Una y otra vez, escucho a la gente decir: “sueño con tener un terreno y construir un refugio”; yo misma pensé de esa manera hace casi dos décadas, cuando empecé a rescatar animales de las calles de Bogotá.
La palabra “refugio” evoca un sentido de protección ante las duras inclemencias del frío, la lluvia y los peligros que presentan nuestras cada vez más hostiles y abarrotadas calles, llenas de vehículos, maquinaria pesada y mallas verdes deterioradas, a menudo acompañadas de señalizaciones confusas. Para los humanos, navegar por la ciudad es una lucha diaria. Imaginemos lo que es para un perro o un gato sin hogar o uno que tiene un hogar, pero cuyos tutores le permiten deambular libremente.
No hay cifras claras sobre el número de animales deambulantes con cuidador. Según el estudio poblacional del Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA) de 2022, se estima que alrededor de 60 mil animales deambulan por las calles de Bogotá.
Notablemente, el estudio menciona que “por su comportamiento es probable que una parte importante de los que se observaron deambulando en los recorridos sean animales semi domiciliados” (IDPYBA, 2022). Además, un estudio de la Secretaría de Salud de Bogotá de 2013 citado en la Política Pública de Protección y Bienestar Animal (2014-2038) encontró que, por cada 100 perros con hogar en Bogotá, a 38 se les permite deambular, y sorprendentemente, la cifra es aún mayor para los gatos, con la mitad de ellos deambulando por las calles (SDA-2014).
Estas cifras, que coinciden con estimativos internacionales, desafían la noción de referirse a los animales deambulantes como “callejeros”. Muchos de estos animales se presumen que tienen hogar. Si este es el caso, las campañas de esterilización masiva dirigidas a animales “sin hogar” pueden no abordar eficazmente el problema a menos que también se esterilicen a los animales “con hogar” y se eduque a sus tutores en tenencia responsable.
Esto resalta la importancia de la investigación y el establecimiento de programas de monitoreo que nos permitan comprender mejor la problemática (dónde estamos, cuáles son las dinámicas poblacionales actuales), así sería posible definir con mayor claridad nuestros objetivos y tener indicadores para evaluar el impacto real de las intervenciones. La necesidad de más y mejores datos es un imperativo.
De las calles a los refugios…
Durante décadas, enfrentando la indiferencia del Estado y la sociedad ante la situación de animales deambulantes, un colectivo de personas, predominantemente mujeres, se han dedicado a rescatar, rehabilitar, alojar y dar en adopción animales.
Han surgido refugios privados y hogares de paso para servir a la comunidad, atendiendo a los animales encontrados abandonados, maltratados, heridos o que sufren en diversas situaciones. Para el caso de Bogotá específicamente, la Asociación Defensora de Animales (ADA), entidad privada, fue por muchos años el referente en la defensa de los animales, operando casi como el único refugio distrital. Para ese entonces, la ciudad contaba únicamente con el llamado Centro de Zoonosis (transformado desde hace unos años en la Unidad de Cuidado Animal), lugar siniestro al cual se presume que se llevaban los animales para ser sacrificados de la manera más inhumana: la electrocución.
Los refugios y hogares de paso han tratado de resolver problemas relacionados con los animales deambulantes rescatando animales en inminente riesgo o en condiciones lamentables. Sus esfuerzos son encomiables; muchas de las personas dedicadas a esta labor quieren genuinamente ayudar a los animales. Sin embargo, décadas de experiencia, nuevo conocimiento, la creación de organizaciones internacionales dedicadas a la protección animal y avances en la ciencia del bienestar animal y la medicina de refugios están llevando a reexaminar la función de los refugios.
Cada vez más, se les ve como un servicio que aborda el síntoma de la población que deambula por la ciudad y no la fuente de donde provienen los animales. Esto es porque “Los albergues rápidamente están a tope, mientras que en las calles los perros van siendo reemplazados por migración y abandono” (ICAM, 2019).
La Coalición Internacional para el Manejo de Animales de Compañía (ICAM), compuesta por diferentes organizaciones como el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW), la Humane Society International (HSI), Four Paws, la Asociación Mundial de Veterinarios de Pequeños Animales (WSAVA), entre otras, ha generado una serie de recomendaciones basadas en el conocimiento, experiencia y evidencia adquiridos de programas de manejo de poblaciones caninas en países que, como Colombia, enfrentan sobrepoblación de animales deambulantes, como Tailandia, Nepal, Bután, India y Bosnia. Es importante reconocer que el contexto varía considerablemente en estos países en vías de desarrollo y por eso uno de los principios de un programa exitoso de manejo de poblaciones es el ajustarlo al contexto y la realidad local.
El ICAM aconseja que “cuando la población de perros deambulantes es alta y la adopción, mínima, no se deberían usar albergues… en esas instalaciones, el bienestar de los perros suele ser precario y los costos financieros, extremadamente altos: la inversión en bienes de capital es alta, los costos de operación muchos, y el reto que supone el manejo/ entrenamiento del personal es grande” (ICAM, 2019)
Por otro lado, en los Estados Unidos, el movimiento de refugios para animales ha desarrollado un sistema de atención basado en casi 5,000 refugios entre públicos y privados, que admiten colectivamente a más de 4 millones de individuos entre gatos y perros anualmente (Best Friends Animal Society, 2019).
Actualmente, en el seno de este movimiento hay un creciente grupo que aboga por un cambio hacia modelos de refugios centrados en la comunidad. Este enfoque busca desincentivar la construcción de refugios tradicionales y enfocarse en mantener a los animales dentro de sus hogares o comunidades. El objetivo es redirigir recursos y esfuerzos para proporcionar a las comunidades las herramientas, información y servicios necesarios para minimizar la necesidad de refugios.
Por ejemplo, se están lanzando fuertes campañas de educación comunitaria para informar a las personas sobre qué hacer al encontrar un gato deambulante. Uno de los mensajes cruciales es “no lo lleves a un refugio”, ya que tienen una mayor probabilidad de morir allí y son menos propensos a encontrar su camino de regreso a casa si se pierden.
No se trata de dejar a la comunidad a la deriva con los animales, sino de transformar los refugios en recursos de apoyo donde las personas puedan acceder a información, conocimientos, herramientas y servicios para una autogestión eficaz de los animales. Adicionalmente, ganan cada vez más fuerza los programas de redes de hogares temporales o familias de acogida que, con el apoyo de los refugios u organizaciones de rescate, cuidan a los animales en recuperación o que esperan ser adoptados.
En este nuevo paradigma, cada miembro de la comunidad asume un papel en el bienestar colectivo. Ya no se trata de rescatar un animal y dejarlo al cuidado de un refugio. Se trata de que cada individuo asuma su responsabilidad por el bienestar animal. No podemos seguir sobrecargando los refugios con un animal tras otro. La sociedad en su conjunto debe asumir la responsabilidad colectiva por sus animales.
Es así como los refugios y hogares de paso pueden participar de manera significativa en programas integrales de manejo de poblaciones caninas y felinas. Cuando están capacitados para garantizar el bienestar de los animales bajo su cuidado, se involucran y articulan efectivamente con la comunidad y mantienen prácticas operativas eficientes que facilitan un flujo constante de animales a través de programas de reunificación y adopción exitosos.
Caminando en direcciones opuestas
Pero mientras la tendencia internacional es a desincentivar la construcción de refugios basados en el modelo tradicional de infraestructura física, Colombia ha tomado un enfoque diferente desde la promulgación de la ley 2054 de 2020, que modifica la Ley 1801 de 2026 y promueve el establecimiento de Centros de Bienestar Animal. Desafortunadamente, este enfoque se basa en un modelo obsoleto que representa riesgos significativos para el bienestar animal.
Aunque bien intencionada, esta ley tiene varios problemas. Primero, no tiene en cuenta las recomendaciones internacionales de crear programas integrales de manejo de poblaciones caninas y felinas, donde los albergues por sí solos se consideran como soluciones ineficientes. La ley debería haber ordenado el establecimiento de programas integrales de manejo de poblaciones caninas y felinas en todos los distritos o municipios, que podrían incluir varios elementos y podrían o no implicar la construcción de refugios, dependiendo de las necesidades locales específicas.
En cambio, la ley 2054 ordena en su artículo 119 que “En todos los distritos o municipios se deberá establecer, de acuerdo con la capacidad financiera de las entidades, un lugar seguro; centro de bienestar animal, albergues municipales para fauna, hogar de paso público, u otro a donde se llevarán los animales domésticos a los que se refiere el artículo 1º”
Segundo, al planificar un centro de bienestar animal, el tamaño y la capacidad no deben determinarse únicamente por el número de animales sin hogar en un municipio o distrito, como establece la ley 2054. Si así fuera, la casa ecológica de Bogotá debería tener capacidad para alojar a 60 mil animales sin hogar, que es lo que se estima que hay en la ciudad.
La capacidad debe estar influenciada por una variedad de factores (no solo el espacio físico - cuántos alojamientos apropiados están disponibles), sino también, los recursos financieros, la capacidad del personal disponible para labores de cuidado básico y servicios, y la capacidad de la comunidad para proporcionar hogares a los animales que lo necesitan. Fomentar una cultura de adopción es esencial.
Tercero, el tiempo que la ley da para que un animal pueda ser dispuesto en adopción (30 días) es extremadamente largo. Este periodo prolongado expone a los animales a riesgos significativos, incluida la posibilidad de adquirir enfermedades y problemas de comportamiento.
La evidencia sugiere que el riesgo de contraer enfermedades respiratorias aumenta con cada día que se pasa en un refugio. Por ejemplo, un estudio en un refugio de EE. UU. encontró que la probabilidad de que los gatos desarrollen infecciones respiratorias superiores (URI) era de aproximadamente el 32% durante la primera semana, aumentando a más del 80% para la segunda semana.
Valga decir que los gatos en este refugio estaban alojados en jaulas pequeñas en habitaciones abarrotadas, lo que refuerza la asociación de altas tasas de infecciones respiratorias felinas con malas prácticas de manejo, hacinamiento y estrés. Hallazgos similares se han reportado en perros. Es fundamental entender que la capacidad de un refugio para ayudar a más animales no está determinada sólo por la cantidad de alojamientos disponibles, sino también por el tiempo que los animales permanecen en él.
Minimizar el tiempo de estadía de los animales es crucial, ya que afecta directamente la cantidad de animales que pueden ser alojados diariamente y la calidad del cuidado que se les puede ofrecer. Un refugio con la mitad de los alojamientos puede atender diariamente menos animales que un refugio con el doble de alojamientos y, al final del año, haber ayudado a la misma cantidad de animales, si el promedio de estadía es menor.
Por lo tanto, debemos priorizar programas integrales de gestión de poblaciones de perros y gatos en lugar de construir apresuradamente Centros de Bienestar Animal sin la planificación adecuada. Estos programas deben adaptarse a las necesidades y realidades de cada comunidad local y pueden o no incluir la construcción de CBA. Si la construcción es necesaria, estas instalaciones deben ser operadas de manera eficiente y profesional para garantizar que realmente cumplan su función de garantizar el bienestar animal.
Es en este contexto que surge uno de los pilares misionales de la Fundación One Empathy a través de su programa “Refugios Vitales”: contribuir a la comprensión e implementación de este modelo de refugio centrado en la comunidad, ofreciendo herramientas y capacitación a cuidadores y encargados de refugios, hogares de paso y centros de bienestar animal en buenas prácticas de cuidado, gestión y operación de refugios, así como en educación comunitaria.
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Referencias
Best Friends Animal Society. www.bestfriends.org.
Edinboro, Charlotte H et al. “A placebo-controlled trial of two intranasal vaccines to prevent tracheobronchitis (kennel cough) in dogs entering a humane shelter.” Preventive veterinary medicine vol. 62,2 (2004): 89-99. doi:10.1016/j.prevetmed.2003.10.001.
Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal. “Estimativo de la abundancia y densidad poblacional de perros deambulantes en la ciudad de Bogotá D.C., Colombia”.2022.
Dinnage, Julie D et al. “Descriptive epidemiology of feline upper respiratory tract disease in an animal shelter.” Journal of feline medicine and surgery vol. 11,10 (2009): 816-25. doi:10.1016/j.jfms.2009.03.001.
International Companion Animal Management Coalition ( ICAM) “ Guía para el manejo humanitario de poblaciones caninas” 2019.
Congreso de la República. Ley 2054 de 2020. “POR EL CUAL SE MODIFICA LA LEY 1801 DE 2016 Y SE DICTAN OTRAS DISPOSICIONES".
Secretaría Distrital de Ambiente. “Política Pública Distrital de Protección y Bienestar Animal 2014-2038”. 2014.