oportunistas) en una sociedad cada vez más cansada, desesperanzada y repleta de incertidumbre.
Cada vez más vemos como los ciudadanos europeos hacen revivir y resucitar a los fantasmas del fanatismo, del extremismo, del racismo, de la xenofobia, de la homofobia y de todos aquellos lastres que en algún momento le hicieron tanto daño a la Europa del siglo XX, y que al día de hoy nuevamente están regresando triunfantes electoralmente en las democracias de países como Italia, Hungría, Austria, Países Bajos, Francia, Bélgica, España y lentamente en otros países de la unión europea.
Hoy vemos como los ideales europeos republicanos de libertad, igualdad y fraternidad están siendo socavados por los idearios panfletarios de unos partidos e ideologías de extrema derecha que están haciendo de las suyas, auspiciando y legitimando el discurso del sálvense quien pueda, la ley del más fuerte y del nacionalismo con tintes fachosos, esos tintes que solo pregonan el odio por la diferencia, el odio por la igualdad y el odio por un mundo más humano.
Si esta innegable realidad electoral y democrática sigue siendo la constante, lo único que podemos hacer es esperar y reconocer que poco a poco seremos los primeros espectadores y testigos en ver la decadencia y el fallecimiento del continente que en algún momento nos enseñó que el humanismo, la ilustración y el siglo de las luces eran aquellos caminos para salvarnos como especie, pero que lamentablemente hoy están ad portas de un ocaso, es decir, del ocaso europeo.