Estados Unidos, una democracia rezagada, racista y clasista

Estados Unidos, una democracia rezagada, racista y clasista

Tras las elecciones del país del norte quedó claro que su sistema electoral, además de ser confuso, parece tener muchas falencias. Una mirada a sus orígenes y defectos

Por: Jorge Enrique Almario García
noviembre 19, 2020
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Estados Unidos, una democracia rezagada, racista y clasista
Foto: PxFuel

Cuando era joven me decían los mayores que Estados Unidos era la democracia más antigua y perfecta del planeta. Después, estudiando a Alexis de Tocqueville, pudimos ver que era una democracia ejemplar para su época y pionera en la instauración del sistema democrático, incluso por encima de Revolución francesa, pero con falencias en su sistema político y electoral que debían ser corregidas. Era una democracia ejemplar para el siglo XVIII, es decir para los finales de los años 1700. Pero en el siglo XIX esa democracia tan admirada mostró sus “orejas de lobo”. A mediados de ese siglo, el sistema económico y social imperante en el sur era muy diferente al del norte.

En el sur la democracia era para los dueños de la tierra y los Estados se repartían las curules, elegían gobernadores y al presidente según el número de esclavos de cada estado. Claro, los esclavos no votaban. En el norte imperaba el sistema capitalista sin injerencia del sistema esclavista. Es decir, fundado en la explotación de mano de obra asalariada de hombres libres que podían votar y elegir a sus gobernadores, congresistas y presidente y escoger el lugar donde querían vivir. El sur con sus costumbres, su sistema inhumano de explotación de mano de obra esclava y su acendrado racismo, era una traba para el desarrollo de toda la nación. Entonces estalló la guerra y se formaron dos bandos con dos gobiernos diferentes.

En el norte la propuesta era la unión de estados, la abolición de la esclavitud, el derecho de cada hombre y su familia a vivir de su trabajo y no de privilegios por tener esclavos o grandes extensiones de tierra. La propuesta del sur era la confederación donde se le daba más autonomía los estados integrantes, se garantizaba la concentración de la tierra en pocas manos y se defendía a muerte la esclavitud de la comunidad afroamericana. Perdieron los confederados y la Unión de Estados Americanos se extendió por todo el territorio nacional. Pero cuando comenzó la llamada reconstrucción, los estados del sur se resistieron a abolir la esclavitud y a aceptar el reparto de tierras donde existiera presión social por ella y exigieron continuar eligiendo sus senadores y al presidente de acuerdo con el número de esclavos y no por el voto libre.

El gobierno de la Unión cedió en este punto para evitar una segunda ola de secesionismo o de separación del sur y, aunque rechazó la representación electoral con base en el número de esclavos, aceptó la creación del colegio electoral, con base en el número de senadores de cada estado y se le asignó a ese colegio la misión de elegir de manera indirecta al presidente de los EE. UU. El objetivo del sur era impedir que los exesclavos negros y los granjeros empobrecidos eligieran de manera directa al presidente de la república. Con esa decisión se abrieron “las puertas del infierno” para la segregación racial, el fortalecimiento del supremacismo blanco y el asesinato impune de miembro de la comunidad afroamericana.

En efecto, en 1877 se creó el Colegio Electoral, que reemplazó el sistema de elegir gobernantes y senadores con base en el número de esclavos, y se pasó a un sistema que impide la elección directa del pueblo y actúa como un filtro antidemocrático ejercido por un puñado de 538 electores que deciden quién es el presidente. Además, se le recortó el derecho al voto directo a los afroamericanos y a otras minorías al tiempo que pospuso la abolición de la esclavitud hasta finales del siglo XIX en varios estados del sur. La exclusión y discriminación racial se mantendría hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando la movilización del pueblo afroamericano con Martín Luther King, a la cabeza y el movimiento antiguerra de la juventud radicalizada obligaron al senado de la Unión a aprobar en 1964 la ley de derechos civiles para los negros y el fin del Apartheid que reinaba en el país y sobrevive en algunos estados del sur y el centro de los Estados Unidos. Esa lucha seguiría hasta 1969 cuando fueron asesinados Luther King y el demócrata Robert Kennedy.

Es decir que, en la democracia de Estados Unidos, pervive un sistema electoral racista y con raíces esclavistas que le da un privilegio a los estados más despoblados, rurales y racistas del sur y el centro del país para tomar decisiones políticas importantes, como la elección del presidente, de manera indirecta donde un colegio de lectores que no es elegido por el voto popular, sino escogido por los gobernadores, decide quién ganó. No importa quien obtenga la mayoría de los votos depositados por los ciudadanos, ya que la decisión la toma ese conciliábulo llamado colegio electoral. No puede haber democracia cuando un puñado insignificante de personas es la que decide y no el pueblo de manera directa. Por supuesto que para que exista democracia se debe respetar la elección directa de los elegidos, cualquiera sea el cargo, bajo el principio universal: un ciudadano un voto, sin interferencias.

El otro adefesio antidemocrático del sistema electoral de los Estados Unidos es la norma según la cual los votos del perdedor en un estado se le suman al ganador, quien se lleva todo. Esta es tan antidemocrática como la anterior. En todas las constituciones del mundo se suman los votos del ganador en una columna diferente a la de sus rivales porque cuando el ciudadano vota, expresa su punto de vista político, programático e ideológico según sus convicciones y por eso su voto no puede ir a parar a la canasta de los votos que representan lo contrario de su pensamiento. Ni los votos de las minorías, ni el voto en blanco ni los votos inválidos, se le pueden sumar al ganador porque en todas las democracias el voto es individual, programático e intransferible, menos en Estados Unidos.

Otro aspecto antidemocrático del sistema político electoral de los Estados Unidos es la preservación de ciertos privilegios a los estados del centro y sur del país que son, como ya dijimos, los de más baja población, los más rurales, los de más baja escolaridad y los más conservadores y racistas de toda la Unión. Un estado de esos, donde vota un millón de personas, cuenta con cuatro o cinco electores que, sumados a otro, pueden darle la mayoría en el consejo electoral al candidato minoritario. Si hubiera voto directo, sin el filtro del Colegio Electoral, los estados más avanzados, más cosmopolitas, pluriétnicos y multiculturales le darían un impulso a los Estados Unidos de tal magnitud que instalaría al país entero en el siglo XXI, donde aún no ha llegado.

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