Gélida la noche como aquella noticia. Me pesa sobre la espalda el sentimiento de ira que hace mucho no sentía, esas ganas de llorar de odio y repudio. No puedo y me quedo mudo como con un nudo.
De fondo suena el noticiero como si fuese solo ruido, nueva masacre en el Nariño, en Cali fueron cinco niños, en Samaniego nueve pelaos, varios se hacen los ciegos, otros los sordos y los más cínicos sus muertes justifican.
Que qué hacían afuera tan tarde, que estamos en pandemia, que por qué se fueron de paseo, que algo raro estuvieron haciendo, que a uno no lo matan porque sí, ¡no sea malparido! ¿Es que no tiene en sus células la mal llamada empatía? ¿O botó el sentido común antes de dar su opinión? No hay nada peor que hablar desde el prejuicio y más en un país que no piensa para dar un solo juicio, que solo da juicios de valor, pero nunca un argumento valorable, que peca de ignorante y no los culpo si vive dentro de una burbuja andante.
Me senté “en familia” a cenar, me sentí bienaventurado, porque afortunado yo de seguir vivo en esta nación sin compasión donde vive el que puede y no puede vivir el que no tiene. Comer cabizbajo y luego observar de arriba abajo que todos tranquilos comen sin rezago. Me acabo mi chocolate con pan y me preguntan si quiero más.
- ¿Estás triste porque se te ha acabado el chocolate ya?
No jodas, no quiero insultar, pero estoy que voy a estallar, me paro de la mesa y aviso que me encuentro así por las últimas noticias. El cucho se ofende y creo que al fin ha conseguido una gota de empatía.
-Eso lo que tienen es que darle bala ventiada a esos guerrilleros.
Me retracto de mis sospechas y por dentro me inundo de indignación porque no encuentro palabras pa’ semejante afirmación. Me quedo callado y sigue.
-Con Uribe esto no pasaba.
-No me interesa discutir eso con usted ahora.
Me levanto y me voy a lavar mis malditos platos, que es mucho mejor que estar tirado y masacrado, y muchos nos quejamos.
-Reactivó a Colombia, pudimos viajar y volver a Jardín Plaza.
-Sí, don Juan Carlos, usted tiene razón
Escucho la charla mientras siguen balbuceando. Entre los tenedores y cuchillos disocio y pienso si este es el negocio, socio. Vengo de un país de hijueputas, que celebra a Pablo Escobar y aborrece a García Márquez, que impulsa el asesinato serial y se queja de proteger el páramo de Santurbán, porque el país “necesita progresar”. Nos quejamos de J Balvin y Maluma al cantar, pero los apoyamos cuando dicen por quién votar. Le decimos comunista al que no quiere guerra y muerte, pero vamos a muerte con el que quiere matar a los del monte. Somos unos doble moral porque queremos castigar y no ser castigados, porque nos quejamos y no actuamos, porque cuando tenemos oportunidad la desperdiciamos, porque no ayudamos sino que criticamos, porque tenemos de ídolo a Popeye y aborrecemos un proceso de paz, porque nos hacemos los de la vista gorda cuando a un muchachito del oriente lo van a matar pero si tocan un gomelo del norte nos queremos ofuscar, porque muy fácil es darle cárcel al que no tuvo ni siquiera oportunidad de escoger entre robar o estudiar.
No quiero polarizar, no tengo posición política que alentar, solo que Colombia se hunde problemas que no paran de llegar, porque gritamos los goles de la selección, pero nos quedamos de brazos cruzados en una elección. El pobre es pobre porque quiere y el ignorante es ignorante porque es idiota, la lógica que sigo y la que sigue medio país, lleno de fanáticos que defienden al sacerdote pederasta porque ha profesado la palabra de dios y no merece el peso de la ley, pero qué más da si al siguiente día otra noticia lo va a opacar, sea una masacre, una explosión, un atentado o el programa del senado.
Vengo de un país del que no quisiera venir, porque me duele admitir que vengo de un país donde prefieren sobrevivir que vivir. Vengo de un país de donde me duele decir que si no te callas, te callan a bala. Vengo de un país de retraso, porque amanecer borracho solo es un relajo pero fumarse un porro un pecado. Vengo del país del retraso, porque abandonar un niño es amarlo y abortarlo un delito. No pretendo hacer de perito, solo me duele mi país que ni siquiera sé si es mío o de los paras, si es mío o de las armas, si es un país para vivir o para ver a los que quieres morir. Vengo de un país gobernado por hijueputas.
Como decía Garzón, en Colombia, la pregunta es: ¿quién nos va a matar?, ¿los guerrilleros, los paramilitares, los narcos o los políticos?
Por cierto, la loza, reluciente me ha quedado y la mierda en este país no ha acabado. Vida perra.