José Erney Chala entró a los 2:30 p.m. del 21 de enero a la morgue del Hospital Departamental de Granada (HDG) a cumplir con su trabajo. El tanatopráctico recogería el cadáver de Ana María Rendón Bedoya para llevarla a la sala de velación de la funeraria donde su familia esperaba. Sin embargo, cuando abrió la nevera descubrió que los ojos de la mujer estaban abiertos y al intentar cerrarlos ella parpadeó, posteriormente movió una de sus manos y comenzó a respirar agitadamente.
Aterrado por lo que estaba sucediendo, pidió al celador que llamara un médico. A la morgue entraron ocho médicos, todos sorprendidos, entre ellos el que certificó su defunción.
Estaba fría pero con signos vitales, la envolvieron en sábanas y la llevaron a sala de observación según contó el tanatopráctico.
"Vengan que tenemos algo que decirles", y sin saber qué sucedía, la familia llegó al hospital y entró a la misma habitación donde había estado Ana María a las 7:04 minutos de la mañana del domingo 21 de enero cuando el médico A.C.C., dictaminó que estaba muerta.
José Erney Chala, tanatopráctico
Sin entender, en medio de la confusión y del dolor, la familia tuvo que despedirse nuevamente de la mujer de 72 años de edad, ya que al parecer ahora sí había fallecido, aunque no se sabe si de hipotermia o de qué.
Tania Soler Villa, nieta de Ana María, asegura que su abuela todavía respiraba cuando el médico dijo que ya se había ido de este mundo y que los movimientos eran involuntarios y normales debido a los repetidos intentos por reanimarla en la mañana cuando ingresó al HDG con un paro cardiorespiratorio y en la tarde cuando descubrieron que estaba viva.
Ana María asegura que su abuela soportó siete horas de frío para demostrar que algo está fallando en el hospital. Ella y su familia, incluido el sobrino de Ana María, Juan Carlos Mendoza Rendón, alcalde de Granada, municipio donde sucedió el escalofriante caso, piden una investigación.
Ana María, su sobrino Juan Carlos Mendoza, alcalde de Granada, y otros familiares.
Y es que no es la primera vez que la gente se queja, son muchos los que aseguran que sus familiares han muerto por negligencia médica en este centro asistencial que durante mucho tiempo tuvo fama de ser uno de los mejores del departamento del Meta.
Un usuario del HDG, quien pidió reserva de su nombre, afirmó: "hay fallas en la atención, hay negligencia médica, no hay calidad, no hay supervisión de proceso, es decir, no hay gerencia. Hay trabajadores muy buenos y comprometidos, pero es difícil cuando hay acoso laboral por política. Los buenos trabajadores están desmotivados y otros parece que están solo por palanca y no por vocación. Los pacientes se están muriendo por mala atención y muchos de los que sobreviven están inconformes, pero nadie dice nada, silencio cómplice de unos, impotencia de otros. En el hospital hay una gerente atornillada que no se quiere ir a pesar de que la gobernadora le ha pedido varias veces que renuncie. La gerente se niega a reconocer que fracasó, pero con su rebeldía se lleva vidas por delante. Pues la señora Ana María tal vez se hubiera podido salvar, pero ese barco (el HDG) no tiene capitán, está a la deriva".
Es cierto que todos tenemos que morir algún día, pero todos merecemos una muerte digna, tal como lo dijo la nieta de Ana María: "Es natural que llegue la muerte pero no en esas condiciones, ella pudo haber tenido una muerte digna".
Este caso no es un invento, es algo que preocupa a los habitantes no solo del municipio, pues a este hospital llegan pacientes de todo el departamento, inclusive de otros como Guaviare y Casanare.