En diciembre de 2014 adquirí un equipo celular Moto G, segunda generación, en la compañía Tigo, con la idea que iba a tener el respaldo y la garantía como comprador.
En enero el nuevo equipo ya presentaba fallas a la hora de tomar fotos, hacer vídeos, prender los datos y cualquier otra acción que realizara con él, lo recalentaba.
Para no quedar incomunicado dejé pasar unos meses hasta que decidí hacer efectivo mi derecho a la garantía, ya para entonces, el equipo, por cualquier acción que realizara se descargaba o bloqueaba, o sea que era imposible usar. Al dejar el aparato fue recibido por un técnico, quien le dio la entrada; tomó fotos externas del aparato y lo envió a reparación a un laboratorio especializado de la empresa. A los 15 días hábiles decidí ir a preguntar por el equipo, ya que nunca llegó respuesta, y me dijeron que el aparato había sido valorado en otro centro no autorizado por esta compañía, lo que causó sorpresa e indignación por la forma en que Tigo decide pisotear mis derechos como consumidor al obtener un producto en una empresa que no se hace responsable por el producto que vendió, por una supuesta revisión que nunca existió.
A la hora de recibir el equipo de vuelta, después de más de tres meses de papeleo exigiendo la reparación del aparato, lo llevo ahora sí a donde un técnico de confianza, y me dicen que al aparato le robaron el display y otras piezas de vital importancia para su funcionamiento; o sea que la misma empresa que te ofrece tantos buenos servicios y dice estar CONTIGO me robó de dos formas: primero al adquirir el equipo que no me sirvió para nada y, segundo, cuando me roban las piezas del aparato.