Una publicación en Las 2 orillas sobre el talento de Camilo Echeverry despertó todo tipo de ampollas. Antes, era propio de un medio poder expresarse sin piedad contra la obra de un artista. Ahora no, ahora decir la verdad es sólo ser mala leche. No es un problema del género, es anacrónico y además impreciso catalogar al reggeatón como ruido machista en donde sus cantantes hacen un elogio de la violación. Ya hay grandes canciones como "Pa´la cama" de Ivy Queen, en la que, según el escritor Manuel Nieto en un post de Facebook: "le dice al hombre, desde el punto de vista de una mujer, que quiere bailar, quiere sudar, y que el hombre, por supuesto, puede acercarse también y jugar (perrear), pero eso no significa que la mujer vaya a tener sexo o sea una zorra. A ella, al final (la que manda) le importa un culo "lo que muchos digan", pero bailar pegadito no quiere decir que va a ir encamarse con el primer tipo que se le aparezca".
No, Maluma canta y lo hace bien a pesar de todos los que lo envidian, J Balvin tiene un talento comprobado en albumes como Colores y sus demonios por dentro, el problema es que Camilo no tiene voz, tiene una formulita que pronto se pondrá rancia de encarnar personajes pobres en sus canciones pero, por favor, sabemos que no lo es. Además, por ahí un dj estaba todo bravo que porque no podíamos hablar mal de él porque le había tocado muy duro, que se había esforzado mucho. En el mundo hay 10 millones de cantantes que trabajan el triple que él, que vienen desde el verdadero barro y que tienen talento y no la logran precisamente porque en un mundo enfermo ya no gana el mejor sino el que más tiene contactos, el que se vende bien.
A nadie le cae mal un joven como Camilo, nos encanta como lo trata Evaluna, quien hasta le organiza sus coreografías en redes sociales, sabemos que tiene carisma y un bigotito muy pupi, pero, recordamos acá la importancia de la crítica. En Netflix, Martin Scorsese acaba de estrenar su serie documental sobre la escritora Fran Lebowitz. Potente, Lebowitz nos recuerda en una de sus frases que el talento es aleatorio, que no se hereda, no se compra, no se consigue con trabajo, tan sólo se tiene, y a veces era función del crítico encontrarlo y gritar cuando un farsante llegaba a la cima y no lo tenía. Ahora no se puede hacer eso porque se hiere el ego. Seguramente Camilo se limpió las lágrimas que generó el artículo de Las 2 orillas con los billetes que está ganando con su última canción, Ropa Clara, ampliamente escuchada por niños menores de cinco años y por débiles mentales.
Hay que decir a veces las cosas como son y respetar el oficio crítico. El renacimiento del pensamiento de Lebowitz gracias a Netflix es una bofetada a tanto bienpensante que piensa que el oficio de la crítica es no herirle los sentimientos a nadie. La música colombiana tiene ya una impronta mundial y, no se necesita estudiar teoria musical para saber que tiene razón Zableh cuando dice que Camilo canta como si hubiera chupado helio.