No hay duda que las dos décadas que van corridas del Siglo XXI nos ha mostrado una época caracterizada por eventos cada vez más complejos y que se han presentado con mayor frecuencia: actos terroristas, el colapso financiero del 2008, el cambio climático cuyas manifestaciones están por todas partes como son los incendios incontrolables en California y en el Brasil. Las alarmas están prendidas, y las consecuencias se están viendo en la reacción de la gente contra tipos como Trump y Bolsonaro, y que hoy tienen patas arriba a las instituciones de sus países.
Cuando se observa la manera en que Trump, como presidente, ha desafiado las reglas de juego de su país, y muestra comportamientos inadmisibles, como los que tuvo en el primer debate con Biden, no es de extrañar que la democracia norteamericana esté pasando por el momento más bajo y crítico de su historia.
Lo que ha hecho este tipo durante estos cuatro años de su mandato, no tiene ningún límite. De ser reelegido, no es exagerado decir que le produciría un daño irreparable a su país. Y es claro que no se va a parar en nada para lograrlo, incluso no aceptando los resultado electorales, para seguir en el poder a cualquier costo.
Durante este tortuoso camino desde el 2016, se ha venido montando una oposición cada vez más activa, y los principales diarios, le han ido documentando todos sus desatinos, declaraciones sesgadas, abusos de poder y exabruptos cotidianos, dejando una estela vergonzosa para su país.
Más de 20.000 mentiras registradas por el Washington Post, sin que hubieran habido consecuencias. El no pago de impuestos durante 15 años, la compra del silencio de una prostituta, o la presión al Presidente de Ucrania para mentir sobre el hijo de Biden. El haber recibido ayuda de los rusos para ser elegido, y más recientemente en el primer debate con Biden ante 80 millones de asombrados norteamericanos, le dio respaldo a un grupo de supremacistas blancos e insistió en amenazar con no entregar el poder si las elecciones no le eran favorables aduciendo un colosal fraude en su contra.
Sin mencionar el hecho de que Trump mintió el haber sido informado de la gravedad de la pandemia en febrero. El costo en vidas humanas, resultado de está incalificable irresponsabilidad, se proyecta en un mayor número de muertos que los que perdieron los gringos en la II Guerra. Ahora el virus que negó su gravedad, ha atrapado a Trump faltando pocas semanas para la elección.
¿Que explicación puede tener semejante debacle que hoy compromete la democracia norteamericana y ha debilitado profundamente su imagen como el ejemplo a seguir? Algunos analistas muy críticos en los medios nacionales e internacionales, afirman que Trump es el espejo que refleja la realidad de millones de gringos, sus miedos, resentimientos e irresponsabilidad.
Los más fanáticos seguidores de Trump, sienten que como blancos, están perdiendo el control de su país. Al igual que en Europa sienten que los emigrantes son un peligro, sin importar de su lugar de origen. Trump los representa, entiende, promueve y manipula sus temores , lo que explica el porque voltean la cabeza para el otro lado, cuando se brinca impunemente todas las reglas.
Uno de los columnistas del NY Time explicaba que, cuando personas cómo estás se sienten que están siendo amenazadas, tienen una alta tolerancia a la crueldad de quienes asumen su vocería. En estas condiciones justifican comportamientos inadmisibles. Y como lo menciona David Brooks, también columnista de este diario en uno de sus artículos, el problema con el perfil de Trump, es que demuestra una alta capacidad para la deshonestidad, la traición, el engaño, la mentira como sus rasgos más sobresalientes, que han definido el tono amoral de su campaña y de sus cuatro años como presidente.
Y el problema para la sociedad norteamericana, es que en este periodo, Trump ha acelerado un proceso de degradación moral, que era invisible, pero que gracias a su comportamiento aberrante, se ha convertido en una vergüenza nacional y ha escandalizado a quienes antes admiraban el sistema democrático gringo. El primer debate le corrió el velo a esta triste realidad, que sería un preámbulo de lo que podría hacer, si es elegido para un segundo mandato.
Esta situación genera un pregunta muy dolorosa para muchos norteamericanos, que han visto cómo se desarrolla ante sus ojos esta película de horror, esta tragedia nacional: ¿han pedido el sentido de lo que es correcto y que debe determinar si vale la pena seguir viviendo en su país ? ¿Van a permitir que Trump y sus compinches republicanos arrastren a su nación al fondo del abismo moral, poniendo en peligro la misma estabilidad del país?
En el libro “Como mueren las democracias”, dos profesores de Harvard: Daniel Ziplatt y Steven Levitsky mostraban cómo “la pendiente resbalosa que comienza con pisotear las normas democráticas” acaba con cualquier posibilidad de lograr que haya el mínimo de confianza entre rivales. Sin ella no es posible que funcione la democracia, o que operen las instituciones que la sustentan.
El ocaso de una sociedad es muy duro de ver, especialmente cuando esta había asumido el rol de ser el faro del sistema democrático, que en los últimos 75 años había traído tantos beneficios a miles de millones de perdonas en el mundo. En el caso de los Estados Unidos, es una lección de la historia, que a pesar de poseer los recursos y el conocimiento médico más avanzado, no ha tenido la voluntad política para controlar la pandemia. Es el ejemplo de lo que le sucede a un sistema, cuando muestra muchas fisuras muy graves que le impiden responder.
Y la otra lección que se puede aprender, es que para que el sistema democrático responda a los desafíos cada vez más complejos como el actual del Covid-19, necesita de un liderazgo que claramente Trump ha sido incapaz de ejercer. Este es el inmenso vacío que hoy muestra la sociedad.