En el marco de la historia política de Colombia, jamás habríamos enfrentado una amenaza tan contundente, que limite la continuidad democrática; nunca divisábamos estar a puertas de perder las libertades y derechos que cobijan a todos los hijos de esta tierra.
El mayor despliegue de fuerzas y poderío delincuencial con el que cuentan los milicianos que hoy pretenden enajenar nuestra institucionalidad quedó en evidencia en el mal llamado paro nacional, que no fue mas que una toma guerrillera con versión actualizada, pero con la misma finalidad, destruir el patrimonio público y privado, acribillar a nuestros valientes soldados y policías que salvaguardan nuestro estado de derecho.
Los ataques de la guerrillerada son auspiciados con dineros del narcotráfico, minería ilegal, contrabando, extorsión e incautos que caen anonadados ante cantos de sirena. La democracia se sostiene bajo patriotismo, pluralismo ideológico, respeto a las identidades culturales y religiosas, las normativas e institucionalidad.
Permitir que el asedio que está llevando la izquierda en Colombia logre su cometido sería condenar a las generaciones futuras a:
absolutismo, pérdida o negativa a sectores de tener participación política, pérdida de confianza inversionista, la propiedad privada asaltada y violentada.
El panorama después de una confrontación bélica no es nada atractivo a la visual; así mismo, un ataque a la democracia constituye un escenario de vicisitudes y desdichas para el Estado y en mayor parte al ciudadano, pues este último verá las ruinas de las libertades de las que gozó algún día; la reconstrucción será quizás tardía y pasarán varias generaciones para poder recuperar el orden y el paisaje participativo del que disfrutaban con anterioridad.
Quiera Dios y en pro de la patria que este ataque subversivo pueda ser contenido y la amenaza sea repelida por nuestras fuerzas patrióticas en aras de dar continuidad a nuestra democracia, que aún con sus mil dificultades, nos brinda un mar de ventajas comparativas frente a ese socialismo amenazante.
Es tarea de todos los colombianos ser soldados de la nación, enlistar filas para que el general que viste de traje populista no logre su cometido y convierta nuestro terruño en semejanza a Venezuela o Cuba.