A medida que Estados Unidos continúa aumentando la presión diplomática y militar sobre Rusia y China por supuesta intromisión extranjera en todo el mundo, la evidencia de América Latina expone su hipocresía. Históricamente percibida por Estados Unidos como su “patio trasero” o su “patio delantero”, como sugirió recientemente Biden, América Latina es ahora una pieza de ajedrez para la “nueva Guerra Fría”.
A principios de esta semana, miembros influyentes del Congreso de los Estados Unidos propusieron un nuevo proyecto de ley titulado Ley de Seguridad Estratégica del Hemisferio Occidental con miras a aumentar la cooperación militar con naciones latinoamericanas amigas. Esto, según los políticos estadounidenses, ayudará a abordar una amenaza percibida de interferencia china y rusa en la región.
Irónicamente, si bien China y Rusia están profundizando las relaciones diplomáticas y comerciales en América Latina, son los Estados Unidos quienes tienen un historial de intromisión antidemocrática que continúa hasta el presente.
En un documento reciente que circula desde la embajada de los Estados Unidos en Bogotá prometen subvenciones a pequeña y gran escala a organizaciones locales que promuevan la afinidad con la postura política del gobierno de los Estados Unidos. El aviso de la embajada establece que financiarán grupos que apoyen los "objetivos estratégicos de la embajada" y que "aumenten... la afinidad con las políticas y prioridades de los Estados Unidos. a través de programación cultural y educativa estratégica en los medios y plataformas digitales".
El proyecto de subvención tiene una asignación de fondos anual de 250K dólares, poco menos de 1000 millones de pesos colombianos. Con las elecciones legislativas y presidenciales de Colombia a la vuelta de la esquina, y el Pacto Histórico liderando las encuestas, no sorprende que la superpotencia occidental esté dispuesta a sufragar los gastos necesarios.
Con más poder adquisitivo que todos los partidos políticos del país intentan asegurar la lealtad política de la población tradicionalmente ligada a la derecha decadente. Este esfuerzo, además, es solo la última táctica de los Estados Unidos para mantener un gobierno amistoso en esta nación asolada por el conflicto. Han gastado miles de millones de dólares durante décadas consecutivas cooperando con gobiernos violentos de derecha.
Además del esfuerzo por difundir una afinidad con las posiciones políticas del gobierno de los Estados Unidos, la guía de financiamiento de la embajada también pretende priorizar a los solicitantes con proyectos empresariales que incluyen “mujeres, afrocolombianos, venezolanos en la diáspora, comunidades indígenas, LGBTQ+ y otras comunidades vulnerables”.
Esta táctica de aparentar “empoderar” a las comunidades desatendidas y vulnerables no es solo hipócrita, considerando su importante papel en el empoderamiento del estado que abandona y oprime a esas comunidades; la financiación de organizaciones “civiles” ha sido complementaria a su financiación de las violentas autoridades militares y policiales.
Es decir, investigaciones académicas han demostrado que el gobierno de Estados Unidos, así como la Unión Europea, han utilizado organizaciones civiles en Colombia para combatir posibles amenazas políticas o revolucionarias al orden político y económico establecido.
Para mayor ilustración, el programa conocido como los laboratorios de paz comenzó como un esfuerzo de base para ayudar a acabar con el conflicto violento en las regiones más afectadas. Después de que las naciones occidentales canalizaron decenas de millones, se hizo conocido como el “brazo social” del Plan Colombia, la operación militar respaldada por Estados Unidos conocida por sus violentas tácticas de contra-insurgencia, que no hizo sino agravar la violencia.
Hoy, un giro a la izquierda en Colombia, históricamente el aliado estratégico más cercano de Estados Unidos en la región, representa una amenaza para su dominio, incluso si está liderado por el centro-izquierdista Gustavo Petro, quien se ha abstenido de criticar abiertamente a Estados Unidos.
La amplia coalición de izquierda que encabeza Petro, llamada Pacto Histórico, está creciendo rápidamente en todo el país y parece el probable ganador en las elecciones de mayo, rompiendo posiblemente más de 200 años de hegemonía de bipartidismo. Aunque algunos aliados en esta coalición provienen de sectores más radicales (y los medios los retratan como tal), las políticas que proponen son más bien moderadas. Una réplica, diríamos, de los programas social demócratas en algunos países de Europa.
Petro no es el agente ruso o chino o la amenaza “comunista” que dicen que es. Influenciado y asesorado por pensadores como Thomas Piketty, la amenaza de Petro para la clase dominante colombiana y Estados Unidos es su insistencia en una modesta redistribución de la vasta riqueza del país, muy lejos del castrochavismo que los medios poderosos de la derecha se inventaron.
Además, juzgando por su ideología política y sus aliados extranjeros, la figura principal del Pacto Histórico ha disfrutado de relaciones más estrechas con Estados Unidos y Europa que de cualquier otro lugar.
Hay que decir que ni Rusia ni China, independientemente de las críticas que la gente pueda tener sobre su política exterior, tienen un historial de intromisión o injerencia en la región. Por otro lado, la historia está plagada de ejemplos de la intolerancia de Estados Unidos por la independencia y soberanía latinoamericana; el intento de la embajada de influir en las próximas elecciones es solo el más reciente ejemplo.
En un momento en que Occidente grita tan vagamente "intromisión", no olvidemos que fue Estados Unidos quien desplegó buques de guerra, amenazó con invadir y forzó la separación de Panamá de Colombia. Estados Unidos también presionó al gobierno colombiano para que enviara tropas para defender a la United Fruit Company de los trabajadores en huelga, instigando finalmente la masacre de miles.
Estados Unidos también asesoró y luego entrenó a los militares y paramilitares colombianos en sus tácticas de contrainsurgencia extremadamente violentas con legados en el presente. Son los Estados Unidos y Occidente los que constantemente, durante décadas, apoyaron y defendieron un estado extremo y nefasto para que protegiera sus intereses económicos y geopolíticos en la región.
De tal manera que la batalla por mantener el dominio de América Latina y Colombia no es entre las superpotencias del mundo sino entre el gobierno de los Estados Unidos, sus estados amigos lacayos y las masas oprimidas y explotadas que anhelan el cambio. Un cambio en el que no seamos el patio trasero o delantero de nadie, sino una región independiente capaz de ayudar a alejar al mundo del capitalismo neoliberal. Un sistema que no ha hecho nada por nosotros y que solo nos lleva a una mayor destrucción continental.