Líbrese de la molesta necesidad de buscar respuestas a las grandes interrogantes de la existencia: todo lo encuentra en el supermercado espiritual. Se garantiza el nirvana instantáneo, llegue a la Iluminación sin efectos colaterales, una religión para cada malestar, la salvación de dos por el precio de uno. La espiritualidad, que disfraza nuestras inseguridades del alma, se ha convertido en un lucrativo negocio.
Frente a la universalidad de creencias y religiones disponibles, nos encontramos un sinnúmero de caminos espirituales que se pueden resumir como la nueva filosofía de bolsillo. Resurrección, reencarnación, karma, energía, New Age, Ying Yang, Zen y budismo, para citar los más obvios, no son otra cosa que conocimientos alternativos, en algunos casos ajenos, que se interpretan y adaptan como mercancías ajustables a cualquier convicción y presupuesto.
Que venga la gorda muerte del escritor colombiano Álvaro Robledo es una reflexión ácida sobre cómo la credulidad y las ensoñaciones de los demás son la oportunidad de negocio perfecta. Ellos, los que se lucran, saben que los seres humanos buscamos la práctica espiritual o tradición que nos convengan, el camino a la salvación que se adapte a nuestro mundo hecho a imagen y semejanza de nuestras creencias.
El libro relata la experiencia de un joven que decide refugiarse en un retiro espiritual para aliviar el vacío que le deja la reciente muerte de su madre. El joven llega entonces a “El Interior”, un lugar liderado por Guido Alemán o “El Maestro”, un argentino en camino a convertirse en deidad por sus supuestos poderes de sanación y sabiduría, cuyo ejemplo y enseñanzas llevarán a la salvación de los adeptos.
Aunque el joven no entra en la rutina de las meditaciones y sanaciones a las que se someten ricos y famosos, rehabilitados y desubicados que asisten al retiro, sí cae en una reflexión sobre la existencia, la vida y la muerte. El micromundo en ese asilo de espíritu comercial es, entonces, una ocasión perfecta para evidenciar, con mucho humor, las formas absurdas que elegimos para alcanzar nuestros anhelos y calmar nuestras inseguridades.
El personaje mejor logrado es el Maestro,descrito por los seguidores del Interior como “un ser de luz que no vivía en el tiempo, solo en la conciencia”, aunque en realidad, era un argentino mórbido y algo común, que arrastraba consigo una leyenda que causaba esta veneración. La representación de este deidad es la evidencia de cómo los hombres eligen que venerar y justificar cualquier acto o contexto que respalde sus creencias.
Tal como lo demuestra Robledo, el escepticismo ante las religiones tradicionales, o simplemente la necesidad de creer-en-algo, nos incentivan a probar cuanta práctica sui géneris hay disponible para la venta en la miscelánea espiritual. Y es que cuando la espiritualidad se convierte en un tema de moda, y como ella guiadas por la estrella polar de la ganancia, todos terminamos siendo ateos no practicantes.