Desde la invención de la imprenta (siglo XV), que inició la época de desarrollo intelectual de la gente de escasos recursos y facilitó el manejo de la opinión, quizás el cambio más radical en la cultura de la comunicación ha sido el internet. Herramienta tecnológica que como medio de comunicación, interacción y organización social permitió conectar y compartir información, eliminando distancias, favoreciendo la libertad de expresión y permitiendo que el conocimiento esté al alcance de un mayor número de personas. Además, brindando a la gente la capacidad para responder al proporcionar a la ciudadanía un acceso sin filtros al debate público, en un espacio en el cual se reflejan los distintos ámbitos de la vida humana.
Red informática descentralizada de alcance global, donde se agrupan diversas empresas multinacionales de base tecnológica (Apple, Microsoft, Google, entre 161 listadas por Forbes), adaptando los futuros inventos digitales a nuevos mercados. A fin de aumentar exponencialmente el caudal de “contenidos”, lo que es imprescindible para incrementar las horas de uso de las pantallas y así lograr que miles de millones de personas se asomen al mundo a través de ellas (3.484 millones, 45 % de la población mundial). Empresas que junto a Facebook, Twitter, YouTube o Instagram (entre otras plataformas de mercadeo relacional) necesitan que permanezcamos conectados, ya que están construidas para ser rentables recopilando datos sobre lo que hacemos en línea. O permitiendo anuncios y ventas personalizadas, de las dedicadas al comercio electrónico global*, tales como Amazon, JD.com, Alibaba, eBay, Rakuten.
En un medio virtual donde concurren enjambres de usuarios, que se dirigen de forma masiva contra individuos, provocando a la libertad de expresión un mayor control del pensamiento. Censura posmoderna ajena a las jerarquías, que produce sensación de peligro a mucha gente, ante las destructivas oleadas de susceptibilidad masiva que prolifera en la red. En la que los linchamientos virtuales se han vuelto más numerosos y el peligro que entraña decir ciertas cosas se ha vuelto mayor, ya que no se busca rebatir un argumento, sino destruir con mentiras y ataques personales la reputación de quien haya expresado una opinión que disgusta a un grupo en particular, marginando y erosionando a la crítica para que el censor parezca justo y no censor.
Estridencia de los extremos que domina el panorama mundial, incubando odios, exacerbando diferencias y trayendo polarización a las sociedades (lo que tendría un origen más capitalista que ideológico, según Martha Peirano** libro El enemigo conoce el sistema). En los que la ofensa colectiva produce grandes ingresos y los algoritmos la fomentan, mediante explosiones de señalamientos y de repudios rituales de grupos organizados, que quedan explicados solo mirando las gráficas de los excesivos beneficios de los gigantes digitales. En los cuales la libertad de expresión ya no se percibe como un derecho universal y está en riesgo extremo, pese a la apariencia ruidosa y plural de la sociedad en red, puesto que “el instinto de ser rebaño es anterior en la evolución, a la llamada a ser persona” (Friedrich Wilhelm Nietzsche, 1844-1900).
Algoritmos de las redes sociales que nos coaligan con personas afines, que como "cámaras de eco" nos habitúan a un discurso monocorde, que no permite opiniones divergentes o visiones diferentes. Redes donde la palabra libre genera ruido y la ofensa libre genera silencio, puesto que vivimos tiempos volátiles donde se suele cuestionar tanto desde la derecha como desde la izquierda, y en los que la tradición encuentra dificultades de comprensión. De ahí la necesidad de luchar contra falsos ídolos que se presentan en las redes como los valores absolutos de la verdad y de la «representación», práctica con la que subliman, disfrazan y extienden su propio juego de poder, para atraer audiencia y convertirse en tendencia.
Importante espacio de conocimiento plural, en el que todos debemos trabajar muy duro, para que solo se divulgue contenido de valor y para que se convierta en un lugar de debate civilizado y honesto, abierto y libre de cualquier tipo de censura. A fin de superar malas prácticas de comunicación, por medio de la argumentación y no por el "dogmatismo colectivizado que deriva irremediablemente en sabotaje e impone la obtusa ley del silencio, a través de campañas de acoso digital" (Juan Soto Ivars***, libro Arden las redes). Luchando contra prejuicios propios y sesgos inconscientes, despolitizando la diversidad y despojándola del tinte ideológico, como un primer paso en la construcción de la coherencia, de la equidad y de la inclusión.
Notas al texto
(*) Empresas dedicadas al comercio electrónico global, en su orden: Amazon (fundada en 1994 por Jeff Bezos, hoy el hombre más rico del mundo), JD.com (empresa china lanzada en 1998, líder mundial en alta tecnología), Alibaba (compañía china fundada en 1999 por Jack Ma, con 617 millones de usuarios activos), eBay (fundada en 1995 por Pierre Omidyar en San José en California, opera en más de 100 países de todo el mundo), Rakuten (empresa japonesa fundada en 1997, presente en 24 países principalmente de Europa).
(*) Marta Peirano (Madrid, 1975), escritora y periodista española. Colabora con distintos medios en los que escribe sobre cultura libre, derechos, seguridad y privacidad en internet y criptografía para periodistas.
(**) Juan Soto Ivars (Murcia, 1985), escritor y periodista español. Autor de novelas y ensayos, miembro del consejo asesor de la Fundéu (Fundación del Español Urgente) desde 2017.
