Es necesario que los medios independientes superen una visión basada en iconos "paradigmáticos" de la corrupción y se enfoquen en su carácter estructural. Escándalos como Reficar y Odebrech han sido frecuentes en las últimas décadas y su efecto ha sido desviar la atención de un enfoque sistémico de la corrupción y centrarla en personas o entidades específicas, en casos “escandalosos”.
Al respecto, se ha hecho poco por indagar sobre la atomización de los presupuestos en microproyectos, los cuales sumados representan una cifra considerable.
Valdría la pena indagar sobre lo que está pasando con las vías terciarias dentro del programa de vías para la Prosperidad. Basta citar el caso de la vía Suratá-California, en Santander. Los dos municipios, distantes a menos de 40 kilómetros de Bucaramanga, han sido consuetudinariamente olvidados, a pesar de que de sus montañas brota el agua que alimenta el acueducto de la capital santanderiana.
Solo recientemente han salido a la luz pública en el marco de la discusión sobre la protección de páramo de Santurbán. Como alternativas a la minería del oro formal e informal, se ha propuesto promover el turismo como vía para el desarrollo de esa región. Una de las restricciones es la carencia de infraestructura: las vía es una trocha hecha a pedazos.
En el año 2015, Invías mediante contrato LP DO-0442015, licitó la pavimentación de la vía, 7 kilómetros, por un valor de $16,776 millones contratada con Atlas 13 y una interventoría de $1952 millones con el consorcio CPI. Desde el año 2015, Invías ha girado los recursos año tras año.
La entrega de la obra estaba prevista para el mes de junio de 2017. Existen más de 100 adiciones al contrato y a la fecha la ejecución del pavimento solo es del 13%. Más aún se prorrogó la obra física hasta agosto como si en un mes se hiciera lo que no se ha hecho en 18 meses. ¿Dónde está el dinero?, ¿dónde están los órganos de control?, ¿qué ha hecho la interventoría?
