Sabedores en la materia consideran que, entre los centenares de fiestas y festejos, en Colombia solo se celebran cuatro carnavales: Carnaval de Barranquilla, Blancos y Negros de Pasto, Riosucio (Caldas) y San Francisco en Quibdó. Los cuatro se enmarcan en una ritualidad precisa y específica que los diferencia del resto. Por estos días se realizan el de los de Blancos y Negros y el de Riosucio, alrededor de la fiesta de Reyes Magos. El de Barranquilla se celebra cuarenta días antes de Semana Santa y se cierra con el Miércoles de Ceniza.
A principios del siglo XIX sucedía en Riosucio algo muy peculiar. Las discrepancias heredadas del pasado habían llevado a una pugna que dividía el pueblo en dos sectores, delimitados por una cerca: La Montaña y Quiebra Lomo, el uno minero, el otro agrícola. Hasta dos plazas y dos parroquias tenían que coexistir en medio de las diferencias. En la segunda década del siglo XIX, coincidieron dos párrocos, José Ramón Bueno y José Bonifacio Bonafont, que instaron a los líderes de las dos comunidades a buscar resolver los conflictos tranquilamente, porque o si no, “esto se lo lleva el diablo”. Cuando Riosucio fue erigido en municipio, hace 200 años, por la misma época de la Batalla de Boyacá que rubricó nuestra independencia, los riosuceños empezaron a celebrar el acuerdo de unidad y fraternidad con entusiastas fiestas en la fecha de Reyes Magos.
A la sazón, la población figuraba en el mapa de los principales productores de oro del mundo, por lo que llegaban migrantes de países europeos, como Alemania, además de los españoles que llevaban siglos, los negros esclavos traídos del África y, obviamente, la población indígena y campesina. Un verdadero crisol social, que se va a reflejar en los festejos, cuando en alguno de ellos empezaron a aparecer los disfraces de diablos, acompañados de una vejiga de cerdo inflada fijada a un palo, con el cual les daban a las gentes “vejigazos a más no poder”. Situaciones similares ocurrieron en las siguientes fiestas populares. El episodio quedó reflejado en el Himno del Carnaval de Riosucio, toda una pieza poética.
Cuenta la historia carnavalera que en 1915, en una reunión de matachines, una especie de aedas encargados de conservar las tradiciones de generación en generación, se decidió que el Carnaval de Riosucio, cada dos años y en año impar, tendría como personaje central a Su Majestad el Diablo. Pero se convino allí en que no sería una figura religiosa ni maligna, sino más bien un diablo placentero, alegre, concupiscente, que llamaría al goce desenfrenado durante los seis días de carnaval, uno de los más largos del mundo, solo superado por el de San Francisco de Quibdó, que dura un mes.
El Carnaval de Riosucio 2019 ha transcurrido según mandan los cánones y rituales satánicos, con asistencia impresionante de paisanos y foráneos de todas partes del mundo. Calculan las autoridades que se han hecho presentes unas 150.000 personas, gozando a plenitud de una programación impecable que se inició el viernes 4 de enero a las cero horas con el Alegre Despertar al son del Himno. Vinieron luego las cuadrillas infantiles, que con su música y letra indicaron el derrotero de las festividades, y el sábado 5 de enero desfilaron las colonias regadas por el país. Pero el clímax fue en la noche, con la Entronización de Su Majestad el Diablo, un desfile con la efigie del personaje central hecha por Gonzalo Díaz Ladino, que lleva varias décadas en la tarea. Es una escultura en fibra de vidrio de más de dos metros de altura, color rojo púrpura. Risueño y haciendo carrizo, lleva un collar dorado con motivos precolombinos. Sostiene en una mano un hermoso tridente y con la otra señala el camino de la alegría.
El domingo 6 de enero fue el día del esplendor del arte y la ciencia con el desfile de Cuadrillas de Mayores. Unos 25 grupos mostraron su destreza y donaire en los disfraces, música y mensajes preparados desde más de un año antes. Las cuadrillas se presentaron en los escenarios abiertos al público, en las barras de los barrios y en casas de familia seleccionadas. Todo el domingo estuvo dedicado a dicha actividad. Abundaron las sátiras, el humor, las críticas a la grave situación social y económica, y casi todas rechazaron la corrupción que invade al país señalando el caso más aberrante de Odebrecth, entre otros. Varias entonaron cánticos en pro de la independencia nacional y la necesidad del cambio de rumbo que requiere la nación, hoy en manos de un presidente que, como en Pasto, fue objeto de fuertes condicionamientos.
Tendremos carnaval hasta el miércoles 9 de enero, cuando terminará con el entierro del Calabazo, en el cual la multitud asistente consume el guarapo desde tiempos inmemoriales, licor nativo fermentado de la caña de azúcar que embriaga el cuerpo y el espíritu; y con la quema del Diablo, que arderá a la medianoche y esparcirá sus cenizas por la atmósfera terrestre para regresar en dos años a repetir el ciclo de un encuentro placentero según el orden establecido de cuadrillas, desfiles, sátiras, poesía y baile magistral.